Buenos días Shanghái

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Preludio

En los años 1930, creció el desaliento en Alemania, lo que llevó a Adolf Hitler y a su Partido Nazi a tomar el control del país con un apoyo de la población sin precedentes. Su primer objetivo fue el Reichstag (Parlamento), donde sus ideas nacionalistas solucionadas por la violencia hallaron demasiada repercusión debido a la mala situación en la que se hallaba el país. Así, en pocos años el Partido Nazi se convirtió en un bloque fuerte en el Reichstag ganando la mayoría de los escaños. Finalmente, ante la presión, Hindenburg nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933, aconsejado por Franz von Papen. A partir de este momento se inició la creación del Estado nacionalsocialista. A finales de febrero, cuando estaba a punto de concluir la campaña de las nuevas elecciones al Reichstag, el edificio que albergaba al parlamento fue destruido por un incendio y se sospechó que este acto había sido provocado. Los nazis culparon a los comunistas y utilizaron este incidente como un pretexto para reprimir a los miembros del KPD (Kommunistische Partei Deutschlands) – Partido Comunista Alemán) con una brutal violencia; la misma suerte corrió posteriormente el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) – Partido Social Demócrata Alemán). Ningún partido ofreció una resistencia organizada. Finalmente, todas las demás agrupaciones políticas fueron ilegalizadas, se consideró un delito la formación de nuevos partidos, y los nacionalsocialistas pasaron a ser la única organización política legal. Por la Ley de Poderes Especiales del 23 de marzo de 1933, todas las facultades legislativas del Reichstag fueron transferidas al gabinete. Este decreto otorgó a Hitler poderes dictatoriales por un periodo de cuatro años y representó el final de la República de Weimar. El 1 diciembre de 1933 se aprobó una ley mejor conocida como la Ley Habilitante de 1933 (Ermächtigungsgesetz) fue aprobada por el Parlamento alemán el 23 de marzo de 1933. Fue el segundo paso importante, después del Decreto del Incendio del Reichstag, mediante el cual los nazis obtuvieron poderes dictatoriales de manera esencialmente legal. La ley habilitaba al Canciller Adolf Hitler y a su gabinete a aprobar leyes sin la participación del parlamento por la cual el partido nazi quedaba indisolublemente ligado al Estado.


Alemania dejó de lado la República de Weimar y se convirtió en un Estado totalitario al igual que la Italia de Benito Mussolini y la URSS de Josef Stalin. Alemania se desarrolla nuevamente, la economía se levanta con el impulso que le da la industria y la inversión del Estado en infraestructuras.

Gran Bretaña mantuvo su sistema político prácticamente inalterable, al contrario que Francia, que no logró consolidar una organización político-social fuerte. En Asia El Imperio Japonés se consolidaba, afectando los intereses de Europa y EE.UU., especialmente en el Pacífico. Japón crea un «Imperio títere» en China bajo el nombre de Manchukuo. La situación en el resto del mundo no sufrió alteraciones considerables.

En el mitin partidista anual celebrado en Núremberg en 1935, los nazis anunciaron las nuevas leyes que institucionalizaban muchas de las teorías raciales prevalecientes en la ideología nazi. Las leyes les negaban a los judíos la ciudadanía alemana y les prohibían casarse o tener relaciones sexuales con personas de “sangre alemana o afín”. Había ordenanzas secundarias a las leyes que inhabilitaban a los judíos para votar y los privaban de la mayor parte de los derechos políticos.

Las leyes de Núremberg, como se las conoció, no definían a un “judío” como alguien que tenía determinadas creencias religiosas, sino que cualquier persona que tuviera tres o cuatro abuelos judíos, era definida como judía, independientemente de si se identificaba como judía o pertenecía a la comunidad religiosa judía. Muchos alemanes que no habían practicado el judaísmo durante años fueron presa del terror nazi. Incluso aquellos que tenían abuelos judíos pero que se habían convertido al cristianismo eran definidos como judíos.

El 12 de marzo de 1938 se realizó la inclusión (Anschluss) de Austria dentro de la Alemania nazi como una provincia del III Reich, pasando de Osterreich a Ostmark (Marca del Este). Estos fueron los primeros grandes pasos en la expansión de Alemania largamente deseada por Adolf Hitler. En ese mismo año la situación se volvió rápidamente más difícil para los 200.000 judíos y otras minorías en Austria y Alemania. La única manera para escapar del nazismo era dejar Europa. Para poder salir se tenían que presentar pruebas de la emigración, por lo general un visado de una nación extranjera, o un billete de barco válido. Esto fue difícil, sin embargo, porque en el 1938 Conferencia de Evian 31 países (de un totalde 32, que incluye Canadá, Australia y Nueva Zelanda) se negó a aceptar inmigrantes judíos debido a su miedo a la Alemania nazi.

El único país dispuesto a aceptar judíos fue la República Dominicana, que ofreció a aceptar hasta 100.000 refugiados en condiciones generosas.

El ángel de los ojos rasgados

En 1935, Ho Feng comenzó su carrera diplomática en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de China. Su primer destino fue en Turquía. Posteriormente fue nombrado Primer Secretario de China de la Legación en Viena en 1937. Cuando Austria se adjuntó con la Alemania nazi en 1938, y la legación se convirtió en un consulado, Ho fue asignado el cargo de Cónsul General.

Cuando Austria ya era parte de la Alemania nazi en 1938, la legación China se convirtió en un consulado, Ho Feng fue asignado el cargo de Cónsul General quien actuando contra las órdenes de su superior Jie Chen (陈介), el embajador de la República de China en Berlín, Dr. Ho comenzó a emitir visados a Shanghái por razones humanitarias.

Ho comenzó a emitir visados a Shanghái por razones humanitarias. 1,200 visas fueron emitidas por él, en los primeros tres meses de ocupar un cargo como Cónsul General aunque en ese momento no era necesario tener un visado para entrar en Shanghái, pero los visados permitieron a los judíos abandonar Austria. Muchas familias judías viajaron a China, donde la mayoría de ellos más tarde pensaba partir hacia Hong Kong y Australia. Ho Feng continuó la expedición de los visados hasta que recibió la orden de regresar a la República de China en mayo de 1940.

El número exacto de visados a cargo del Dr. Ho a los refugiados judíos no se conoce, para muchos que fueron salvados a través de sus acciones es desconocido, el número puede ser de miles.

Las acciones de Ho en Viena fueron inadvertidas durante su vida (excepto que tenía una mancha negra en su archivo del personal por desobedecer órdenes), pero fueron reconocidas sus acciones fueron reconocidas póstumamente cuando en Israel le concedieron el título justo entre las naciones por la organización Yad Vashem en 2001.

Más adelante, Ho Feng sirvió como embajador de la República de China en otros países, que incluyeron a Egipto, México, Bolivia, y Colombia. Después del retiro en 1973, Ho radicó en San Francisco en los Estados Unidos, donde él escribió sus memorias, 40 años de mi vida diplomática. Ho Feng murió en San Francisco en la edad de 96.

Destinación

En la década de los años treinta del siglo XX, la ciudad portuaria de Shanghái, junto al delta del rio Yangtsé, en China, se convirtió en el último refugio para muchos europeos. Un asilo del mundo al que llegaron los judíos alemanes y austriacos que escapaban de la represión del gobierno alemán presidido por Hitler, en un tiempo en los países europeos y americanos les habían cerrado sus fronteras.

En 1937, después dela Batalla de Shanghái, la ciudad cayó en manos de los japoneses que ocuparon hasta 1945. A pesar de la presencia nipona, Shanghái tenía el estatuto de ciudad abierta. Era una gran colmena en la que convivían gentes de todo el mundo y que ofrecía terribles contrastes entre la opulencia de los barrios de la antigua colonia inglesa, con grandes edificios, teatros, casinos, bancos, lujosos restaurantes y cabarets, y la miseria de la mayoría de la población china, que se hacinaba en el suburbio de Hongkou, insalubre y de extrema pobreza.

Más de 30.000 personas lograron alcanzar sus costas antes de que el estallido de la II Guerra Mundial acabase con este asilo, al estrecharse la colaboración entre Alemania y Japón. Colocaron a los refugiados en la zona más pobre y densa de la ciudad. Su vida allí no iba a resultar nada fácil. Sin alojamiento, sin trabajo, sin ninguna pertenencia, con un desconocimiento absoluto de idioma y costumbres, todos estos emigrantes, la mayoría intelectuales, tuvieron que luchar frenéticamente por obtener un puesto de lavacoches, botones, mozo, transportista, camarero, barrendero… Cualquier oficio que les permitiese sobrevivir con sus familias.

Las familias judías locales y las caridades judías americanas les ayudaron con el abrigo, el alimento y la ropa. Las autoridades japonesas intensificaron cada vez más con severas restricciones, pero el ghetto no fue emparedado y los residentes chinos locales con sus condiciones de vida que estaban a menudo malas, no se fueron.

El Shanghái de finales de los años treinta, bajo ocupación japonesa, era una ciudad de extremos: un centro financiero internacional con más de trescientos bancos y lujosos hoteles, pero también una ciudad portuaria plagada de prostíbulos y fumaderos de opio; una ciudad en la que los míseros barrios como el de Hongkou, que terminaría convertido en gueto judío, contrastaban con las opulentas concesiones internacionales.

Acerca de José Kaminer

Realizó varios estudios en Historia Universal, Literatura Universal y Hebrea. Más tarde siendo autodidacta sus conocimientos sobre Historia de Israel se destacaron en producciones escritas, en un principio por medio de artículos en "Foro" a partir de 1993 y posteriormente en la publicación de su libro "Encrucijada".Ha incursionado también en géneros como poesía, cuento y novela histórica. Desde el 2006 escribe también en la revista "Expresiones" y en 2007 obtuvo el premio APEIM de periodismo.

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