Drag Queen “religiosa” aconseja a judíos gay en Israel

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Un poco antes de la media noche, Shahar Hadar reemplaza su kipá blanca por una ondulante peluca rubia y un vestido de terciopelo rosa.

Al entrar al atestado bar gay, todos lo saludan y comienza a cantar una canción pop en hebreo cuya letra tiene un significado para él más allá de lo que el público imagina: “Con la ayuda de Dios, tendré la fuerza de superarme y darlo todo”.

Ha sido una larga y dolorosa transformación para Hadar de 34 años de edad, quien pasó de ser un judío ortodoxo a reconocerse como hombre gay orgulloso de su religión y drag queen.


Y es que en la cultura ortodoxa judía, los hombres gay se ven orillados a “firmar un pacto con el Diablo”, casarse con una mujer, permanecer dentro de la vida religiosa en su comunidad y olvidar que son homosexuales. De lo contrario deben abandonar sus comunidades, a su familia y amigos de toda la vida, para poder disfrutar abiertamente de su sexualidad.

Pero mientras el judaísmo ortodoxo condena rotundamente la homosexualidad, cada vez crece más el grupo de jóvenes gays, devotos de su religión, que exigen un lugar dentro de la comunidad judía.

“Por mucho que intente escapar de esto, los cielos dejaron claro para mí que esto es lo que soy”, advierte Hadar.

Hadar, quien de día se dedica al telemercadeo, en la noche se convierte en la primera drag queen de tintes religiosos en Israel. Sus personajes evocan a una mujer rabino que aconseja a los fieles gay en bares y discotecas.

“Ella los bendice, ella los ama a todos por igual”, grita Rebbetzin Malka Falsche, alter ego de Hadar. El nombre artístico de esta drag queen juega con los términos hebreos para “reina” y “falsa”. La filosofía de Rebbetzin se basa en la doctrina jasídica Breslov del judaísmo ultraortodoxo: abrazar las vicisitudes de la vida con alegría.

Al contrario de muchas drag queen politizadas y más aguerridas, Rebbetzin es una drag más feliz.

Todo comenzó cuando Hadar tenía 19 años de edad, estaba muy confundido y no quería aceptar su homosexualidad. Primero usaba la kipá para orar en su habitación, luego se fue de casa para inscribirse en una yeshiva de Jerusalén, o seminario religioso, con la esperanza de que el estudio diario Torá le haría dejar de pensar en los hombres.

Después de un breve encuentro sexual con su compañero de cuarto en la yeshiva, Hadar fue expulsado del seminario y transferido a otro centro de estudios religiosos. Ahí conoció a una chica con la que entabló buena relación y decidió casarse.

“Quería tomar el camino que Dios ordenó para nosotros. Y no vi ninguna otra opción”, declara Hadar. “Creí que el matrimonio me haría ‘recto’ y me curaría”.

Mientras estaba cansado, su vida sexual era angustiante y no le podía confesar a su esposa el porque. Luego tuvo a una hija, que actualmente tiene 11 años de edad. Finalmente la esposa de Hadar le pidió el divorcio.

Las cosas empeoraron luego que la propia hermana de Hadar se divorció de su marido pues también resulto ser homosexual. La homofobia estallo dentro del núcleo familiar de Hadar. No obstante su hermano salió a su defensa (sin saberlo, pues Hadar no les había dicho nada de su propia condición) y reprendió a toda la familia preguntando: “¿Qué los gays no so también seres humanos?”.

Fue en 2010 que Hadar  se dio valor y decidió asistir a la marcha del “Orgullo Gay” en Tel Aviv, ese  día al regresar a casa le dijo a su madre que era homosexual. “Pensé que sería el día más negro de mi vida”, recordó Hadar, “sin embargo, ella lo aceptó”.

Como judío ortodoxo, a Hadar le ha costado mucho trabajo integrarse dentro de la Comunidad LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual, Trans) de Israel. Aún no encuentra el amor verdadero, pero ocupa su tiempo en cursos para mejorar su técnica de caminar con tacones, maquillaje y peinado. Hadar se graduará de esta escuela en un mes.

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