La fe mueve montañas, es algo que aprendí mucho antes de haber visto una montaña. Considerando que nací en una zona que la altura máxima tiene 127,5 metros sobre el nivel del mar y ni siquiera anduve por esa zona, sólo me queda estimar que lo aprendí de la lectura. En Mateo 17:20 hay una referencia a ese asunto, pero aún antes, los judíos saliendo de Egipto se encontraron con montañas. El mismo Mahoma según los musulmanes dejó su huella subiendo al cielo en lo que es hoy la mezquita de la Roca.
Los musulmanes creen que la roca que se encuentra en el centro de la Cúpula es el punto desde el cual Mahoma ascendió a los cielos para reunirse con Dios, acompañado por el ángel Gabriel. En honor a dicho episodio de la vida de Mahoma, fue construido el edificio entre los años 687 y 691 por el noveno califa, Abd al-Malik.
A pesar de la importancia relativa para los musulmanes, el lugar no aparece en el mapa interactivo de los aviones de Ethiad a pesar de pasar a poca distancia del lugar.
Aparentemente la fé también reconoce limitaciones políticas. Una buena razón para seguir siendo agnóstico.
El tema de la fé por ser agnóstico me ha interesado siempre y seguramente estoy esperando algo que me convenza del valor de las religiones. En el pasado he escrito una serie sobre templos pues me considero un verdadero turista recorre-templos. Tan es así, que incluso tengo una serie sobre templos, he aquí el enlace a una de las notas.
Es verdad que no estuve en la Meca, pues estimé que los sauditas no me darán la visa, pero he visitado la mayoría de los grandes templos judíos, católicos y musulmanes y la lista de los mismos llenará la mitad de la crónica. Me conformo con mencionar que en los últimos 12 meses estuve en Jerusalem, Teotihuacán, Chichen Itzá, los santuarios de la Virgen de Guadalupe y de Lourdes y otras decenas de Iglesias y Sinagogas. Se destacan la Catedral de Burgos y las mayores sinagogas judías, las de San Petersburgo y Budapest.
También estuve en este período en Tailandia y he visto al Buda más grande del mundo, una enorme escultura dorada en la triple frontera de Laos, Myanmar y Tailandia, el mayor Buda de oro en Bangkok y otros miles de Budas que seguramente parte de ellos, comento en las crónicas del viaje. Me detengo en especial en el lugar que hasta yo mismo prendí una vela y oré esperanzado que eso ayude.
Me refiero a la cueva del amor en términos simples. Su nombre es la Cueva de Phra Nang a unos minutos de Aonang en Tailandia. El cuento, el mito, la leyenda, no son importantes. Me convencí que los miles de visitantes se sienten muy bien en ese lugar y se van fortalecidos. Tanto los hombres cómo las mujeres, en especial muchos jóvenes, disfrutan de esa hermosa playa y de la visita a la cueva. No deja de ser un poco embarazoso para nosotros, los machos, ver esas esculturas que nos ponen en las proporciones exactas de nuestro lugar en la sociedad.
Una joven mujer que me pidió le saque una foto con su cámara, no se atrevió a cumplir mi pedido al decirle
“Tómalo en las manos, disfrútalo!!”
Como aparentemente dice Buda y lo repito yo, que jamás nos falte!!!
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