Al menos ocho mercenarios sirios, reclutados por Turquía para luchar junto al gobierno sostenido por la ONU en Trípoli, han muerto en los combates librados en los últimos cuatro días en el extrarradio sur de la capital, cifra que eleva a 151 los fallecidos desde el inicio de este año, informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Los cadáveres de los mercenarios fueron repatriados a Siria y enterrados en las zonas bajo el control de las milicias “Escudo del Eúfrates”, en la región de Alepo, detalló la organización.
Según el Observatorio, la mayoría de ellos perecieron en frentes del sur de la capital como Al Salah Al-Din, Al Ramlah o Al Hadabah, todas ellas próximas al antiguo aeropuerto internacional, clave para la conquista de la ciudad- pero también en la vecina ciudad-estado de Misrata, que mantiene lazos históricos, económicos y estratégicos con Turquía.
Los mercenarios pertenecen a grupos de la oposición rebelde siria como las divisiones Al-Mutasim, Sultan Murad y las brigadas Suqur Al-Shamal Al-Hamzat y Suleiman Shah, explicó la fuente.
Desde que Turquía enviara sus tropas y decidiera apoyar el traslado de mercenarios sirios, un total de 4.750 han desembarcado para luchar en el país norteafricano mientras que unos 1.900 están a la espera en Siria, agregó.
La guerra civil que ensangrenta Libia desde el fallido proceso de paz impuesto por la ONU en 2015, se intensificó el pasado 4 de abril, fecha en la que el mariscal Khalifa Hafter, tutor del gobierno no reconocido en el este y hombre fuerte del país, ordenó levantar un cerco a la capital con el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de visita oficial en la ciudad, en un claro mensaje a la comunidad internacional.
Desde entonces han muerto alrededor de 1.500 personas -más de 300 civiles-, 15.000 más han resultado heridas y más de 130.000 ciudadanos se han visto obligados a abandonar sus hogares y convertirse en desplazados internos.
El mariscal, que controla la mayor parte de las reservas de petróleo en Libia y casi todo el territorio nacional, cuenta con el respaldo económico y militar de Rusia, Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos -países que le proporcionan mercenarios, armas y superioridad aérea- y con el refrendo político de Francia y de EE UU.
El GNA, reconocido por la comunidad internacional, recibe ayuda económica y militar de Qatar, Turquía e Italia, además de la poderosa ciudad-estado de Misrata, y apenas si domina la capital y algunas poblaciones del oeste con la complicidad de milicias salafistas y distintos señores de la guerra.
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