Un hombre estaba en un campo de exterminio nazi al final de la guerra. Con él se encontraban muchos soldados rusos cautivos de guerra. Un día los nazis dijeron:
—Les daremos un pan a cada quien para que, cuando vengan los aliados, ustedes digan cuán bien los hemos tratado.
Este hombre se emocionó mucho con la noticia, al igual que los rusos, quienes no estaban en condiciones tan patéticas. Cuando logró formarse, pudo conseguir dos panecillos, extremadamente pequeños, pero algo de comida al fin, gracias a Dios.
Sin embargo, su alegría no fue duradera, pues un corpulento ruso le ordenó darle los panes. El hombre se opuso con las pocas fuerzas que le quedaban, pero el otro prisionero lo golpeó hasta casi dejarlo inconsciente… y sin su alimento. Sus últimos pensamientos antes de caer en un profundo sueño fueron:
—“Dios mío, ¿por qué? ¿Por qué me mantuviste vivo hasta ahora, sólo para matarme de hambre?”
Despertó horas después bajo un radiante sol… algo extremadamente raro, pues las bestias nazis solían despertar a todos mientras todavía era de noche. Cuando volvió en sí por completo, se levantó y se percató de que habían sido liberados. También notó que todos los prisioneros estaban muertos en el piso.
Ahí se dio cuenta de que, en realidad, Dios sólo quería salvarlo, pues los panes estaban envenenados. Por eso fue atacado, con tal de que no los comiera…
Excelente relato HaShem tiene sus caminos difíciles al momento pero justos al final.