Considerado como una de las modalidades más frecuentes que existen dentro del deleznable universo de la infidelidad, el affaire jefe-secretaria es considerado por muchos como uno de los núcleos emocionales antropológica y sociológicamente más dignos de ser analizados por las aristas que en sí envuelve y por las características de cada uno de sus componentes.
Puede ser que algunos (quizá muchos) de quienes estén leyendo esta colaboración semanal mía en “Publimetro” justo en este momento estén siendo parte del binomio que hoy nos ocupa. Sí, seguramente tú, que estás leyendo esto, eres jefe y te estás aprovechando de tu puesto para tener una relación con tu secretaria; o tú, en contraparte, eres una avispada secretaria que malentendiste los conceptos éticos de tu profesión y, aprovechando la cercanía con tu jefe, aprovechaste la oportunidad de tener un romance con él.
Sin embargo, pese a la frecuencia con la que se presenta esta situación (con los jefes y las secretarias “dándole vuelo a la hilacha” cuando se supone que deberían estar trabajando), muchos nos preguntamos cuáles son los factores que inciden para que este tipo de relaciones surjan y bajo qué preceptos incluso llegan a tener una duración que sorprendería a más de uno.
Algunos mencionan que, debido a la sociedad machista en la que vivimos, al hombre desde niño se le inculca que todo aquello que está bajo su cuidado o bajo sus órdenes le pertenece. Así las cosas, cuando un hombre llega a la edad adulta y se inserta en un ambiente profesional en el que se desempeña como dueño o como jefe, reconoce todo lo que le rodea como “de su propiedad”: el edificio, el mobiliario, los empleados y, por supuesto, ¡a su secretaria!, por lo que con suma facilidad asume que puede disponer de todo aquello que considera suyo. Aquí hago un breve hincapié para señalar que no se puede generalizar, porque no todos los hombres son así.
Por su parte, las mujeres que se desempeñan como secretarias (igualmente aquí hago un breve hincapié para señalar que no estoy generalizando, porque no todas las mujeres son así) en algunas ocasiones suelen verse deslumbradas por el poder y la distinción que reconocen en un hombre que se desempeña como jefe y, a fuerza de la diaria convivencia, comienzan a desarrollarse de manera inevitable cierta atracción hasta que sucede lo que ambos propician (consciente o inconscientemente) con su predisposición a rebasar el vínculo laboral que los une en lo profesional.
Así tenemos que, fugaz o permanentemente, se detona una relación cuya característica más evidente en un principio es la fuerte atracción sexual que existe entre las dos partes involucradas. Con el paso del tiempo (pueden ser algunos meses), y del tipo de interés empeñado tanto por el jefe como por la secretaria, podríamos estar hablando de una relación que trasciende lo sexual y fructifica en lo emocional. Sin embargo, son pocos los casos de esta índole, porque por lo regular los jefes difícilmente estarían dispuestos a divorciarse de sus esposas para entablar una relación seria con sus secretarias y éstas, en la mayoría de las ocasiones, ven en este tipo de relaciones una alternativa para allegarse cierto tipo de mejoras en lo laboral y en lo material. Aunque siempre hay excepciones a la reglas, por lo que no podemos descartar que pueda aparecer un jefe despistado que se enamore y una secretaria nada materialista que quieran hacer realidad el famosos “…y vivieron felices para siempre”.
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