¿El Universo tiene necesidad de un creador? No. Así se manifiesta el astrofísico británico Stephen Hawking en su nuevo libro de divulgación, titulado “El Gran Designio” que salió a la venta esta semana. Entre otras cuestiones, Hawking insiste en que Dios no fue el creador del universo, sino que este surgió de la nada, y que el big bang fue una “consecuencia inevitable” de las leyes de la física.
Hawking renuncia así a opiniones suyas anteriores. En “Una Breve Historia del Tiempo”, por ejemplo, sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del Universo. “Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana porque conoceríamos la mente de Dios”, propuso entonces.
Casi con la llegada de Yom Kipur, cuando vamos – o no – a ser suscriptos como usuarios en el “Libro de la Vida”, se aparece este señor Hawking y pone en duda la existencia del Todopoderoso. Hasta hoy, Dios era como aquel gato que podía existir o no dentro de una caja, todo dependía de nuestro accionar en el marco de la física cuántica. Y como de eso no entendemos nada, no había forma de ser observadores suficientes para incidir en el sistema; cada cual creía en lo que quería. El Señor de los Ejércitos existía y a la vez no existía.
Ahora Hawking nos avisa que Dios no creó nada y una de las razones que argumenta es que, de existir, no habría programado universos redundantes. Puede equivocarse mucho. Cuando un creador escribe y publica la misma novela cientos de veces, no es que deje de ser escritor, es que no sabe más y apuesta por valores seguros, aunque sean mediocres. Concluimos entonces que Dios existe y que sólo tiene imaginación para los best-sellers. ¡Menos mal!
Sobre lo que sí no hay duda, es que el mundo se nos va poniendo patas arriba. Cruces, medias lunas y estrellas de David pueden quedar relegadas a meros motivos decorativos; nadie muere ni mata por un simple distintivo o por considerarse un “pueblo elegido”, Pero no todo lo escrito fue en vano, hay varios renglones que conviene no tachar. Lo del no matarás, no robarás y amarás al prójimo como a tí mismo está bien. Muy bien, incluso. Además, en el nombre de Dios, son muchos los que se juegan por los demás. Y cuesta despreciar a esas legiones que se aferran a la religión como su única esperanza.
Esto se nos complica. Más aún, si tenemos en cuenta nuestra capacidad de adoración bastante cretina. ¿Cuánto tardamos en elevar a los altares algún falso Mesías de turno que gobierna, canta o juega al fútbol “como los dioses”? O sea que necesitamos otro sabio que nos ilumine. Porque quizás Dios no haya creado el universo, pero parece difícil que podamos vivir sin crear un Dios…
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