¿Hacia dónde nos dirigimos como pueblo?

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Mtro. Mauricio Friedman, Director del Departamento de Educación Judía de Universidad Hebraica de México.

Me pregunto que le depara el futuro a nuestro pueblo.

Un pueblo milenario que no solo ha sobrevivido al ostracismo social, a expulsiones, persecuciones y matanzas, sino que se ha mantenido firme en sus convicciones, se ha seguido construyendo y renovando desde una admirable creatividad y tenacidad y ha traído a la humanidad y al mundo extraordinarias aportaciones. 


Me pregunto si aquello que nos une será mas fuerte que lo que nos divide, si podremos seguir manteniendo un lenguaje conceptual/cultural compartido y un compromiso colectivo que requiere de voluntad y trabajo. 

El pueblo judío jamás fue uniforme a lo largo de su historia, siempre hubieron discusiones, debates, contrastes, y fue justo esa diversidad, riqueza de pensamiento y de expresión cultural, la fórmula de su éxito. 

En el mundo judío se habla cada vez más del concepto “unity without uniformity”, unidad sin uniformidad, ciertamente una bella idea en la que todos en principio podemos estar de acuerdo. La pregunta una vez más, será encontrar aquello que nos une porque si no es el conocimiento de la historia judía, la preservación y transmisión de la memoria nacional,  el estudio y apropiación de los textos judíos, la expresión de la cultura, el cuidado de los rituales y los ritos de pasaje desde el conocimiento profundo de los mismos,  la religión, la fe, el hebreo o el estado de Israel, no sé qué si podrá hacerlo.

La comunidad puede unirnos a los que vivimos y nos agrupamos en torno a ella, pero no puede hacer que nos identifiquemos, vivamos y sintamos parte de un amplio pueblo judío que sigue disperso en todos los continentes del planeta. 

Existe un concepto en inglés llamado “peoplehood”, en hebreo “amiut”. 

El término nos habla de la conciencia de pertenecer a un grupo, denota identificación e identidad. 

Es un concepto que no existe en castellano, según el sitio web de la Real Academia Española. 

La definición mas cercana es la de “pueblo” que según la academia es una definición muy simple:

“Conjunto de personas de un lugar, región o país”.

Si nos apegamos a esta definición tan estrecha, los judíos no podemos definirnos como pueblo ya que aún después de la creación del estado de Israel, la mayor parte no reside allí y en muchos de los casos, no habla tampoco un mismo lenguaje. 

Entiendo que el lenguaje tiene múltiples dimensiones, está el lenguaje hablado y escrito, pero también existe el lenguaje conceptual.

Muchos argumentarían que es este lenguaje conceptual-ideológico compartido, esta cosmovisión en común, estas convenciones sociales y códigos culturales los que nos unen como pueblo, pero si vemos con detenimiento, nos damos cuenta de que no es tampoco el caso. 

Hay los que se apegan a una vida religiosa, del meticuloso cuidado de la ley judía (halajá) y que mantienen una mirada teocéntrica del mundo. 

Hay los que no observan la ley, los que miran al mundo desde el antropocentrismo y entre sus filas hay los que tampoco tienen emuná en Bore Olam. 

Hay los que comprenden al estado de Israel como una auténtica manifestación y expresión contemporánea del pueblo judío y se sienten parte de éste, aún si decidieron vivir en otro lugar del mundo y hay también quiénes no comparten esta mirada y se viven totalmente ajenos a este proyecto nacional colectivo o inclusive lo atacan y denuncian. 

También hay para los que el judaísmo es solamente una religión y no una identidad étnico-nacional. 

Mientras entendamos al lenguaje como algo funcional y utilitario y no como el vehículo central de la cultura y la construcción identitaria, el hebreo seguirá siendo relegado en muchas comunidades judías del mundo. 

Dar una solución compleja y profunda a la cuestión de “Jewish peoplehood” llevaría páginas y páginas, además de que tampoco pretendo tenerla, pero si me gustaría mencionar algunas ideas de acciones que podríamos tomar para al menos, comenzar a enfrentar la problemática y ayudar a que tengamos un futuro de continuidad y conexión como colectivo. 

Los meses de Nisan, Iyar y Sivan contienen algunas de las festividades y conmemoraciones nacionales mas significativas para nosotros como judíos. 

En Pesaj recordamos nuestro punto de partida, la historia fundacional de nuestro pueblo.  

El rabino Jonathan Sacks decía que nosotros somos las historias que contamos sobre nosotros mismos. 

Conocer el texto, comprender esos relatos bíblicos y dejarnos moldear y movilizar por los mismos, sin importar si se hace o no desde un lugar de fe, puede ayudar a construir el lenguaje común y los códigos culturales de los que he venido hablando en este artículo. 

El estado de Israel, el estado judío debe de ser un punto de encuentro, no de ruptura.

Israel es una obra en progreso, no está finalizada, quizás no refleja nuestra mirada judía particular, pero es nuestro Estado y requiere de la participación de todos para que pueda hablar por todos y representar a todos.

Si bien no es un estado Ideal, es un estado de ideas, pero, sobre todo, es la expresión colectiva judía mas importante del siglo XX y XXI. 

Vivimos en una época histórica de naciones y estados, la existencia de Israel nos da fortaleza y legitimidad como pueblo.

Para que Israel sea también parte de eso que nos une, debemos de comprometernos tanto en nuestras palabras como en nuestros actos. 

Escuchando y viendo varias ceremonias de Yom Hazikaron de las comunidades judías fuera de Israel, me percate que en casi todos los discursos se hablaba de “los soldados de Israel” o de “el estado de Israel”. 

No escuche decir “nuestros soldados, nuestro estado”.  Jamás obviemos lo importante que son las palabras. 

¿Qué nos dice la Hagada de Pesaj sobre el hijo que no se siente parte de nuestro pueblo? ¿Qué significa este servicio para ti? Para ti y no para “nosotros”. 

¿Cuántos de nosotros prendemos una vela en casa para recordar a nuestros soldados caídos, aquellos que dieron su vida por nuestro pueblo y nuestros ideales?

¿Cuántos pintamos la casa de azul y blanco, ponemos música y hacemos falafel para marcar el día como uno especial que amerita festejo y regocijo? 

Nuestros hijos aprenden, conmemoran y festejan en el colegio para después volver a casa y darse cuenta de que todo era un juego, una simulación, inclusive una farsa. 

Lo mismo podría decir acerca la educación judía en general. 

No pienso que debemos de conectarnos con Israel solamente una vez al año, por algo hay que comenzar. 

Podría seguir escribiendo, pero por brevedad quiero solo concluir con dos ideas. 

El hebreo también podría ser ese elemento que nos une como pueblo, donde quiera que estemos o sea cual sea la manera en que vivimos nuestro judaísmo. 

Pero mientras nosotros como padres, madres, educadores y líderes comunitarios no lo entendamos, seguiremos pidiendo que incrementen las horas de inglés a costa de las de la lengua que habla nuestro pueblo y en la que expresó su cultura y su fe desde tiempos inmemorables. 

Desde Nisan hasta Sivan y en el resto del año, nos sumergimos en rituales y ceremonias, vehículos y agentes de la memoria que nos recuerdan de donde venimos y quiénes somos. 

Ojalá también nos ayuden a definir hacia dónde nos dirigimos, en quiénes nos transformaremos, —-quiénes queremos ser y también si lo haremos juntos, de la mano, como un solo pueblo, unidos, mas no uniformes. 


El Mtro. Mauricio Friedman es Director del Departamento de Educación Judía de la Universidad Hebraica de México. Es co-director del proyecto educativo Mejanjei Israel de Keren Hayesod en México. Coordinador del programa de formación docente LaOfek en la Universidad Hebraica. Licenciado en Pedagogía y Maestro en Estudios Judaicos con más de 20 años de experiencia en educación judía tanto formal como no formal. Trabajó por 12 años en la Agencia Judía dirigiendo el Departamento de Educación Bitui, trabajó para la Organización Sionista Mundial en el departamento de actividades para la diáspora.

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