Venezuela al borde del caos

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Venezuela está en una espiral de muerte que podría producir una crisis para los Estados Unidos. Un colapso económico inevitable, el liderazgo incompetente y la intromisión cubana pueden provocar un enfrentamiento entre rivales chavistas bien armados, dejando a la población civil atrapada en el fuego cruzado. Los diplomáticos estadounidenses, que han pasado años ignorando o minimizando las amenazas que emanan de Venezuela, deben actuar con urgencia para evitar que se desarrolle un escenario similar al de Siria en nuestra puerta.

El difunto dictador Hugo Chávez dejó atrás un régimen ilegítimo, una sociedad polarizada, una economía frágil, una tasa de inflación del 50 por ciento, un tambaleante sector petrolero, un Estado hinchado y quebrado, niveles insostenibles de gasto social, escasez de alimentos, cortes de energía y delincuencia rampante. El desafortunado sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, reclamó lo que incluso él llamó una “victoria pírrica” en las disputadas elecciones de abril, y su mala gestión ha acelerado el declive del país.

Maduro se ha ganado los titulares internacionales al acusar a la Casa Blanca de planear el colapso de la economía venezolana – como si el atribuir la inevitable crisis económica a “El Imperio” le puede absolver de responsabilidad. Su solución a la escasez de papel higiénico ha sido la confiscación de las empresas papeleras. En un gesto orwelliano por aplacar la ansiedad social generalizada, creó un “vice ministerio de la suprema felicidad social”. Y adelantó las celebraciones de Navidad para que estas se llevaran a cabo antes de las elecciones municipales previstas para el 8 de diciembre.


La semana pasada, Maduro ordenó públicamente a los minoristas a reducir los precios de los bienes de consumo. Las fuerzas de seguridad arrestaron a decenas de comerciantes y se quedaron con los brazos cruzados mientras las turbas vaciaban las tiendas. Al permitir que estas tiendas fuesen saqueadas, Maduro está haciendo algo más que comprar votos con la propiedad de otras personas. Está destruyendo lo que queda del sector privado, al que él ve como la base de la oposición. Y está incrementando los controles sobre los venezolanos, quienes tendrán que conformarse con lo que el gobierno les pueda ofrecer.

Maduro ordenó recientemente la detención de varios líderes cívicos que han estado movilizando manifestaciones de la oposición. Fuentes dentro del régimen dicen que incluso puede vetar las próximas elecciones y encarcelar a figuras políticas de la oposición.

Estas medidas draconianas pueden ser vistas como el trabajo de los contactos cubanos de Maduro, los mismos que le dieron una mala gestión a la lucha de Chávez contra el cáncer y que ahora se encargan de dirigir a su sucesor. La supervivencia del indigente régimen de Castro depende del petróleo sacado con sifón desde Venezuela, por lo que los cubanos tienen la intención de mantener a Maduro en el poder al asegurarse de que este sofoque a la economía privada, que reprima los disturbios populares y que persiga a la disidencia dentro del régimen.

Los cubanos se han extralimitado al ordenar a Maduro que purgue al régimen de poderosos chavistas – muchos de ellos con vínculos militares – que desaprueban la presencia de la Habana. Esta represión ha avivado la tensión entre los militares; entre los que están alineados con Maduro y los nacionalistas que nunca han estado a gusto con la interferencia cubana.

El régimen tiene muy poco espacio para maniobrar. Prácticamente todos los venezolanos están enfurecidos por la lucha diaria que significa la supervivencia. Los anti-chavistas están hartos del acoso por parte de un Estado incompetente e ilegítimo. En el ejército, todas las partes están ocupadas analizando sus opciones. Cualquier acto de represión, pelea callejera, fraude electoral, escándalo de corrupción, etc., podría desatar 15 años de furia.

Actualmente, Estados Unidos importa alrededor de la mitad del petróleo venezolano que solía hacer en el año 1998 cuando Chávez fue elegido, pero esto aún representa el nueve porciento de nuestras compras petroleras extranjeras. También, una implosión de la economía venezolana – o, Dios lo prohíba, una confrontación sangrienta – enturbiaría los mercados internacionales del petróleo y desestabilizaría a los socios regionales en un momento en el que la economía de EE.UU. chisporrotea.

Lo que es peor, es que en la última década, el régimen venezolano se ha convertido en un narco-Estado con la complicidad de docenas de altos funcionarios y empresas estatales en el lucrativo tráfico de cocaína. El régimen también es un valioso aliado de Irán y Hezbollah. El caos en Venezuela podría crear un ambiente aún más permisivo para estos enemigos de Estados Unidos.

La geografía hace que la catástrofe en Siria sea casi invisible para los estadounidenses, pero Venezuela esta a solo tres horas de Miami por vuelo y ocupa la tercer posición en el mundo en las redes sociales. Por otra parte, en las Américas, existe la expectativa del liderazgo de los Estados Unidos y las muertes de manifestantes inocentes serían intolerables.

El gobierno de Obama debe trabajar con los socios regionales para responder a la crisis inminente en Venezuela, para invocar la Carta Democrática Interamericana como un paso hacia la restauración de la gobernabilidad democrática y para advertir a Maduro y a los líderes militares que van a ser responsables por cualquier acto de violencia contra la ciudadanía. Si la Administración no puede hacer frente a estos eventos de manera decisiva, el Congreso debería exigir acción y dejar claro al presidente que liderar por detrás de las bambalinas no es una opción.

El autor fue embajador de EE.UU. ante la OEA y Subsecretario de Estado durante la administración de George W. Bush. Es un investigador visitante en el American Enterprise Institute y director de Visión Américas LLC, que representa a clientes estadounidenses y extranjeros.

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