Como ya es de costumbre, volvemos a ser testigos de la hipocresía de ciertas organizaciones vigilantes de la situación de los derechos humanos: cuando se desata un conflicto bélico toman partido por una de las partes de la contienda, y una vez finalizado, pasa el tiempo y reconocen –explícita o implícitamente- su imparcialidad. Amnistía Internacional fue muy crítica del accionar de Israel en la última guerra con Hamás el verano pasado, y ahora, a siete meses de distancia, asume que la guerrilla islamista ha cometido crímenes de guerra contra las poblaciones civiles de Israel y de Gaza.
No es la primera vez que sucede esto. En el caso de la operación Plomo Fundido, que ocurrió en el invierno de 2008-2009, el juez Richard Goldstone había sido una estrella mediática porque criticó duramente a Israel por su accionar e incluso sugirió que tuvo intención de atacar a civiles, algo que no pudo comprobar en su investigación y se retractó un año después. Pero el daño a la imagen de Israel estaba hecho, y la impunidad y buena imagen de Hamás quedaron garantizadas.
Todo porque cuando se trata de Israel, nadie es capaz de dejar un lado la ideología y los partidismos, para no hablar del odio irracional. La vigilancia de los derechos humanos es muy necesaria, y la existencia de organizaciones que trabajen para garantizarlos, aún más. Pero esa vigilancia sólo será efectiva si estas organizaciones respetan la universalidad de los derechos humanos.
@Paveloropeza Mas vale tarde que nunca