Cómo explicar en occidente el conflicto del Medio Oriente

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Analizar a un integrante de la civilización occidental, nos permite definir algunas características que resaltan en esta concepción cultural, que toma su nombre de un punto cardinal – el Oeste – y nace con el desarrollo del imperio griego, en el siglo VI de la Era Cristiana. La permanencia hasta nuestros días del referido término – aun en disonancia con la denominada globalización – genera una determinada línea de definición. La supremacía de la razón humana erigida en el pensamiento descartiano, la explicación de los hechos a través de los sentidos y el conocimiento enfocado en la investigación y el desarrollo humano son los pilares de esa forma de vida. La civilización judeo-cristiana y el llamado pensamiento occidental, mantienen un mismo hilo conductor, que es el que impera en la mayoría de los países europeos y de nuestra América. La convicción de que el hombre está por encima de todas las cosas y la división en cuerpo material y alma espiritual predominan sobre cualquier otro concepto. El progreso de la humanidad bajo los valores de libertad, igualdad y justicia hacen a la supervivencia de la especie. Esta visión de la vida, define los hechos y sentimientos con coordinación lógica.

La civilización islámica – cuyo nombre se origina en el vocablo “salam” o paz – tiene su base filosófico-religiosa en el libro del Corán. Mediante el estudio del mismo se obtiene la verdad divina que permite a sus fieles conseguir la perfección del ser humano, la redención y la bienaventuranza eterna del más allá. El fundamento cultural es de origen religioso y la concreción de dichos preceptos está dado por la interpretación que llevan adelante sabios (profetas) cercanos a la revelación sagrada. El testimonio, la oración, la peregrinación y el ayuno constituyen para las sagradas escrituras coránicas, los sacramentos básicos de todo seguidor de “Ala”.

El “Ayatolla” o líder espiritual reúne al pueblo a través de sus enseñanzas. La Yihad, concepto central en la concepción religiosa musulmana es llevada adelante mediante la lucha o capacidad de lucha que suministra la fe al individuo y lo lleva a una perfección moral y dogmática. Esta perfección espiritual se consigue a través de la denominada Guerra Santa y la aplicación de la ley musulmana o ley Sharia. La ley sharia es la expresión del divino destino y constituye un sistema de deberes que son encargados a un musulmán en virtud de su creencia religiosa. El combate contra los infieles – considerados todos aquellos que no convergen con esa ideología – es el único camino de la fe.


Claro está, que esta visión, no es aplicable a todos los musulmanes, pero no son pocos los líderes políticos que aplican la misma cuando la constitución del país lo establece, como es el caso de Arabia Saudita o Irán.

El Medio Oriente o “Middle East” es una región geográfica que se ubica en el sudoeste de Asia y más allá de las delimitaciones territoriales que pueda hacer cada observador, es posible coincidir en que sus fronteras, van desde el Mar Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico incluyendo las costas del Mar Rojo y el Mar Arábigo. Una vasta zona donde se asientan más de 20 países con una población superior a los 400.000.000 de habitantes que a lo largo del devenir histórico desarrollaron sus propias creencias religiosas y afirmaciones políticas. Las variables económicas, sociales y geopolíticas asumen enormes cambios en la vida de cada una de estas porciones de tierra donde predomina el oro negro y la predica islámica.

El único Estado de perfil occidental, con democracia representativa estable de la región nace en 1948, cuando las Naciones Unidas otorgan el derecho de existencia al Estado de Israel. Algo más de 20.000 kilómetros cuadrados – 1% de la región – que hoy pueblan unos 8 millones de habitantes. El Estado judío, poseedor de este raro privilegio, convivía con ciertos regímenes que aunque monárquicos “coqueteaban” con el estilo occidental como el caso de la República de Irán. En 1979 tras el derrocamiento de Mohamad Reza Pahlavi (“Sha de Irán”) asume en el país, el Ayatolla Ruholla Khomeini que impone férreas estructuras religiosas basadas en el “partido de la revolución islámica” apoyado por las masas oprimidas del país que proyectan un régimen de terror. El carácter mesiánico, intolerante y dogmático del régimen basado en los llamados “guardianes de la revolución” impacta en la escena internacional. Parte del mundo islámico lo transforma en un líder casi divino con fuertes raíces de odio y apoyo a células fanatizadas en el islam y en la postura antioccidental.

Grupos terroristas inspirados en ese ideal, brotan en todo el planeta y el fundamentalismo religioso inyecta terror y discriminación en todo ser que se aparte de los mal llamados deberes coránicos. Estas facciones paraestatales apoyadas por regímenes autocráticos y poblaciones analfabetas poco a poco ganan terreno en la escena mundial a través de su accionar, que amenaza con una guerra cultural a todos los habitantes de la tierra.

La consigna es el odio al diferente. De allí a la fecha resulta incuantificable el número de acciones terroristas, que han generado, entre otras, las organizaciones Al Fatah, El Frente Islámico para la Jihad Armada, el Hizbola, los Muyahidines del Decán, los grupos Talibanes, la Yihad Islámica, Hamas, Al Qaeda, los Hermanos Musulmanes,Boko Haram. Todos ellos con un denominador común, la imposición de la fe mahometana y su lucha contra el que no profesa la misma.

Nuevas técnicas y términos se hacen populares en estas décadas. Hablar de dominación de masas, coches bombas, inmolación, mutilación, decapitación, azotes, ofrenda a Ala, pasan a ser trágicamente cotidianos en la prensa mundial. Cada vez más centímetros y minutos de las cadenas noticiosas enfocan estas realidades y toman estos conceptos con total familiaridad y naturalidad.

En estos ríos de sangre, el objetivo final no es únicamente el sionismo y los judíos. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las torres gemelas de Nueva York, el 23 de Octubre de 2002 en el teatro Dubrovka de Rusia, el 11 de Marzo de 2004 en la estación Atocha de Madrid, el 7 de julio de 2005 en la central ferroviaria de Londres, los ataques genocidas de Kashgar en la República Popular China en Agosto de 2008 y más cerca en el tiempo, el atentado en 2013 a un autobús en Volvogrado (Rusia) o a una iglesia de Peshawar en Pakistán no tuvieron un objetivo judío. Tampoco tienen un fin territorial. Pensar que los ataques buscan la conquista del Paseo de la Castellana o el Distrito de Westminster no son hipótesis creíbles. El móvil tampoco es económico. Sería ingenuo creer que el ataque a un vehículo en Rusia o una línea ferroviaria en Inglaterra obedece a razones de balanza comercial. La única explicación posible es la ideológica. La supremacía de la ley musulmana sobre la concepción occidental de vida.

El planeta alberga en la actualidad decenas de conflictos. En la casi totalidad de los mismos el denominador común es la lucha entre facciones religiosas islámicas. En la República Centroafricana se desarrollan desde hace una década sangrientos enfrentamientos entre bandos cristianos y musulmanes. Libia tras la caída del dictador Muammar Kaddafi, milicias islámicas, enfrentan a fracciones rivales en varias ciudades del país, en la República de Mali, fracciones yihadistas del norte del país buscan el separatismo, en uno de los países más pobres del orbe, Afganistan tras 13 años de enfrentamientos, grupos talibanes desarrollan una escalada de violencia y terror que sumerge al país en una tremenda crisis civil, Irak tras el retiro de las fuerzas norteamericanas, las guerras entre grupos sunitas y chiitas no cesan y mantienen al país absolutamente devastado, Sudan tras la separación en norte y sur cuenta por miles sus muertos y refugiados, En Somalia grupos afines al movimiento Al Qaeda buscan implantar un estado islámico waharabi y en Siria desde hace más de 3 años, grupos enfrentados se desangran internamente a través de un régimen despótico que ejerce Al Assad y que ya llora más de 200.000 de sus propios hijos. Vaya “proporción” entre los conflictos que acechan al mundo y en los que participa ideología islámica!!!

El sionismo no conoce de acusaciones o macabras adjudicaciones de muertes y violencia en objetivos políticos por el solo hecho de imponer su doctrina de fe. El Estado de Israel no confronta por una guerra planetaria, circunscribe su accionar a la defensa de sus habitantes en su órbita territorial. La vida es un regalo supremo y como tal se la venera y protege. El islam entrega la vida en busca de un ideal religioso unilateral y dogmático. Una encuentra en la convivencia el similar de progreso y crecimiento, el otro en la imposición el camino de la existencia.

Hoy vemos imágenes de una nueva confrontación bélica con pérdidas que nos angustian a todos. Una vez que las aguas se aquieten, las hojas de los periódicos e imágenes de la televisión volverán a teñirse de rojo con sus ya acostumbradas presentaciones, hagamos el ejercicio práctico de analizar la autoría de los hechos violentos futuros. No resulta azaroso pensar que los destinatarios se sucederán en el dinamismo del mundo contemporáneo pero habrá una constante inequívoca, el odio ideológico seguirá vigente en el comentario internacional en tanto la aceptación del otro no constituya para ellos una forma de sentir la vida.

José Luis Piczenik

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