Todo comenzó en la apacible Viena cuando un equipo de agentes del Mossad irrumpió en la vivienda de Ibrahim Othman, el director de la Comisión de Energía Atómica de Siria. Estados Unidos e Israel sospechaban del programa nuclear sirio. La información que recabaron los espías de la computadora de Othman fue lapidaria. Alrededor de una treintena de fotografías en color tomadas desde el interior de la planta en construcción de Al Kibar, en el desierto del noreste de Siria, determinaban que el presidente sirio Bashar Asad, estaba erigiendo en secreto un reactor nuclear de plutonio con miras a la fabricación de bombas atómicas.
Según el artículo publicado por David Makovsky, de la revista The New Yorker, las fotografías muestran a los ingenieros norcoreanos trabajando en la instalación y el diseño interno del reactor tenía “muchos elementos de ingeniería similares a los del reactor de Yongbyon en Corea del Norte”.
A partir del descubrimiento del sitio, el entonces primer ministro Ehud Olmert, puso la cuestión sobre el tapete de su agenda.
The New Yorker revela que la Casa Blanca fue puesta al tanto del hallazgo; pero la administración Bush era reluctante a lanzar un ataque preventivo, “así que los israelíes comenzaron a preparar una embestida por su propia cuenta. El Ejército de Defensa de Israel, el Mossad y el Ministerio de Exteriores apoyaban un ataque de bajo perfil contra el reactor”.
El 5 de septiembre de 2006 antes de la medianoche, cuatro aviones de combate F-15 y cuatro F-16 despegaron de sus bases. Usando dispositivos electrónicos estandarizados, los aviones israelíes cegaron el sistema de defensa antiaérea de Siria. “Entre las 0:40 y las 0:53, los pilotos indicaron que 17 toneladas de explosivos habían sido descargadas sobre el blanco”, de acuerdo con el reporte.
Israel nunca admitió haber atacado al reactor.
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