Acaba de aparecer un libro realmente interesante sobre el Holocausto en Letonia escrito por la periodista norteamericana Linda Kinstler bajo el sugestivo título de Ven a este tribunal y llora, donde aborda de una forma personal y muy profesional lo sucedido en este país entre 1939 y 1945.
En el libro adquieren un carácter protagónico uno de los principales colaboradores de los nazis en la “solución final”, Victor Arajs, jefe de la Policía Auxiliar letona tristemente conocida por sus crímenes contra los judíos, y el piloto y héroe nacional de las misma nacionalidad Herberts Cukurs, supuestamente ejecutado por el Mosad por su participación en los mismos hechos. Pero el hilo conductor de todo el libro, donde se relatan sangrientos y siniestros episodios del exterminio de los judíos en Letonia, es el abuelo de la autora, Boris Kinstler, de quien la misma sospecha de que pudo haber cometido las más bárbaras fechorías contra los judíos como miembro de la fuerzas de Arajs o que quizá fue colaborador de la KGB, o ambas cosas al mismo tiempo. lo cual en esa época de guerra, delación y muerte no hubiera sido nada raro.
Entre 1920 y 1940, la Letonia independiente era un país tranquilo y apacible, sin sobresaltos, pero esa calma la vino a romper la ocupación soviética en junio de 1940 para, a renglón, a seguido, en agosto, ser anexionada la Unión Soviética como la nueva República Socialista de Letonia. Entre junio y julio de 1941, tras el ataque alemán a la URSS, Alemania invade Letonia y casi 100.000 judíos quedan atrapados en la gran ergástula en que se convierte el país.
En la Enciclopedia del Holocausto del United States Holocaust Memorial Museum, hemos podido leer lo que sucedió después:”Destacamentos de los Einsatzgruppen (equipos móviles de matanza) alemanes, junto con auxiliares de Letonia y Lituania, masacraron a la mayoría de los judíos letones. Se establecieron guetos en Riga, Daugavpils y Liepaja, las ciudades más grandes. Varios cientos de judíos del gueto de Riga organizaron una resistencia contra los alemanes. Otros pequeños grupos intentaron escapar del gueto”.
Fuente citada y consultada:
https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/latvia
COMPLICIDAD LETONA EN LAS MATANZAS CONTRA LOS JUDIOS
Los letones, concretamente el grupo de Arajs, Cukurs y, seguramente también el abuelo de la autora, colaboraron activamente estas matanzas indiscriminadas de los judíos de Letonia, masacrando algunos en los bosques, en los guetos o enviándolos directamente a los campos de la muerte. La población letona, salvo raras excepciones prefirió mirar para otro lado cuando muchos de los suyos participaban, sin que nadie les obligara, en el asesinato en masa de judíos.
Muy pronto, la mayoría de los judíos ya habían sido exterminados por los nazis y sus verdugos voluntarios letones, tal como nos sigue contando la Enciclopedia del Holocausto: “Los nazis deportaron a miles de judíos alemanes y austriacos al gueto de Riga en 1941 y principios de 1942. Los Einsatzgruppen (nombre de un conjunto de escuadrones de ejecución itinerantes especiales formados por miembros de las SS, SD y otros miembros de la policía secreta de la Alemania Nazi) y la policía asesinaron a la mayoría de ellos. A principios de 1943, solo quedaban en Letonia unos 5.000 judíos. Se concentraron en los guetos de Riga, Daugavpils y Liepaja, y en algunos campos de trabajo. El campo más grande era Kaiserwald, cerca de Riga, y más tarde fue designado como campo de concentración”.
En 1944, ya en plena retirada de los derrotados alemanes, los soviéticos volvieron a ocupar Letonia y ya apenas quedaban algo menos de 5.000 judíos con vida; otros 1.000 regresarían milagrosamente de los campos de la muerte. Los responsables de estos crímenes huyeron tras la derrota alemana y se instalaron en otros países, gozando de la impunidad durante mucho tiempo. El abuelo de la que nos relata esta historia, Boris, desapareció para siempre sin dejar rastro en 1949 y nunca se encontró su cadáver, pero el hecho de que no fuera juzgado por los crímenes cometidos contra ciudadanos soviéticos parece revelar su pertenencia al KGB, aunque durante la guerra hubiera sido cómplice de las matanzas contra los judíos.
El máximo responsable de todos estos nefandos actos, Victor Arajs, fue finalmente detenido en Fráncfort (Alemania Occidental), procesado y condenado a cadena perpetua. Arajs había sobrevivido utilizando el apellido de soltera de su antigua esposa y sin que nadie le molestase hasta su juicio, en 1979. En el acta de acusación se expone que “Hasta finales de 1942, el exterminio de los judíos en territorio letón fue tarea específica de las de las unidades de Arajs…Estos letones sentían un odio fanático por los judíos y los comunistas, y aprovecharon la oportunidad para actuar como espantosos justicieros contra sus oponentes”. Arajs, concretamente, fue responsable de participar personalmente en los fusilamientos Liepaja, Rumbula, Bikernieki y Riga, donde fueron asesinados más de treinta mil hombres, mujeres y niños judíos. Moriría en la cárcel en 1988.
En lo que respecta al aventurero, piloto y héroe nacional letón Herbert Cukurs, huyó a Brasil tras la guerra y aunque fue denunciado como criminal de guerra por la comunidad judía local, nadie hizo nada por expulsarlo de este país y extraditarlo para que respondiera por las fechorías cometidas. Sin embargo, el Mosad le seguía la pista y, en 1965, le tendió una trampa en la capital uruguaya, Montevideo, hasta donde viajó Cukurs y allí fue asesinado por un comando de la organización de inteligencia israelí, presuntamente, aunque nunca hubo pruebas fehacientes e Israel nunca ha reconocido su participación en este acto.
En los últimos años, en Letonia se ha intentado rehabilitar la imagen de Cukurs y tratar de presentarlo como un héroe nacional que no participó en las acciones criminales de sus compañeros de la Policía Auxiliar letona, sino que incluso salvó a algunos judíos de la muerte durante el Holocausto, en un revisionismo que roza el sarcasmo más macabro. Ya se ha estrenado un musical sobre el personaje, se ha publicado una novela glorificando, una exposición fotográfica sobre nuestro “héroe”, varios artículos laudatorios en la prensa e incluso la familia, llevada por el delirio ultranacionalista que embargó al país tras la independencia de la URSS en 1991, ha solicitado que el intrépido aviador convertido en criminal de guerra sea enterrado en el camposanto donde descansan para la eternidad los héroes de la joven nación, el conocido como Cementerio de los Hermanos. En todas estas cuestiones indaga esta obra de una forma magistral y didáctica, pero no por ello deja de ser una obra fallida, en el sentido de que la autora no consigue en su larga investigación de años desentrañar el enigma de su abuelo desaparecido tras las brumas del siempre inescrutable y frío mundo soviético. ¿Fue un vulgar asesino o un héroe?
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