El estado de los dos Estados

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En el repetitivo discurso -casi ad nauseam- de “Un Estado para dos pueblos” o “La solución de dos Estados” esgrimido por los líderes políticos de las potencias occidentales que representan el engranaje principal del derecho internacional, resuena como una solución ideal al conflicto entre Israel y Palestina, y aunque ni unos ni otros estén seguros de lo que realmente significa esa frase, saben con absoluta certeza que se traduce en aprobación popular, y les ayudará a rascar un par de votos para sus próximas elecciones.

Biden, Macron, y Pedro Sánchez han insinuado que la vía para la paz consiste en la creación de dos Estados basados -según ellos- en el entendimiento mutuo y la colaboración, su mentalidad sigue atrapada en Sykes-Picot, o en la Conferencia de San Remo ambas del siglo pasado, y están dispuestos a cometer los mismos errores con tal de adjudicarse el título de la perona que llevó la paz al Medio Oriente.

Este mantra adoptado tanto en los atriles de la diplomacia internacional, como en los corrillos de la prensa y las redes sociales, parece más una fórmula mágica que busca ganar la aprobación popular, que una estrategia concreta para la paz.


Es como si la solución hubiese estado siempre ahí y nadie estuviera para verla, y de pronto, con cada escalada del conflicto el genio sale de la lámpara y concede un par de deseos.

Lo cierto es que todos los que abogan de forma apodíctica al son de su conveniencia están esperando -al mejor estilo del teatro griego- que baje Deus Ex Machina y dé con la solución a las disputas territoriales y los enquistes en los imaginarios de los involucrados.

Crear y reocnocer un Estado Palestino de forma unilateral como lo está proponiendo el presidente Sánchez, un acérrimo defensor de la causa Palestina, es solo oficializar ante los Estados miembros de las Naciones Unidas, el primer Estado donde el terrorismo internacional tendrá base y sustento legal, y donde finalmente los promotores de la Yihad Global tendrán vía libre para cumplir con el sueño de los Ayatolás y destruir Israel.

Pero regresando al tema, la complejidad del conflicto israelí-palestino se extiende más allá de las narrativas simplificadas frecuentemente presentadas, los antecedentes son hartos conocidos, y la historia varía dependiendo de a quién se le consulte, y justamente por centrar la atención en los dos actores involucrados en la disputa territorial, es que se sigue insistiendo en estos dos postulados que se han convertido en la pomada canaria del conflicto, eclipsando así cualquier análisis profundo de sus raíces o si quiera de las posibilidades reales de su implementación.

De ahí la nueva solución popular basada en la solución de un solo estado “From de River to the sea, Palestine will be free”.

Enfoques Iluso sería pensar que Hamás atacó a Israel en octubre pasado en una lucha de resistencia, su verdadera intención fue la destrucción diplomática e internacional de Israel, es por esta razón que el análasis debe obviar la comodidad de los lugares comunes y volver la mirada más al este, especialmente a Teherán, para comprender de dónde vienen los intereses para que todo siga como está ahora, y si es posible, que empeore: Jordania es la llave y el cerrojo para una posible solución de dos estados, pero la forma en que se ha desentendido del conflicto es descarada, la población jordana está compuesta por una gran cantidad población procedente de los mismos clanes de los palestinos actuales de Cisjordania y Gaza.

Producto de la partición de 1947, el territorio de la ribera occidental que fue tomado por los jordanos en la Guerra de Independencia de Israel, fue abandonado posteriormente cuando la monarquía Hachemita entendió que anexarse ese territorio y seguir concediendo ciudadanía Jordania a los palestinos significaría una clara amenaza a su poder y un suicidio demográfico.

Mientras tanto… Los países árabes se conforman con enviar algunos dólares para lavar sus conciencias, otros financian agrupaciones terroristas para perpetuar el conflicto y se conforman con alguna condena en la ONU o en La Liga Árabe.

Mantener el status quo del conflicto, tal y como está ahora, permite que sus enemigos chiitas de Irán sigan manteniendo su política exterior concentrada en Israel y no en el debilitamiento de sus monarquías El islam militante encarnado en Irán y sus proxies no descansa en su guerra dialéctica para persuadir al mundo árabe, que la solución al conflicto pasa por la desaparición de Israel y los judíos.

Y aunque los Acuerdos de Abraham dieron una bocana de aire fresco para replantear la estrategia a seguir para alcanzar la paz con Palestina, lo cierto es que estos acuerdos dependen del apoyo de Estados Unidos a Israel y del poder disuasivo que Israel tenga en la región.

Irán está al tanto de esto, es por ello que los ataques del 7/10 inducidos por Teherán, provocaron un cambio en el ajedrez diplomatico consiguiendo tres elementos puntuales: primero, boicotear un posible – que algunos entendidos ya señalanan como inetvitable- acuerdo entre Jerusalén y Riad, para nadie era un secreto que la inteligencia saudí colaboraba con estrecha cercanía con el MOSSAD, intercambiando información que resultaría vital para ambos países, jamás podremos saber si lo que uno y el otro se comparten ha frustrado ataques e incursiones extraterritoriales que han funcionado para la estabilidad de ambos actores, lo cierto es que esta cercanía era tal que estuvo por traducirse en u acuerdo; en segundo lugar, presionar para que Washington reconsidere su apoyo a Jerusalén en una guerra de desgaste, esto se hizo evidente con la abstención del representante estadounidense en el Consejo de Seguridad, y en las constantes presiones de Blinken y Biden para evitar la inevitable incursión en Rafah, el último bastión de Hamás y el lugar donde en apariencia se oculta Sinwar rodeado de una cadena de rehenes; y tercero, cambiar el paradigma de imbatibilidad de Israel en la región, que, sin la incursión en Rafah y la virtual victoria de Hamás, persuadiría a potenciales estados árabes de acercarse a Israel y estrechar relaciones diplomáticas.

Es por ello, que, aunque la sociedad israelí y la opinión pública en la diaspora estén divididas con respecto al accionar de Netanyahu durante la guerra, en este caso el Primer Ministro tiene razón, no atacar Rafah significaría no solo un fracaso, sino la “derrota” moral de Israel y el triunfo de Hamás; los sacrificios de los más de 600 soldados, los miles de muertos en los ataques del 7/10, los secuestrados y el trauma nacional producto de la guerra habrían sido en vano, por lo que la herida en el tejido social israelí no haría más que abrirse y sangrar al borde de la hemorragia.

Finalmente, en el arcano idioma de las relaciones internacionales donde en público los líderes políticos afirman una cosa pero detrás de sus escritorios realizan otras, se sigue insistiendo en la solucion de dos estados para poner fin a la guerra y aplacar los temores no solo de una escalada regional, sino de una guerra mundial, lo cierto es que la eternización del conflicto no sirve a los intereses de ninguna de las partes: mientras Israel observa como se ponen en riezgo sus compromisos internacionales y merma la relación con su prinicpal aliado; y los palestinos siguen padeciendo el flojo liderazgo de la ANP por un lado y el puño de hierro de Hamás por el otro, la victoria se la llevarán los Ayatolás, y el premio los líderes de Hamás en su exilio voluntario en los castillos de oro de Catar, mientras las víctimas son puestas de un lado y otro de la frontera.

*Junior Aguirre Gorgona
T
iene una Maestría en Derechos Humanos y en Educación, es Profesor de Historia Hebrea y Política Global, es fundador del programa de podcasts Show-a, donde actualiza sobre las cuestiones relacionadas con el Holocasuto y Genocidios Recientes.Actualmente se encuentra en proceso de edición su primer libro “Reflexiones sobre la Cuestión Judía”.

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