Nacido en el sureste de Alemania en 1927, Joseph Ratzinger fue miembro de las Juventudes Hitlerianas cuando era adolescente y fue reclutado por la Wehrmacht en 1943. Más tarde se convirtió en uno de los principales teólogos académicos de la Iglesia Católica, antes de ser nombrado Papa Benedicto XVI en 2005. En 2013, tomó la medida inusual de jubilarse debido al deterioro de su salud y falleció el 31 de diciembre de 2022. El rabino Mark Gottlieb considera las ideas de Benedict y su importancia histórica:
Benedicto . . tenía casi tanta consideración reverencial por sus “hermanos mayores en la fe” como su famoso predecesor filosemita. Al mismo tiempo, su apreciación más profunda del vínculo eterno entre Dios y Su pueblo Israel —de la carne— está atenuada por la enseñanza católica ortodoxa sobre el poder salvífico exclusivo de [el fundador del cristianismo]. Así, la afirmación de Benedicto, siguiendo los pasos catequísticos de Juan Pablo II, de que “los dones y el llamado de Dios son irrevocables” (Romanos 11:29) está complejamente entrelazada con afirmaciones más tradicionales.
Mientras el erudito conciliar Gavin D’Costa hace una crónica de los pronunciamientos de Benedicto sobre los judíos y el judaísmo, subraya que este “pontificado está marcado por un uso cada vez mayor de términos judíos, familiaridad con la literatura rabínica judía y un claro sentido del judaísmo contemporáneo como el pueblo del pacto. de Dios.”
judíos . . se preocuparon cuando en 2008 Benedicto XVI re-introdujo la liturgia del Viernes Santo de rito latino, que pedía la conversión de los judíos. Benedicto modificó el texto completo de la oración anterior, eliminando parte del lenguaje preconciliar, pero retuvo los llamados a la misión y la conversión. Los judíos preocupados por un asunto católico claramente interno, a saber, la propiedad y la pureza doctrinal de un asunto de liturgia, deben recordar el mandato del difunto gran rabino Joseph B. Soloveitchik en su ensayo de establecimiento de agenda de 1964, “Confrontación”. Para Soloveitchik, la forma más profunda de respeto por la integridad de otra comunidad de fe, y por lo tanto, la propia, se demuestra cuando evitamos la imposición de los estándares o intereses de nuestra propia fe sobre la fe del otro.
Este consejo prudente [permite] que nos detengamos en . . . La singular defensa de Benedict de la cultura europea y de Occidente, y su restauración de la razón como el logro supremo de esa misma civilización bajo coacción.
Artículos Relacionados: