El monoteísmo, la creencia en un solo D-os
“Shemá Israel, Adonai Eloeinu, Adonai Ejad”. Escucha, oh Israel, Adonai es
nuestro D-os, Adonai es Único. Esta oración es una base con el contenido
principal de la creencia religiosa judía: un D-os Único, Uno solo. Está escrita
en la Torá, en Devarim (Deuteronomio) y forma parte también de la liturgia
judía. Es una expresión que el pueblo judío ha recitado en todas las partes del
mundo en las que se ha encontrado, y que lo ha mantenido unido en su fe y
creencia monoteísta, y llevado a cumplir con la ley judía, con las mitzvot, los
preceptos.
El monoteísmo ha sido, indudablemente, un rasgo característico del pueblo judío
a lo largo de su milenaria historia. En la antigüedad le costó persecuciones y
matanzas, de parte de paganos o de quienes solo creían en el poder terrenal del
hombre; mas luego la humanidad comprendió la idea de un solo D-os, y millones de
personas, desde diferentes creencias, abrazaron este concepto, consagrado luego
de la religión judía especialmente en las religiones que de ella se
desprendieron: el cristianismo y el Islam.
Ahora, cabe agregar que el monoteísmo judío no fue el único monoteísmo que
existió en los años antiguos. En Egipto, Amenofis IV (también conocido como
Ajnatón) estableció, como lo menciona André Néher, un “momento de monoteísmo:
instante pasajero, puesto que el sucesor inmediato… Tut Ank-Amón… devuelve a su
sitio las reglas convencionales, y restablece, en toda su rígida fijación, el
culto a Amón…”. Por más que no duró mucho, el culto establecido por Ajnatón debe
contarse, según el nombrado autor, entre los monoteísmos. En el llamado Himno a
Ajnatón, hay una línea que dice “Oh, Dios único después de ti no hay nada”. Hay
otros ejemplos que el ensayista Alejandro Oliveros rescata y los denomina
“monoteísmos paganos”, refiriéndose a ciertos casos, en los que en la mayoría la
única divinidad era el sol. Incluso los incas llegaron a establecer la creencia
en el sol. También se nombran a este tipo de creyentes (en una deidad única pero
atribuida a un objeto de la naturaleza, o que se manifiesta de distintas formas
o religiones) como “monólatras”.
Entonces, si hubo otros monoteísmos (y monolatrismos) en la antigüedad, ¿cuál es
la particularidad del monoteísmo judío y por qué trascendió tanto? Aparte de que
es un monoteísmo que perduró en el pueblo en vez de ser meramente transitorio, y
perteneciente de manera fuertemente arraigada a un pueblo que sobrevivió cuando
los demás se fueron extinguiendo, es un monoteísmo ético. Esta última es una
virtud sobresaliente y determinante del pueblo judío.
El monoteísmo ético, una creencia profundamente moral
El monoteísmo ético implica una serie de cuestiones trascendentales además de
creer en un solo Di-s: se desprenden principios morales y normas éticas que
organizan un modo de vivir y ver la vida. Es la creencia en un solo D-os y la
realización terrenal de esa ley e inspiración divina, traduciendo en actos y
pensamientos las enseñanzas que obtenemos de D-os, el cumplimiento de los
preceptos como personas y como pueblo.
El pueblo judío como Pueblo Elegido por D-os, es el encargado de la aplicación y
transmisión de esta moral, y cuenta con las fuentes sagradas para guiar sus
pasos por el camino de la redención. Es en base a estos pensamientos, estas
filosofías, reflexiones, a la fe, que el mundo judío va a focalizar las visiones
de un mundo de libertad y justicia. Libertad, gracias a la cual los individuos
somos precisamente personas libres, con posibilidad de elegir. Hacemos y no
hacemos por nuestra propia voluntad, disfrutamos de nuestros logros, asumimos
nuestros errores, somos responsables. La libertad y la responsabilidad podemos
verlas remarcadas en dos fechas importantes dentro del judaísmo: Pesaj y el Yom
Kippur.
Aprendemos de Pesaj que fuimos esclavos, sometidos bajo el yugo del faraón.
Fuimos liberados por el brazo extendido de D-os, pasamos de ser un pueblo
oprimido a ser una nación libre rigiéndose por sus propias normas bajo la
soberanía de los propios gobernantes. Y en lo respectivo a Yom Kippur, somos
perdonados por nuestros pecados cometidos a lo largo del año, y vale hacer aquí
una observación: como lo explica el rabino Sergio Bergman, en el judaísmo con el
correr de los años se pasa de la doctrina del “día de la expiación” a la
doctrina del “día del perdón”, con lo cual nuestras acciones erradas no son
completamente borradas como si nunca hubieran existido, sino que asumimos
nuestra equivocación, meditamos en ella y somos perdonados, siendo responsables
por lo que hicimos.
La justicia es otro componente fundamental del monoteísmo ético. “Justicia,
justicia perseguirás” está escrito en Devarim (16:20). “Una de las Mitzvot que
se exige de cada judío, es juzgar al prójimo “hacia el lado positivo de la
balanza” cuando se lo encuentra en un estado en el que se puede confiar o
sospechar (Pirkei Avot 1:6)” explica el rabino Daniel Oppenheimer. La justicia
como aspiración máxima de realización de un mundo mejor, el dar y recibir lo que
corresponde, el juzgar con ojo crítico por medio de parámetros correctos y no
tendenciosos escondiendo malos propósitos, es lo que podemos hallar en nuestras
fuentes. Y que, continuando por la senda del judaísmo reflejo de rectitud, los
pensadores judíos modernos saben interpretar e implementar en esta época de la
historia en la que vivimos. Tomamos en este punto, unas líneas de Gustavo
Perednik, que escribe que la justicia es “…la primera de todas las leyes que, de
acuerdo con el judaísmo, la humanidad (y no exclusivamente los judíos) está
obligada a cumplir. Esta obligación puede ser considerada como el máximo
mandamiento judaico. En el escueto lenguaje talmúdico se denomina “dinín” y
comprende la administración de la justicia, la creación de tribunales, el
imperio de la ley o, en términos más modernos, el estado de derecho. El estado
de derecho, que es la base real de la democracia, se enraíza en el judaísmo. Ese
estado implica no solamente el legítimo gobierno de la mayoría sino, lo que es
fundamental, los derechos de las minorías gobernadas”. Justicia perseguiremos,
para todos, para las personas, para que vivamos en un mundo justo, de
cumplimiento de la ley, de respeto por los sujetos. Por eso entendemos al
monoteísmo ético como un aporte judío a la humanidad; ante la obligación de toda
la humanidad de ser una correcta administradora de justicia, el judaísmo provee
las bases, siembra los ideales que van a permitir una óptima aplicación de esa
justicia.
El pacto judío
Este pacto entre el pueblo judío y D-os, que estamos profundizando a través del
monoteísmo ético, es deliciosamente descripto por Marcos Aguinis en su discurso
“El orgullo de ser judío”: “…sacraliza la vida, los derechos y las obligaciones
de cada persona, que compromete el cuidado del planeta, de los animales y un
respeto sin precedentes por el distinto, por el extranjero…El monoteísmo ético
incluía la hermandad de la raza humana. Todos provenimos de una pareja mítica,
Adan y Eva. Y como si no fuera suficiente, hubo un diluvio y después se
consolidó el origen común a partir de otro padre de todos: Noé”.
El escritor Eduardo Galeano, que en reiteradas ocasiones expresa ideas
antijudías, opina: “En sus 10 mandamientos, Dios olvidó mencionar a la
naturaleza. Entre las órdenes que nos envió desde el monte Sinaí, el Señor
hubiera podido agregar, pongamos por caso: “Honrarás a la naturaleza de la que
formas parte”. Pero no se le ocurrió”.
Frente a tantos temas que comprende el monoteísmo ético, abordados con suma
profundidad y no escatimando ante las complejidades del mundo, para responder a
Galeano vale simplemente volver a citar el discurso magnífico de Aguinis: “Otro
elemento notable del monoteísmo ético, que aún no fue reconocido debidamente, es
el compromiso con la ecología. El hecho de dejar descansar la tierra y respetar
a los animales merece admiración. En el Tanaj existen abundantes versículos de
inspirada poesía sobre árboles, frutos, flores, plantas, valles y colinas, que
se aman y elogian. Theodor Herzl, antes de morir, creó el Keren Kayemet. Su
misión, además de comprar tierras para permitir un legal crecimiento del Ishuv,
fue plantar árboles y fertilizar la tierra”. Lo cual nos da una vista panorámica
acerca del amor judío, antes y ahora, por la naturaleza. El cuidado y la
preocupación en conservar el medio ambiente se refleja ya sea en el Tanaj o en
los emprendimientos del sionismo, fiel muestra del compromiso judío infaltable
en la consecución de los objetivos con el entorno natural que lo rodea.
Concluímos entonces con este repaso sobre el monoteísmo ético, afirmándolo como
aporte judío del cual creyentes y no creyentes se pueden valer para construir un
mundo libre y justo, en el cual los más altos valores se vean encarnados en las
más nobles virtudes, la ley regule nuestra convivencia, y nuestras vivencias
sean provechosas. Y de parte de un creyente en D-os, con el convencimiento de
que obrando acorde a sus principios, la vida humana será más fresca,
satisfactoria y productiva, con libertades y responsabilidades que nos permiten
aprovechar y nos piden cuidar los regalos que tenemos.
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