Carta al filósofo y Gran Maestre de la Nueva Caballería Andante Felipe Navarro Yale y Tico Medina.

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LOS PADRES DE UN ORIGEN, DE UN REINADO Y SIMPATIZANTES DE ISRAEL.

Bajo la arena de un desierto de nieve y de pinos, de una Luna en plata, semidesnudo encontré su descendiente un enigmático círculo.
Agachado ante la perfección de una llama prendida, cuya luz iluminaba el cuerpo de un joven que quería ser escritor, encontró? tal deseo el acompañamiento de los lobos grises, y su culminación en el líder del lobo blanco. En tal catarsis colectiva, acuciada por mantenerse fuera de los convencionalismos, los reyes de la magia de la llama le enseñaron a crear su propio fuego. No hacía mucho que acababan de derrumbarse las torres gemelas, ni tampoco del ínclito invento de los viajes en el tiempo, el auge de las novelas de ficción, para encender el fuego sagrado. No se trataba de robarle el fuego a los dioses, sino más bien de bañarse y purificarse en él. En tal pasión, y encontrando tal elemento en las aguas de sus sentimientos, se han forjado los guerreros de las letras, escuela sagrada de quién fue su maestro Felipe Navarro Yale, y nos llevó a sentir el primer descubrimiento del fuego por el hombre en la prehistoria.

No podía faltar en este sentido su amigo Tico Medina, partidario del método; sudor y sacrificio en una profesión para valientes, no apta para la negligencia de los que no defienden a los inocentes, no válida para esa enorme masa cancerígena que colabora en destrozar el tejido humano y social, y amenaza la vida de los que arrojan un poco de luz, tampoco se lo merece el grupo de los “creyentes” con derecho a todo, mientras tiran los balones fuera, hacia los trabajadores, independientemente del nivel. Estos guerreros de la noticia, nada tenían que ver con los enchufes de “la quejicosa”, ni la complacencia de los Gin-tonic en una playa compuesta de pereza y vanidad a partes iguales.


Entre lo retro y lo vanguardista estos reyes conservaron su legítimo reinado. De sabios es reconocer que jugaban en una liga aparte y en la época más talentosa del periodismo. Yale escribí el guion de una película que fue un éxito, también fuera de este país, y escribí diecisiete libros, algunos de ellos con Tico Medina, los dos tuvieron a la televisión recién nacida en brazos, e hicieron de ella un verdadero arte que aún se conserva, pese al descalabro de los bajos parámetros morales y estéticos devorando las pocas neuras que le quedan a los espectadores.

Escribieron miles de artículos, conocieron e hicieron radio, fueron periodistas de los más importantes periódicos de la época, en definitiva, se jugaron el pellejo, cada día, para que los demás supiéramos lo que pasaba y no pasaba en el panorama nacional e internacional.
Y así quedó? escrito en testimonio la crónica de la sociedad de miles y miles de españoles.
Estos dos maestros tenían un lema; el quemazón de las ascuas abrasándote el pecho, el trabajo hasta el desmayo por la recompensa de lo que más amaban; informar a los lectores, gente que se acerca a por una barra de pan y a por un periódico, sin más identidad ni pretensión que la del bien para todos.
De cada trabajo hicieron un esfuerzo verdadero, un ataque por los cuatro costados contra lo deshueto y destartalado del muñeco flácido; quiere serlo todo y mandar a todos por su supuesta mágica divinidad.

Estos periodistas sabían estar en todas, si había que pasar hambre se pasaba y si había que reírse en un hotel también. La hechura del mito de estos dos pioneros coincide en una ?poca de transformación. Tenían carisma e inteligencia, pero sobre todo tuvieron corazón, quiz? por ello y por entrar en la historia pagaran el precio de ser los mejores. Si quieres vivir el periodismo échate a la calle y vive como uno más. Con tal implacable ?tica de trabajo hicieron de su palabra ley. A estas dos almas le deben todo las generaciones posteriores, entrevistaron a estrellas del cine norteamericano, a presidentes, dieron varias vueltas al mundo conociendo todo tipo de personas, lugares, anécdotas, circunstancias y expresiones del mundo en su más amplio sentido, les deben la carrera, la fama y la cartera innumerables artistas, cantantes, actores y un sin fin de personajes de una época, repetimos; de sangre y agallas, de talento puro, unido al más fuerte e intenso de los trabajos, siempre a contrarreloj.
La llama del triunfo es más grande de lo que ni ellos pudiera imaginar.
Es la Victoria de una Vida.

Gracias a los dos.

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