Una constelación sin precedentes abruma a nuestro país.
De un lado, el intercambio violento de bombas – por aire y por tierra – entre Israel y Gaza. Y por el otro, choques violentos entre judíos y árabes en las calles de Haifa, Lod, Ako y Beer Sheva , incluyendo a algunas ciudades y aldeas localizadas en el norte del país.
Choques militares y civiles que ya suscitan severas críticas no sólo en algunos países europeos; también en Washington inclinada en estos días a abandonar su paciente actitud respecto a los últimos virajes en el Medio Oriente.
No cabe duda que Israel se ha anotado en su enfrentamiento contra el Hammas en Gaza amplios logros militares. Múltiples y altos edificios que servían de hogar y cuartel a los líderes de esta agrupación terrorista fueron destruidos; y no pocos de ellos conocieron la muerte.
Sin embargo, las agresiones contra ciudades, poblados y kibutzim en el sur y oeste del país – incluyendo a Tel Aviv – no han cesado de momento.
En estas circunstancias, el gobierno y el alto mando militar están considerando los beneficios y los costos de una probable invasión a Gaza con el fin de asegurar la destrucción de los últimos bastiones capaces de continuar amenazando al país. En las próximas horas se conocerá su decisión.
En paralelo, los partidarios y simpatizantes de la fracción neokahanista – sin excluir otros afiebrados elementos – toman parte activa en manifestaciones orientadas contra la ciudadanía árabe del país. El resultado: violentos choques cuyas víctimas llegan en las últimas horas a los hospitales del país.
Penosa situación militar y civil que apenas tiene algún antecedente en la historia de nuestro país
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