Moshé Silman, el manifestante que se prendió fuego el sábado pasado durante la protesta en demanda de justicia social, falleció a raíz de las heridas.
Silman, de 57 años, sufrió quemaduras de tercer grado sobre el 95 por ciento de su cuerpo. Había sido internado en el Centro Médico Sheba del Hospital de Tel Hashomer, que alberga a la unidad más avanzada del país, en esta especialidad. Los médicos estuvieron luchando por mantenerlo con vida durante seis días.
Las fuentes médicas explicaron que los porcentaje de supervivencia en ese tipo de casos son muy bajos debido a la ausencia de una piel protectora, que hace que el cuerpo sea extremadamente susceptible a las infecciones.
Silman, hijo de sobrevivientes del Holocausto, vivía solo y, según sus amigos, trataba de progresar y vivir con dignidad. Sin embargo, una pequeña deuda con el Seguro Social creció, y lo dejó atrapado en un drama burocrático que lo hundió definitivamente en la ruina económica; una tragedia que terminó con su inmolación en la avenida Kaplan de Tel Aviv, frente a las cámaras.
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