Cuando pensamos en la inteligencia, generalmente creemos que esta está determinada por el nivel de cociente intelectual o IC que cada uno posee. Sin embargo esto no es del todo correcto, ya que el IC es solo una prueba estandarizada para evaluar nuestra inteligencia general y por lo tanto, puede ser engañoso, ya que nuestro cerebro posee una serie de mecanismos diferentes para ejecutar de manera eficiente las actividades en las que nos vemos inmersos día con día.
Y si realmente queremos ser asertivos en nuestras relaciones interpersonales y en todos los ámbitos en que nos desarrollamos, debemos aprender a utilizar nuestra inteligencia emocional en los diferentes campos que tiene la vida. Ya que muchas veces las emociones nos juegan una mala partida al respecto, principalmente cuando nos dejamos llevar por ideologías o puntos de vista muy extremos.
Debido a que para comprender el poder de las emociones sobre nuestra mente y las razones que generan un conflicto constante entre sentimientos y razón, solo debemos considerar la forma en la cual nuestro cerebro ha evolucionado durante todos estos años, hasta llegar a ser lo que somos hoy en día.
Así, cuando nos referimos al cerebro, debemos de hacer hincapié en que éste, evolucionó de un tronco encefálico, el cual regulaba las funciones vitales más básicas respiración y metabolismo, hasta convertirse en el neocórtex o cerebro pensante que fue muy posterior y revela la verdadera relación entre lo que conocemos hoy en día como pensamiento y sentimiento.
Pero entonces en qué consiste la inteligencia emocional, pues según el psicólogo norteamericano Daniel Goleman quien en la época de los noventa acuñó el término basado en estudios anteriores, ésta radica en una serie de habilidades o destrezas como el autocontrol, la empatía, el entusiasmo y la motivación propia, las cuales aplicadas en la vida diaria nos abren las puestas a un mundo en el que todos podríamos vivir mejor y responder menos instintivamente a nuestros impulsos o equipaje genético que muchas veces condiciona nuestro actuar. Ya que, dentro de cada uno de nosotros se solapan dos mentes muy distintas, una que piensa y otra que siente y si están adecuadamente coordinadas, podrán entonces ambas tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales, más allá de lo que señaló alguna vez el filósofo griego Aristóteles al decir que: Hay que enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y el modo correcto.
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
13 02 2017.
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