Buenaventura

Por:
- - Visto 740 veces

Al entrar al baño de aquél gran avión, Juan Carlos Buenaventura recordó cómo su vida había sido y seguía siendo miserable. No solamente podemos contar que nació llorando; se sabe, y está científicamente comprobado, que más bien traía el llanto desde la misma matriz. Sus lágrimas fueron parte del líquido amniótico, desde el tercer trimestre del embarazo de su madre.

Entonces lo decidió. Después de haberse asegurado que el cerrojo estaba bien puesto, miró el diminuto retrete. Estuvo a punto de desistir. -Jamás cabré por ahí -pensó.

Sin embargo, su vida miserable le ordenó que debiera hacerlo. Se quitó tranquilamente los zapatos. Orinó. Se lavó las manos -¿cómo hacer lo que estaba a punto de realizar, con las manos sucias?- Apretó el botón “flush” para que el metálico escusado quedara limpio antes de ingresar en él y también, de forma inconciente, para comprobar su funcionamiento. Todo debía ser perfecto.


Fue entonces que comenzó la nada sencilla tarea. Después de todo, sus casi dos metros de altura le significarían alguna o más dificultades.

Primero los pies.

-Qué bueno que no me quité los calcetines -pensó mientras entraba. -Este material debe ser muy frío.

De repente, un inoportuno pasajero, de esos que nunca faltan en los vuelos comerciales, comenzó a golpear a la puerta del baño, insistentemente.

-Está ocupado -pujó Juan Carlos, como para hacer creer al intruso que su estancia en el baño era legítima. -Nadie puede saber lo que está a punto de suceder -se dijo en una voz tan queda que apenas y pudo escucharse.

Una vez que el inoportuno visitante se hubo ido, Buenaventura continuó con su plan. Maniobró arduamente durante varios minutos. Casi se rompió una rodilla, una costilla y la cadera le causó muchos problemas. Por fin, estaba en posición. Tenía ya todo el cuerpo adentro y solamente salían del retrete su cabeza y sus brazos, bien detenidos por los hombros, por supuesto.

Cerró los ojos para gozar en su intimidad, de ese mágico momento. Después de todo, no todos los días se puede vivir una experiencia semejante -interiorizó. Sintió como si el avión hubiera entrado en un cielo más tranquilo y sereno, nada se movía, no había turbulencia. Dejó de oír el molesto ruido de las turbinas. -Si tan solo esta fuera la sensación cotidiana en mi vida de mierda -pensó. -Me quedo con este instante, así me voy.

Estaba listo. Abrió los ojos, estiró la mano izquierda y con el dedo índice accionó nuevamente el funcional y probado “flush”. En menos de un segundo cayó a las entrañas de la aeronave, no se sabe aún si a los ductos internos, a la zona donde se guarda el equipaje o al interior del sistema de audio o vídeo del aeroplano. Lo que sí era definitivo, fue que Juan Carlos Buenaventura, aquél bebé que nació llorando, había desaparecido para siempre.

Afuera del baño, en la cabina, se escuchó un estruendo, como si algo hubiera golpeado el fuselaje. Más afuera, las densas nubes que poblaban el cielo, comenzaron a disiparse.

En la fila 10, asiento “B”, nadie notó la ausencia de Juan Carlos Buenaventura.

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: