El legado de Hugo Chávez (1954-2013)

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Le pregunto al economista Raúl Feliz cuál es el legado económico de Hugo Chávez. Me contesta con dos palabras: “un desastre”. Venezuela es un país rico que está quebrado. Y es que los recursos abundantes se han administrado muy mal. En lugar de que tecnócratas estuvieran a cargo de puestos técnicos, Chávez los puso en manos de políticos que gastaron a manos llenas, amén de la corrupción de muchos de ellos quienes estos años se enriquecieron enormemente.

Dice Feliz que, si bien entiende el ideal de Chávez de una mayor justicia social, su estrategia falló. La Venezuela chavista no aprendió de los errores de la Cuba castrista. Desde que llegó al poder en 1999, Chávez implementó un proyecto estatista. Expropió muchas empresas; grandes (petroleras, eléctricas, siderúrgicas, cementeras, financieras y telefónicas) y pequeñas (envases, sanitarios y tuberías). Impuso una serie de restricciones a la inversión privada y controló varios precios de todo tipo de bienes y servicios. También fijó el tipo de cambio. No sorprende, entonces, que Venezuela sea el país número 174, de 177, en el Índice de Libertad Económica que calcula la Fundación Heritage (la Cuba comunista está dos lugares abajo, en el 176).


Los malos datos de la economía venezolana abundan. El 95% de las exportaciones del país son petroleras. La inflación, de acuerdo a datos oficiales, es de 26% al año. Muchos productos están subsidiados, incluyendo varios importados. La gasolina, por ejemplo, es prácticamente gratis. Como el Estado gasta a manos llenas, dentro y fuera del país, el ingreso petrolero no les alcanza. El déficit del sector público es equivalente a 18% del Producto Interno Bruto (en México es dos por ciento). Durante la gestión de Chávez, la moneda local se ha devaluado frecuentemente. La última ocasión fue en febrero en que el bolívar perdió 32% de su valor frente al dólar.

En suma, el legado económico de Chávez efectivamente es un desastre.

En cuanto a la política, aunque Chávez no desmanteló la democracia venezolana, sí le quitó varios de sus elementos liberales. La nación sudamericana es lo que el comentarista Fareed Zakaria ha caracterizado como una “democracia no liberal”. Si bien los líderes políticos son elegidos en elecciones razonablemente justas, una vez electos se encargan de concentrar el poder, remover contrapesos institucionales, debilitar a la oposición, abusar de los derechos humanos y cerrar espacios de libertad.

De acuerdo con un reporte de Human Rights Watch, “tras sancionar una nueva Constitución que consagró amplias garantías de derechos humanos en 1999 —y superar un breve golpe de Estado en 2002— el presidente Chávez y sus partidarios desplegaron una estrategia de concentración de poder. Tomaron el control del Tribunal Supremo de Justicia y debilitaron la capacidad de periodistas, defensores de derechos humanos y otros venezolanos de ejercer sus derechos fundamentales. Al inicio de su segunda Presidencia, la concentración de poder y la erosión de garantías de derechos humanos permitieron que el gobierno gozara de plena discrecionalidad para intimidar, censurar y perseguir judicialmente a venezolanos que criticaban al Presidente o se oponían a su agenda política”.

Si la economía es un desastre y en la política hay cada vez menos libertades, ¿por qué Hugo Chávez era tan popular en Venezuela? Hay que recordar que en octubre ganó las elecciones presidenciales con más de ocho millones de votos equivalentes a 55 por ciento. Una explicación tiene que ver con el indudable carisma del personaje. Otra con el atractivo de los venezolanos por un “hombre fuerte” que reconstruyera al país después de las calamidades producidas por los partidos tradicionales en los años noventas.

Pero quizá lo más importante es que Chávez logró construir una base social de apoyo. Gente pobre, desempleada, que de repente tuvo acceso a una mejor educación y salud, a viviendas (muchas de ellas confiscadas), a empleos en el sector público y a productos subsidiados por el Estado. Lo que construyó Chávez, quien ayer falleció, fue un régimen populista que le dio los votos suficientes para reelegirse, pero que tuvo un costo económico exorbitante. Ni los aproximadamente 90 mil millones de dólares al año de exportación de petróleo, en un país de 30 millones de habitantes, le alcanzaron.

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