El imposible dilema de la guerra en el norte de Israel

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Este miércoles fue uno de los días más duros en la reciente escalada entre Israel y Hezbolá. La organización terrorista proiraní libanesa logró enviar dos drones explosivos sin que fueran detectados; estos impactaron en la aldea drusa israelí de Horfesh, en una cancha de fútbol en la que había varios jóvenes, y dejaron a más de 10 personas heridas, una de extrema gravedad.

El israelí promedio siente hoy que Hezbolá es quien decide el tono, el ritmo y la intensidad de acuerdo a sus consideraciones. Dado que la escalada de parte de Hezbolá es constante, que se amplía el alcance de sus cohetes y drones y se multiplican los ataques, el clamor por una respuesta más contundente va en aumento.

Y la pregunta —que no está claro si acaso se puede responder ahora— es si la razón acompaña a quienes deciden esperar, o a quienes exigen lanzar ya una guerra de gran envergadura contra Hezbolá.


El ejército y la Fuerza Aérea están prontos, según se ha anunciado repetidamente. Pero hay numerosas tropas ocupadas aún en la Franja de Gaza, y eso es clave. Sin embargo, lo que ahora parece frenar las cosas es la reanudación de los intentos por recuperar a los secuestrados en manos de Hamás en Gaza.

Según Ron ben Yishai, el gran analista militar del portal Ynet, uno de los motivos principales de la escalada en los ataques de Hezbolá a Israel es su intento de “ayudar a Hamás” en las negociaciones con Israel. El problema es que, según aclara Hamás, no tienen realmente nada novedoso que responder, ya que su exigencia se mantiene: alto el fuego permanente y retirada total de Gaza.

Hezbolá aprovecha la compleja situación de Israel, donde también hay gran presión interna para llegar a un acuerdo y liberar a los secuestrados, e intensifica sus ataques estimando al parecer que, a pesar de las presiones, el gobierno no decidirá ahora lanzarse a una guerra amplia. Uno de los problemas al respecto son las declaraciones duras y categóricas del primer ministro Netanyahu y su ministro de Defensa Gallant, que no van respaldadas por los hechos, al menos no en la envergadura necesaria; y eso daña aún más la capacidad de disuasión. Si hicieran más y hablaran menos, quizás la situación sería mejor.

Israel no tiene miedo de lidiar con varios frentes a la vez, pero entiende lo complejo de ese escenario al no tener suficientes efectivos. Cabe recordar que ahora hay guerra en Gaza, guerra en el norte, alerta ante los hutíes, ante Irán, ante las milicias chiitas en Irak y Siria, la lucha antiterrorista en Judea y Samaria y demás. ¿Qué otro país lidia con tantos desafíos a la vez?

Es difícil decidir dónde está el punto del equilibrio mágico entre no permitir más que Hezbolá decida cuál es el curso de los acontecimientos, y por otro lado no responder de una forma que arriesgue al país a verse arrastrado a una guerra impensada orquestada por Irán —patrón de Hezbolá—, con riesgos mucho mayores aún que los notorios de hoy.

Está clarísimo que habrá que asestar un durísimo golpe a Hezbolá. También está claro que no se puede arruinar la posibilidad de recuperar a los secuestrados. También está clarísimo que el arsenal y poderío militar de Hezbolá supera enormemente al de Hamás, lo cual significa que el desafío no es sencillo.

El problema central, tanto en el caso de Hamás como el de Hezbolá —aunque especialmente en este último por su envergadura—, pasa por tres puntos muy complejos:

  1. Israel lidia con organizaciones terroristas que de hecho son “supra- Estados”, que usan el territorio del país en el que operan (Líbano como Estado independiente y soberano, la Franja de Gaza en la práctica como zona autónoma) para atacarle.
  2. Esas organizaciones usan los espacios civiles de la población a la que dicen representar para sus propósitos armados, lo cual hace imposible que al combatírseles no mueran también quienes formalmente no son terroristas, aunque en muchos casos sean colaboradores.
  3. Tanto Hamás como Hezbolá, cada uno a su manera, tienen una agenda abocada exclusivamente a un objetivo: dañar a Israel, matar todo lo que puedan, destruir si lo logran. No es una agenda en pro de su ciudadanía y su gente, sino contra Israel. Y es muy difícil enfrentarse a un mal tan absoluto, que no santifica la vida y quiere sembrar muerte.

Agrego un cuarto punto referente a la actitud del mundo, lo cual va más allá de Hamás y Hezbolá. La combinación de propaganda palestina que miente y distorsiona, de antisemitismo en muchos lares y de tendenciosidad antiisraelí por diversas razones, enceguecen y hacen que muchos en el mundo libre no tomen conciencia de lo que aquí está en juego, a qué se enfrenta Israel. El tema no es la preocupación por civiles muertos, que claro que los hay, ya que en todas las guerras hay muchísimos más y no hay punto de comparación entre las reacciones ahora y las que se dan en otros casos. El mundo, con sus condenas, críticas, exigencias de alto el fuego a Israel y demás, de hecho trata de quitarle las herramientas para defenderse.

Y ya imagino con claridad lo que ocurrirá cuando Israel decida finalmente lanzar contra Hezbolá la guerra que merece. Será imposible distinguir entre Hezbolá y la población libanesa en la que se inserta, tal cual hizo Hamás en Gaza. Casi imagino ya los desgarradores videos de Hezbolá sobre los niños muertos en el Líbano. Para que eso no pase, el mundo tendría que haber presionado a Hezbolá ya desde 2006, al quedar en claro que no cumplía con la resolución de la ONU que exigía su alejamiento de la frontera. Nunca la cumplió. Permaneció en el sur libanés, se insertó plenamente entre la población, tiene las casas llenas de cohetes y armas… y cuando Israel ataque morirá gente. Será inevitable. Y no solo Hezbolá, también el mundo tendrá la culpa.

Acerca de Ana Jerozolimski / Semanario Hebreo JAI

Periodista, con sede en Jerusalem que cubre a Israel y los palestinos. Dedicada a los asuntos de Medio Oriente y cobertura especial de uruguay.

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