Un grupo de científicos analizó la genética de cientos de personas que vivieron en la cuenca de los Cárpatos, en el sureste de Europa central, hace más de 1.000 años. Sus hallazgos revelan árboles genealógicos detallados, imágenes de una sociedad compleja e historias de cambios a lo largo de los siglos.
Los ávaros eran un pueblo nómada originario de Asia central oriental. Entre los siglos VI y IX de nuestra era, ejercieron su poder sobre gran parte del este de Europa central. Son famosos entre los arqueólogos por sus característicos cinturones, pero su legado más amplio se ha visto eclipsado por predecesores como los hunos. No obstante, los enterramientos ávaros proporcionan valiosa información sobre sus costumbres y modo de vida. Hasta la fecha, los arqueólogos han excavado más de 100.000 tumbas ávaras.
Gran parte de lo que sabemos sobre la sociedad de los ávaros procede de descripciones escritas por sus enemigos, como los bizantinos y los francos, por lo que el nuevo trabajo representa un importante avance en nuestra comprensión sobre ellos.
“Hemos combinado datos antiguos de ADN con el contexto arqueológico, antropológico e histórico. Como resultado, hemos podido reconstruir extensos pedigríes, arrojando luz sobre los patrones de parentesco, las prácticas sociales y la dinámica de población de este enigmático periodo”, escriben los autores del estudio.
Tomaron muestras de todos los restos humanos disponibles en cuatro cementerios de la época ávara completamente excavados, incluidos los de Rákóczifalva y Hajdúnánás, en la actual Hungría. El resultado fue un análisis meticuloso de 424 individuos. Alrededor de 300 de estos tenían parientes cercanos enterrados en el mismo cementerio. Esto permitió reconstruir múltiples y extensos pedigríes que abarcaban hasta 9 generaciones y 250 años.
Los resultados de la investigación sugieren que la sociedad ávara se regía por un estricto sistema de descendencia por línea paterna (descendencia patrilineal). Tras el matrimonio, los hombres solían permanecer en su comunidad paterna, preservando la continuidad del linaje. En cambio, las mujeres desempeñaban un papel crucial en el fomento de los lazos sociales casándose fuera de la comunidad de su familia. Esta práctica, denominada exogamia femenina, subraya la contribución fundamental de las mujeres al mantenimiento de la cohesión social.
Además, el estudio identificó casos en los que varones estrechamente emparentados, como hermanos o padre e hijo, tuvieron descendencia con la misma pareja femenina. Estas uniones se denominan “leviratos”.
“A pesar de estas prácticas, no encontramos pruebas de emparejamientos entre personas genéticamente emparentadas. Esto sugiere que las sociedades ávaras conservaban meticulosamente una memoria ancestral”, destacan los investigadores.
El artículo fue publicado en The Conversation.
Artículos Relacionados: