“Cuando tú vengas, amiga borradora,
Y ante mi pizarra te plantes soberana
Y todo sea para ti, todo y de golpe:
Desde aquellos torpes garabatos
Hasta estas letras en hilera bien trazadas
(y aún más): en primorosa redondilla el nombre propio:
Lindos dibujos de casitas humeantes
Niños y arbolillos y nubes y sol
Y padre y madre y pájaros en vuelo,
En traje de volantes yo feliz al medio.
Tantas y tantas cuentas que he ido echando
Más que nada por llenar el fondo negro,
Y tú que vienes y de una manotada
En nube blanca todo me lo ciegas
Pero no, no podrás quitarme ese olor
A tiza y tinta de mi escuela”.
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Antonio, te digo lo que pienso tras la lectura de este poema inédito de Isabelita, aunque tal vez en mi lectura haya sido influenciado en la dirección del estupendo comentario de tu amigo que lo comenta en Diario Judío; pero no… no exactamente. Eso sí, lo escribo movido por su comentario. Por cierto, en Diario Judío no aparece el nombre del autor.
Me fijado especialmente en la pizarra… fondo negro de la vida en donde todo está escrito. Veo el poema como una bella metáfora que tal vez pudiera llevar a alguien a confusión… pero eso dependerá del grado y cercanía que el lector tuviera de Isabelita y, desde luego, de la atalaya desde dónde se lea. Yo, sinceramente, lo hago desde mi fe religiosa y cercanía a su persona, y lo hago desde una lectura espiritual, no de forma gratuita, sino desde confidencias (no digo confesiones) que tuvo conmigo.
Veo que la amiga borradora -la muerte-, aunque quiera, no puede quitarnos de una manotada los sentimientos más profundos y arraigados de nuestro ser aunque todo me lo ciegas -dice-. No. No podrás quitarme -vuelve a decir- el olor a tiza de mi escuela y todo lo que ello lleva consigo. Sí podrás en nube blanca, como niebla densa -diría yo- no dejarme distinguir la realidad; pero ella está ahí: mi vida interior… mis padres, hermano, familia toda, amigos, sentimientos, logros, fracasos… ¡Todo se encuentra ahí!
En la pizarra está escrito el pasado. En la pizarra se escribe el presente, ¿y el futuro? La pizarra siempre está a la espera y abierta a todo lo que venga… mas para ello, para volver a escribir humanamente hablando, -como hacemos siempre- hay que borrar lo escrito. Yo, sin embargo, veo que en la pizarra de nuestra vida nada puede ser borrado de forma definitiva, ni siquiera por la amiga borradora aludida por Isabel. No podrás quitarme -dice tu hermana -ese olor a tiza y tinta de mi escuela– que es lo más profundo de ella y que la ha ido conformando su ser.
Para mí el poema es un canto a la esperanza, una demostración de vitalismo, un cruce entre lo espiritual y lo cotidiano. Ella luchó por llenar el fondo negro de la pizarra de la vida con una vida intensa, para no partir… de vacío cuando llegase la amiga borradora -la muerte-, que aunque quisiera borrar una vida entera de una manotada, lo más que podría conseguir cuando llega es dejar en nube blanca -en densa niebla-, la realidad que allí sigue estando.
Antonio, tu hermana fue, y lo demostró, una enamorada de la vida y de lo suyo. Defendiéndolo siempre, en cualquier lugar y de todas las manera. Ella fue, en todo momento, una vitalista a tope. Como decimos vulgarmente (y aquí ella se reiría), ella fue… “la alegría de la huerta”.
“Ahora que ya vamos siendo mayores, primo -me dijo en más de una ocasión- siento que voy haciéndome más espiritual. Vuelvo a mis raíces. Soy más yo”.
Nada más, Antonio, me he alegrado mucho que haya salido a la luz este su póstumo poema.
Un abrazo
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