El príncipe heredero de España, Don Felipe y su esposa, la princesa Letizia visitaron el Museo de las víctimas del Holocausto.
El príncipe subrayó la importancia que concede España a la necesidad de transmitir a las generaciones futuras el valor de la vida, la libertad y la dignidad del ser humano “sin importar su raza, género, religión o nacionalidad”.
El heredero de la Corona española selló con estas palabras, escritas en el libro de honor y rubricadas por la princesa Letizia, el exhaustivo recorrido por las salas de este museo que ambos han realizado en la primera jornada de su visita oficial a Israel, con ocasión del 25 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. Antes de acudir a este simbólico museo, el príncipe mantuvo una entrevista con el presidente, Shimón Peres, durante la que se interesó por el reciente viaje a Washington de su anfitrión y ambos repasaron el panorama internacional, con un especial énfasis en la situación del norte de África, pero no abordaron el conflicto palestino-israelí, según aseguraron fuentes diplomáticas.
Durante su visita al Yad Vashem (Museo en Memoria de los Héroes y Mártires del Holocausto), creado en 1953 en la sierra oeste de Jerusalén, contemplaron con detenimiento impactantes fotografías e imágenes cinematográficas, paneles con mapas ilustrativos y los más variados objetos relacionados con la vida y la muerte de los seis millones de judíos asesinados por los nazis y sus cómplices. Mezclados entre el público -el museo recibe entre 3.000 y 5.000 visitantes diarios-, los príncipes pudieron ver recreado el horror de los campos de exterminio y quedaron impresionados por la Sala de los Nombres, donde se conservan los datos personales de unos dos millones de víctimas aportados por sus seres queridos, antes de acceder a la denominada Cripta del Recuerdo. Don Felipe fue invitado a avivar la llama y, junto a doña Letizia, depositó una corona de flores ante el túmulo que recuerda a las víctimas de los campos de exterminio, cuyos nombres destacan inscritos en el suelo de la sala, tras lo que el cantor Asher Aynovitz entonó el emotivo “Rezo por las almas de los mártires”.
Por último, en el Monumento a los Niños, el presidente del Yad Vashem respondió a la firma en el Libro de Honor con un obsequio para los Príncipes: un grabado con la mariposa atrapada entre alambres de espinos cerca de los Pirineos que dibujó durante la Guerra Mundial un judío preso en un campo de concentración del sur de Francia, como expresión de su anhelo por recobrar la libertad.
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