La nave de los necios

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Hubo un período, durante la Edad Media, en el que eran populares las stultifera navis o naves de los locos en las que se encerraban a los dementes y se los lanzaba al mar con destino desconocido para que muriesen así, a la deriva y devorándose unos a otros. Era un modo como cualquier otro de ejercer la crueldad en una época cruel, tan despiadada como creativa. Hoy, ahora, esos mismos necios se suben solos a los barcos que intentan romper el bloqueo-por otro lado legal-que Israel mantiene en Gaza hasta tanto Hamás no cambie sus ideas y sus actos, y cuyo firme propósito es el de la destrucción del país judío por completo.

Entonces los necios eran pobres gentes, tarados de nacimiento, hoy son profesores, una monja de cerebro ardiente y hasta un antiisraelí israelí de origen, personas de esmerada educación sin ningún criterio serio sobre la realidad, engañados por sus propios ideales de pureza y ciegos acerca de otros desastres y guerras que no merecerían una flota humanitaria sino portaviones y destructores para separar a las oscuras fuerzas en lucha.

No van a Siria ni van a Irán, encaminándose a este último país por el Golfo Pérsico con el fin de ayudar a las minorías que allí padecen a sangre y fuego: los bahai, los kurdos, los homosexuales, etc. No llevan un simple saco de trigo o arroz al Yemen, ni van a Somalia, o se les ocurre ir a Túnez con banderas de paz para calmar y obligar a los islamistas a ser buenos, no. Nuestros modernos tontos creen que yendo a Israel se engrosa su curriculum con actos bondadosos destinados a limpiar su mala conciencia, porque hay que tener mala conciencia para ver opresión en donde menos mal existe y obviarlo en donde de verdad es espantoso.


Por fortuna y como se anuncia con tiempo ese viaje hacia la nada, Israel presta la debida atención y se ocupa de esos necios, tratándolos mucho mejor de lo que serían recibidos de recalar en Libia o, siquiera, en Egipto, en donde siendo tan blanquitos y cristianos correrían un peligro mortal paseándose por calles y zocos. Siempre fue fácil menos en nuestros días atacar a los judíos, no obstante lo cual muchos delirantes-musulmanes o no-lo intentan, pero esos desgraciados, desgarradores y recurrentes sucesos pasaron a la historia como proyecto letal desde que existe Israel y se defiende con uñas y dientes y, si es necesario, con armas más poderosas, mal que le pese a la monjita catalana que ve pajas en todos los ojos menos la viga en los suyos. Claro que nadie está a salvo del terror islamista, y están frescos aún los asesinatos de judíos en Francia y los crímenes de los turistas israelíes en Bulgaria. Pero en términos generales sabemos y podemos defendernos. También podemos estirar los brazos para perseguir a los criminales allí donde quieran refugiarse.

Las naves medievales de los tontos llevaban poca agua y menos alimentos aún. Las de hoy seguramente están provistas de radar y sonar, música ambiental y comida pasable. Se trata de un turismo humanitario que oculta y a la vez revela al viejo antisemitismo de siempre que hoy lleva el nombre de antisionismo. No está nada mal cruzar el Mediterráneo por causas humanitarias, sólo que llama mucho la atención el hecho de que no quienes lo hacen ignoran casi siempre por completo la geopolítica del Oriente Medio, casi tanto como lo que pasa en sus propios países. Seguramente el próximo viaje lo auspiciarán Bardem, Gala y Cia. Sociedad en comandita de mentiras podridas.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.