Babi Yar es un barranco en el que más de 100.000 personas fueron asesinadas y enterradas entre 1941 y 1943. El lugar se transformó en un parque durante la época soviética, pero ahora se está construyendo un gran museo del Holocausto, el tercero en Europa, después de Berlín y Varsovia.
La dirección artística ha sido confiada a Ilya Khrzhanovsky, cineasta ruso iconoclasta, autor del proyecto DAU, que desea romper los códigos de la narración del Holocausto. “Cuando el visitante ya no es sólo un observador, sino que a través de las acciones puede hacer un determinado recorrido, debe reaccionar ante lo que se le presenta, puede participar o no participar. Pero veo la posibilidad de llegar a ciertas profundidades, de sumergirse en la profundidad de Babi Yar para que el territorio del drama se convierta en un verdadero viaje”, explica Khrzhanovsky.
Pero el proyecto no es bien visto por la sociedad civil y los intelectuales ucranianos. Se le critica querer convertir Babi Yar en un parque de atracciones en el que los visitantes se verían obligados a ponerse en la piel de las víctimas o de los verdugos. Además, el monumento está financiado por un grupo de oligarcas, algunos de ellos cercanos al Kremlin, lo que no agrada a Leonid Finberg, traductor de los libros de Hannah Arendt al ucraniano y miembro destacado de la comunidad judía de Kiev. “Es un proyecto soviético y ruso, en oposición al proyecto liberal y democrático que llevan los ucranianos”, dice Finberg. “¿Por qué Putin y su equipo gastan 120 millones de dólares para construir un monumento conmemorativo en Ucrania? Cuando no esté bajo el control del Estado ucraniano, será fácil decir que Ucrania es el país del Holocausto, cuando Ucrania no fue el centro del Holocausto.
El proyecto conmemorativo cuenta con el apoyo del Presidente Volodimir Zelenski, pero en el contexto actual de tensiones entre Ucrania y Rusia, no se espera que salga a la luz en varios años.
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