Pobreza y familia

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Como señala Bauman ( Amor líquido. P. 64) los hijos son una de las compras más onerosas que un consumidor promedio puede permitirse en el transcurso de toda su vida. En términos puramente monetarios, los hijos cuestan más que un lujoso automóvil último modelo, un crucero alrededor del mundo, e incluso, más que una mansión de la que uno puede jactarse. En un mundo que ya no es capaz de ofrecer caminos profesionales confiables ni empleos fijos, con gente que salta de un proyecto a otro, traer un hijo al mundo es económicamente firmar una hipoteca con cuotas de valor desconocido y a perpetuidad. Implica exponerse a un nivel de riesgo atípicamente elevado y a una prolífica fuente de miedos y ansiedades. Es así que la política deliberada de ” precarización” llevada adelante por los operadores del mercado de trabajo se ve auxiliada e instigada por las políticas de vida, sean éstas adoptadas deliberadamente o a falta de opciones. Ambas producen el mismo resultado, la descomposición, el languidecimiento de los vínculos humanos, de las comunidades y de las relaciones. Los compromisos del tipo ” hasta que la muerte nos separe” se convierten en contratos ” mientras estemos satisfechos” contratos temporarios y transitorios por definición, por decisión y por el costo pragmático de su impacto- y, por lo tanto, propensos a ser rotos unilateralmente y evitar el precio de intentar salvarlos, toda vez que una de las partes huele una oportunidad más ventajosa fuera de esa sociedad ( Bauman- Modernidad líquida, pág. 173).

En tiempos donde los pobres son marginados y por lo tanto no se le van a generar en el futuro las oportunidades para salir de su condición, cuyas llaves poseen otras clases sociales con las cuales nunca van a interactuar en circunstancias de igualdad, ya que viven en otros barrios y concurren a otros centros de enseñanzas exclusivos para estas castas. Aquel adagio que quienes se han sentado juntos en el banco de una escuela tienden a considerarse iguales, es innecesario, son iguales, por eso están sentados en el mismo banco.

Donde una China, incorporada al mercado, le ha hecho más daño al resto de los países capitalistas que cincuenta años de guerra fría. Donde en mi país, Uruguay, políticas económicas cortoplacistas ha enriquecido a una casta de comerciantes, principalmente importadores, que con sus ganancias impúdicas, generan los grandes números macroeconómicos, los empleos precarios y los recursos tributarios, que permiten hacer políticas asistencialistas que nada solucionan a largo plazo, pero que generan una euforia consumista que ha crecido más que el producto Bruto interno, es decir se basa mas en sensación térmica que en consistencias.


Este mundo tan distinto, especialmente para las clases medias bajas, han generado un nuevo concepto de familia, donde el progenitor masculino muchas veces no forma parte.

¿Por qué los hombres se alejan de las familias? El investigador uruguayo Ruben Katzman sugiere esta dramática decisión estaría influida por la sensación de que están perdiendo legitimidad en su rol de esposos y padres al no poder cumplir con la obligación de aportar buena parte de los ingresos del hogar. Sienten dañada su autoestima en el ámbito externo, por la dificultad de encontrar inserción laboral estable, y en el familiar, porque no están actuando según lo que se espera de su rol. A ello se suma un creciente nivel de expectativas de consumo en los hijos, incidido por el mensaje de los medios masivos de comunicación. El cónyuge se siente así muy exigido impotente para poder enfrentar las demandas y desacreditado.

Asi, la casi totalidad de los países de América Latina tienen porcentajes de hogares con jefatura femenina superiores al 20 %, lo que contribuye fuertemente al fenómeno conocido como ” la feminización de la pobreza”. Los estudios de CEPAL dejan en evidencia la mayor pobreza relativa – muchas veces la indigencia- de los hogares a cargo de una mujer “.

Las consecuencias de pertenecer a una familia en donde el progenitor masculino se halla ausente son muy considerables dice Bernardo Kliksberg, además de lo que significa afectivamente, los padres aportan a los hijos activos fundamentales para la vida. Citando a Katzman señala sobre el rol del padre:la presencia de este es clave para proveer o reforzar ciertos activos de los niños: 1) como modelo forjador de identidades, especialmente para los varones, ii) como agente de contención, de creación de hábitos de disciplina y transmisor de experiencias de vida iii) como soporte material, ya que la falta de aporte del padre reduce considerablemente los ingresos del hogar, particularmente porque las mujeres ganan entre el 20 % y el 50 % menos que los hombres, iv) como capital social, en la medida que la ausencia del padre implica la pérdida de una línea de contacto con las redes masculinas, tanto en el mundo del trabajo como en el de la política, y, además, al cortarse el nexo con las redes de parientes que podría aportar el padre, disminuyen significativamente los vínculos familiares potenciales. La ausencia del padre va significar la inexistencia de todos esos activos. Las consecuencias pueden ser muy concretas. Va a afectar el rendimiento educacional ante el empobrecimiento del clima socioeducativo del hogar, va a pesar fuertemente sobre el desarrollo de la inteligencia emocional, golpea la salud, crea condiciones propicias para sensaciones de inferioridad, aislamiento, resentimiento, agresividad, resta una fuente fundamental de orientación en aspectos morales.

La debilidad del núcleo familiar que, entre otros aspectos, empobrece el rendimiento educativo del niño y su ” capital social” ( red de contactos, pertenencia a asociaciones, etc.) y la falta de preparación son dos factores que van a contribuir a que tenga limitadas posibilidades en un mercado de trabajo caracterizado por altas tasas de desocupación. Sus chances en él son limitadas.

Los nuevos pobres.

En la Argentina, Uruguay y otros países, los profesionales, pequeños y medianos comerciantes, pequeños industriales, cuentapropistas, y otros grupos, se han visto severamente impactados por el descenso global de los estratos sociales de los que forman parte. Así las familias, incluso las judías que habían puesto históricamente todos los esfuerzos en la profesionalización de sus hijos creían que el logro de títulos profesionales sería una garantía de ocupación y remuneración razonable y una posibilidad de ascenso social. Esta ilusión se halla hoy conmocionada. Se ha desenvuelto en la región lo que se denomina un amplio ” proletariado de profesionales”. Este comprende desde la desocupación abierta que hoy castiga a quienes han elegido profesiones humanistas ( filosofía, letras, sociología, etc.) hasta la ingentes dificultades de trabajo de profesiones otrora ideales, como Contador Público, Arquitectura, Medicina y Derecho. Los médicos jóvenes, hasta hace poco ideal de una familia se ven obligados en diversos países, a desarrollar múltiples tareas simultáneas con remuneraciones muy bajas. Los abogados, profesión feminizada, trabajan para grandes estudios masificados, donde el principal activo es la imagen. Es decir, perdurarán en sus empleos mientras sean jóvenes, lindas y competentes. Reciben un sueldo que sin embargo no compensa su salida del hogar.

¿Qué efectos tiene esto en la comunidad judía?

Ana Weinstein señala que en la Argentina, un país con características económicas algo similares al Uruguay, más del 50 % de los hombres judíos y el 30 % de las mujeres estaban insertos en la década de 1980 en la actividad comercial y de pequeña y mediana empresa. Este sector se vio fuertemente afectado por el cierre de miles de establecimientos que no pudieron competir con las grandes cadenas de comercialización en su nivel de tecnificación, su capacitación en estrategias de comercio o su acceso a líneas de crédito.

Creció así con fuerza una periferia judía distinta de la tradicional. Se habla de periferia en las comunidades para referirse principalmente a judíos con vínculos débiles con ellas, en proceso de asimilación o indiferentes. Ellos deben concentrar todo su tiempo y energías en la búsqueda de fuentes de sustentación y, por ende, no están en condiciones de aportar su activismo a las organizaciones comunitarias.

Nora Blastein, explica que los nuevos pobres se parecen a los no pobres en algunos aspectos socio culturales como el acceso a la enseñanza media y superior, el número de hijos por familia, ciertas orientaciones culturales, los parámetros de exigencia en relación con los servicios públicos, etc y a los pobres de vieja data en los aspectos de desempleo, precariedad laboral, falta de cobertura de salud, entre otros.

Para la mayor parte de las personas el descenso económico constituye un golpe muy fuerte para su autoestima y el no poder ” seguir el ritmo” de consumo de sus amistades habituales. También sienten, en ocasiones, la discriminación de aquellos que les señalan explícitamente o tácitamente las diferencias, la ropa que no poseen, las salidas que no pueden realizar. Todo ello desestimula seguir frecuentando los espacios comunitarios.

Bibliografía: La lucha contra la pobreza en América Latina, Deterioror social en las clases medias y experiencias de las comunidades judías, Bernardo Kliksberg y otros.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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