El 6 de noviembre en la Universidad Hebraica de la Ciudad de México, dentro del programa de Limud, fur día de cuento, de cuentos y, por supuesto, de lectores ávidos de hacerse de cuentos, de leerlos e incluso de recontarlos de la mejor manera posible. Y, por qué no, de recomendarlos.
Nos viene a la memoria Isaac Bashevis Singer, alter ego de Naftali el cuentacuentos, protagonista de “Naftali el cuentacuentos y su caballo Sus”, criatura ávida de escuchar historias cada noche antes de irse a dormir. Para fortuna del pequeño Naftali, Brayne, alter ego de Bath Sheva, esposa del rabino Singer y madre de Icek, -futuro Premio Nobel 1978-, era dueña de un sustancioso –y suponemos- divertido tesoro de cuentos para dar y prestar: “Por suerte –leemos- Braine había escuchado muchas historia de su madre y abuela”. Sabemos, por conducto de Deborah Telushkín, una de las biógrafas de Singer- que la revetzn, solía contarle a su pequeño “Di goldene hur”, es decir, “El cabello de oro”, que versa sobre “un hombre espantoso –en realidad, un príncipe –que encuentra un cabello de oro, que lo motiva a buscar a su dueña. Cuando el príncipe la encuentra y descubre su real belleza, se transforma de nueva cuenta en príncipe.
Por supuesto que Bashevis Singer , ávido escucha de historias y cuentos de la tradición judía –del folclor, de los midrashim- y en su caso, de los Hermanos Grimm y de Andersen, que habían llegado a sus manos, y que leyó fervientemente en su niñez-, en su adultez se afilia a la Literatura para Niños y Jóvenes , cuando crea relatos sorprendentes, como “Mazel y Shlimazel o la leche de la leona”, como “El Alrevesado Emperador de China” — traducidos al español por Becky Rubinstein, publicados por Conaculta– o bien, “Solo en la fiera foresta”, a nuestro personal criterio, “cuentos de hadas judíos”.
Su editora, y traductora del idish al inglés, Libby Schub, celebró entonces su maestría en construir una historia; su facilidad de encontrar el adecuado punto de vista ; la importancia de ser original. (…) A sus ojos, no era un estilista como Flaubert. Simple y sencillamente, era un tejedor de historia que entendía al máximo la esencia del alma humana” (Kresh, El mago de la calle 86 oeste).
Bashevis Singer, I. Leibush Péretz, Shólem Aleijem, Jaim Najman Bialik, entre muchos otros, nos legaron historias inolvidables para niños y jóvenes –y por supuesto para el público adulto- quienes, inspirados en la tradición oral o bien, en la escrita –de la Torá o del Talmud preferentemente- transmitieron a través de su obra –ya clásica- los valores del pueblo judío, pueblo ancestral formado a través de cuentos, historias, relatos y anécdotas –como , por ejemplo, los cuentos de Chelm- señal de que resulta válido sonreír y hacer reír al otro, a pesar de las penas y las carencias-.
Por supuesto que somos herederos de textos – al fin tejidos que apelan a la esencia humana, a través de la palabra oral o bien escrita- mismos que transmitimos con alegría y confianza a las futuras generaciones, receptores de un tesoro invaluable. El ya multicitado Isaac Bashevis Singer, tenía bien claro, la función y destino del autor judío -suponemos no necesariamente escritos en idish, a quien recomendaba: “…Escribir sobre anécdotas de la vida judía que resulten familiares”, tras comprender su herencia”, la materia prima de sus historias.
El 6 de noviembre damos, por cierto, la bienvenida a cuentos que continúan por la senda antigua, marcada por nuestros sabios e intelectuales, de los cuales somos herederos. Por ejemplo, Kar ben Publishing cuenta con historias entrañables que transmiten de manera lúdica -con festivas ilustraciones y un lenguaje adecuado a diferentes edades lectoras-, valores y tradiciones de nuestro pueblo. Como el libro bifronte – que incluye “A Grandpa like yours” y “Grandma like yours”, para los más pequeños; “ Nachson, who was afraid to swim”, una deliciosa historia sobre la Pascua judía; como “The magic Pomegranate”, ilustrativo cuento del folclor judío, para mayorcitos, de la tónica de “Joseph had a Little overcoat”, recuperado, asimismo, del folclor por Simms Taback, ganador de The Caldecott Medal, premio de relevancia en el mundo de la Literatura Infantil de nuestro país vecino del norte. Como el libro de Judy Goldman Kopecks for blintzes, publicado en 2016, relacionado a la fiesta de Shabuot, y a los chelemitas quienes suponen arreglar entuertos, y quienes, finalmente, se encuentran más embrollados que antes. Entre paréntesis Judy Goldman, autora de historias para niños, cuenta con Amol iz Guebén, Érase una vez, publicado por Porrúa, que incluye dos cuentos de tradición oral judía, uno de ellos “La lámpara” y el otro, “El mejor escondite”, donde reina el humor y las ganas de salir de problemas de la mejor manera posible.
Dentro de Limud, la ya citada Becky Rubinstein, presentó Una niña en el país del Holocausto, obviamente un texto de diferente tónica, el cual recupera las vivencias de Dolly Bestandig, sobreviviente de Bergen Belsen, liberado en 1945 por los ingleses, quien, huérfana de padre, se refugia con su madre en suelo mexicano donde rehace su vida,
Traemos a colación una anécdota de Isaac Bashevis , reflejo de su entusiasmo de convertirse en escritor: “Mucho antes de que aprendiera a leer y escribir, de niño, me gustaba imitar a mi padre y hermano. Tomaba una pluma y garabateaba sobre el papel. La semana entera hacía garabatos, pero, a la llegada del Sábado, tenía que parar ( Kresh, 1, 13-14)
Y ahora sí, para finalizar, me permito traer a colación a Carmen Diana Dearden, editora de Ekaré, una de las casas editoriales más prominentes de hoy día, para quien: “La única manera de que la gente se entienda uno a otro, es a través de los libros para niños, de ahí a que le demos la importancia que tienen. El acceso a las bibliotecas bien montadas es la clave para cambiar al mundo”.
Artículos Relacionados: