A Joshua Cohen (1980) el humor es algo que se le da, incluso cuando dice que habla en serio. El escritor nacido en Nueva Jersey ha sido considerado uno de los narradores más brillantes de su generación por eminencias de la crítica como Harold Bloom, y su sentido crítico e irónico lo ha llevado a ser comparado con Philip Roth.
Cohen sin embargo, escapa de cualquier halago casi siempre con un chiste. Durante su paso por la Feria Internacional del Libro Judío celebrada en la Ciudad de México habló con Aristegui Noticias, a propósito de su novela Los Netanyahus (De Conatus), por la cual obtuvo el Premio Pulitzer de Ficción en 2022, y en la que cuestiona con humor e ironía, los radicalismos identitarios a través de un episodio que involucra Ruben Blum, un historiador judío encargado de recibir al académico Benzion Netanyahu, padre del expresidente de Israel Benjamín Netanyahu.
¿Por qué le dedicas el libro a Harold Bloom?
Para que su esposa no me demande. Conocí a Harold Bloom tanto como se puede conocer a una persona que es sesenta años mayor que tú y de un contexto bastante diferente, sin embargo, tampoco puedo negar que su libro Anatomía de la influencia tuvo una gran repercusión en mí.
Bloom se refirió muy bien a tu trabajo.
Sí y eso que no le pagué.
Tu novela Los Netanyahus está llena de humor, ¿lo buscas per se?
Soy consciente de eso, pero lo interesante es que la gente piensa que es humor cuando la realidad es que cuando escribo soy totalmente serio.
Algo así dice Woody Allen…
Me encanta sonar como alguien de casi noventa años.
¿Crees que la cultura de la cancelación o la corrección política afectan al humor?
¡No me digas que la cultura de la cancelación también fue exportada a México! Es importante decir que los judíos no cancelan a las personas, hay una rama del judaísmo que sostiene que la cultura solo puede sobrevivir cuando se está revolucionando.
La novela habla de la identidad a la vez que cuestiona los radicalismos, creo que eso le da una perspectiva global.
No me gusta hablar en términos de globalidad o universalidad. En lo personal me gustan las conversaciones granulares o familiares y eso fue lo que intenté hacer con mi novela.
En México como en tu novela, es común que cuando uno invita a una persona, esta llega con varios más…
Esa escena me funciona para referirme al liberalismo. Invitas a una persona y llega con su familia, al principio pide un poco de comida, después bebida, luego pide ropa y finalmente que le prestes a tu hija. Ahí hay una paradoja porque justo para defenderse de sí mismo, el liberalismo se convierte en antiliberal. ¿Cómo decir que “no” dentro de la tradición liberal?, justo esa es la pregunta que intento responder con mi novela.
¿Esa interpretación tiene cabida ante temas como la migración?
Claro que sí y es interesante porque suelen ser los migrantes los primeros en querer cerrar las puertas para quienes migran después de ellos, eso lo vemos en todo el mundo. El tema migratorio es complicado, mis abuelos llegaron a Estados Unidos ya siendo mayores y nunca se adaptaron, en cambio mis padres sí porque necesitaban trabajar. A final de cuentas, atrás de un proceso de adaptación hay razones económicas. No creo que la asimilación a otra cultura implique una pérdida, al contrario, creo que suma.
¿El humor da más márgenes de libertad o salva, como suele decirse?
El humor nos puede hacer sentir capaces de enfrentar a los poderosos o de retar al establishment, pero también puede promover un estado de resignación: ante la imposibilidad de cambiar algo, mejor me rio de ello.
El escritor Etgar Keret cuestiona a su propia tradición desde el humor…
Claro, el tema también es si a partir de la risa en realidad se está cambiando algo.
Después de viajar por distintas partes del mundo para presentar la novela, ¿qué relación tienes con el libro?
Ahora estoy por terminar un nuevo libro, al viajar más que pensar en el libro pienso en las personas que conozco gracias a él.
¿Le cambiarías algo?
No porque eso implicaría volver a leerlo.
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