Manejaba mi auto rumbo a mi trabajo, el semáforo estaba en rojo, de modo que me paré.
Ahí estaba ella con su miseria, tanto por dentro como por fuera de su ser; un vestido lleno de mugre, gorda ella, y chimuela
se acercó me pidió una caridad…
Soy una persona abierta para la empatía con limpia parabrisas, vendedores ambulantes y algunos limosneros.
Pronto dialogaba yo ya con ella.
– Como ha estado me preguntó.
Bien y tu.
Bien también; sonreía al tiempo que me contestaba.
Yo me preguntaba ¿cómo puede sonreír una persona en su paupérrima condición?
El como esta Ud. y la respuesta bien con una sonrisa, se repitieron muchas veces mas; finalmente la deje de ver.
Pasado algún tiempo por otra calle, por otros caminos se me acercó una vendedora ambulante ofreciéndome fruta fresca.
-¿No se acuerda de mi?
La mire con detenimiento, era la misma mujer que pedía limosna de antes.
Su cambio físico era tal que no la hubiera reconocido.
Limpia ella, limpio su humilde vestido, más delgada una buena apariencia.
Arranqué y me alejé pensando para mis adentros: Qué cambio más espectacular, más positivo.
No la volví a ver más.
Circulando por una avenida cercana a mi casa, pensando en todo y en nada veo que alguien mueve su brazo con intenciones de ser visto.
Era ella, al verla sentí tristeza y desesperanza.
Ahí estaba andrajosa, sucia, pidiendo limosna otra vez y con un hijo entre sus brazos.
Pensativo y triste me alejé;
aceleré mi auto; sin dejar de pensar que será de ese niño traído al mundo y con ese madre como único sostén…
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