Para SOCIOLOGOS SIN FRONTERAS, el individuo no es más que un préstamo de la sociedad, y la individualidad, es una de las ficciones que ayudan a mantener las sociedades ordenadas. Otras ficciones de nuestra vida cotidiana como el dinero, el estado, el calendario, el sistema métrico decimal, Facebook o Instagram, han elevado a la especie humana a un grado de sofisticación, muy por encima del de otros animales, mucho más veteranos en cuanto a sociabilidad y grupalidad, como abejas, termitas y hormigas. Una de estas ficciones, el lenguaje, es parcialmente culpable, de que mucha gente cometa el error, de verse a sí misma como individuos únicos, por la extendida costumbre que tienen nuestros padres, de ponernos nombres diferentes y arbitrarios, como Ludwig, Leonardo, Miguel Ángel, Nicolas o Alan, para toda la vida.
Los sociólogos, aunque en general, podemos estar de acuerdo con Carl Jung y Jordan B. Peterson, en que una persona no es más que una máscara que finge individualidad, y que, en consecuencia, la persona no es nada más que un convenio, entre el individuo y la sociedad, sobre aquello que el hombre debe parecer ser, a veces, tenemos de admitir asombrosas excepciones, a esta norma. La Sociología ha sido, como disciplina, incapaz de entender y explicar la aparición de fenómenos sociales de intensísima individualidad, agrupados bajo el nombre de CREATIVIDAD, difícilmente encajables en la teoría del préstamo social. Tampoco la Biología, la Neurociencia o la Psicología Evolutiva han sido capaces encontrar un determinante genético capaz de predecir quien será creativo y quien no.
La incapacidad de las Ciencias para explicar el fenómeno de la creatividad, generó en el pasado el mito de la existencia de GENIOS, personas con un talento innato. Esta creencia se apoyaba en endebles historias de niños precoces, en el fenómeno del oído absoluto entre los músicos, o en casos de destreza mnemónica, que era una forma de no explicar nada, y aparcar el problema de la creatividad, dentro del ámbito de lo irracional. Los estudios de William Chase y Herbert Simon sobre supuestos genios precoces del ajedrez, y los de Anders Ericsson sobre Mozart, demuestran que la supuesta genialidad, no, es más, que entrenamiento intensivo desde la infancia.
Para el neurólogo Elkhonon Goldberg, la creatividad es un fenómeno dual y no exclusivamente individual, porque necesita que la sociedad lo aclame y lo consuma. Los individuos creativos se “alzan sobre hombros de gigantes”, que son sus predecesores, y necesariamente han requerido de un ecosistema social propicio. Gengis Kan, en el siglo XIII, domino el mayor imperio terrestre jamás conocido y probablemente concentro la mayor capacidad de decisión de la historia. Pero no es imaginable que Beethoven, Leonardo, Miguel Ángel, Tesla o Turing, hubieran alcanzado los logros que conocemos, bajo el mecenazgo de Gengis Kan, dado que, en el imperio de los mongoles, no encontrarían gigantes intelectuales a los que sobrepasar, como Christian Gottlob Neefe, Haydn, Andrea del Verrocchio, Antonio Pollaiuolo, Donatello, Ghirlandaio, el Instituto Politécnico de Graz, Albert Einstein o Godfrey Harold Hardy, y hubieran tenido que empezar de cero.
Los estudios sobre individuos creativos de Anders Ericsson, Malcolm Gladwell, y Charles Murray, apuntan, a que los logros de las personas con talento, están precedidos de una especialización y de un esfuerzo deliberado en un ámbito concreto, de no menos de diez años. Todo indica, que la creatividad va de la mano, con la capacidad de trabajar duro y mantener la concentración durante largos periodos de tiempo, sacrificando los placeres inmediatos de la vida, por lo que los sociólogos denominamos, logro aplazado. La especialización y el virtuosismo tiene su origen en nuestro cerebro de cazadores recolectores, ya que nuestro ADN piensa que todavía estamos en la sabana, donde hemos pasado el 90% de nuestro tiempo evolutivo. Las tropillas de cazadores recolectores tenían que lidiar con una despiadada competencia, dentro y fuera del grupo, por la comida, el agua, los compañeros sexuales, y en general por los recursos disponibles. En este escenario evolutivo, es donde apareció la especialización, ya que, convertirse en un especialista era sinónimo de ser imprescindible para el grupo, y, por lo tanto, un seguro de vida frente al resto de despiadados congéneres.
Así, aunque el virtuosismo en las ciencias y en las artes es una manifestación de la especialización de nuestro cerebro de cazadores-recolectores, sin embargo, la CREATIVIDAD, su desigual reparto, y el esfuerzo sobrehumano que requiere, sigue sin encontrar respuestas. ¿Por qué Beethoven, Leonardo, Miguel Ángel, Tesla y Turing, con sus cerebros de la edad de piedra, como el nuestro, entregaron deliberadamente las horas de su existencia, a una tarea tan extenuante, que en la inmensa mayoría de la gente no segrega ni dopamina ni serotonina? ¿Por qué, a pesar de ser animales intensísimamente sociales, que pasamos la mayoría de nuestra existencia en presencia física unos de otros, existen individuos como Nikola Tesla, que prefieren dedicar su escasísimo tiempo libre, a cuidar palomas, en vez de tener mujeres e hijos, como ordenan nuestros genes?
La persona no es nada más que un convenio entre el individuo y la sociedad, sobre aquello que el hombre debe parecer ser. Freud dio gran importancia a los deseos insatisfechos, y el biólogo evolutivo Steven Pinker nos advierte; “a menudo las personas tienen deseos que subvierten su bienestar próximo, unos deseos que no saben articular y que (junto con la sociedad) pueden intentar extirpar sin éxito”. Beethoven, Leonardo, Miguel Ángel, Tesla y Turing, entran dentro de las personas a que se refiere Pinker, y a las que Erving Goffman catalogo como DESACREDITABLES, aquellos individuos que se encuentran bajo la amenaza de que los deseos que subvierten su bienestar próximo, se hagan públicos y se conviertan en DESACREDITADOS.
El 7 de abril de 1498 tuvo lugar en Roma una ejecución horrible, la del criado morisco de una cortesana llamada Cursetta que tenía la costumbre de deambular por la calle vestido con ropas de mujer bajo el nombre de Barbara la Española. Fue llevado al Campo dei Fiori y quemado vivo en la picota. Según recoge el biógrafo Martin Gayford, esto causo una honda impresión en Miguel Ángel. Todos los DESACREDITABLES (Miguel Ángel) definen el conjunto de sus relaciones con la sociedad, a lo largo de su vida, por el trato que su sociedad da a los DESACREDITADOS (Barbara la Española).
¿Por qué Beethoven, Leonardo, Miguel Ángel, Tesla y Turing, con sus cerebros de la edad de piedra, como el nuestro, entregaron deliberadamente las horas de su existencia, a una tarea tan extenuante, que en la inmensa mayoría de la gente no segrega dopamina ni serotonina? Porque todos experimentaron, de una forma o de otra, una Barbara la Española en sus vidas y recurrieron, como nuestros antepasados cazadores-recolectores, a la especialización y a hacerse imprescindibles. En una sociedad jerarquizada como la que les tocó vivir, eso se llama estatus, la valía que los demás nos asignan como individuos, y que funciona como una tabla de salvación individual. Un estatus alto, en general, aleja al individuo de ser quemado en la picota en el Campo de Fiori, y un estatus bajo facilita lo contrario.
La trayectoria vital seguida por Beethoven, Leonardo, Miguel Ángel, Tesla y Turing, de trabajo obsesivo les condujo a un BUCLE VIRTUOSO, en el que el estatus conseguido, ya de jóvenes superó sus expectativas y se convirtió en el motivador fundamental de su creatividad, vivida subjetivamente, como atestiguan sus biógrafos, como una misión de salvación de la humanidad o como el trabajo heroico de super hombres. ¿Fueron conscientes nuestros “genios” del origen de su sobrehumana fuerza de voluntad? Nada nos cuentan sus biógrafos, pero todo hace suponer, que, salvo Turing, ninguno de ellos adivino el origen de su grandeza en la homosexualidad, la dislexia, la zurdera, el síndrome de asperger o el ser un bastardo.
Como nos explica Antonio Damásio,” cuando las bacterias detectan «desertores» en su grupo, es decir, miembros que no colaboran suficientemente en la defensa del grupo, los evitan, aunque estén emparentados genómicamente y por lo tanto formen parte de su familia. En otras palabras, desprecian a los traidores que no cooperan “. El miedo a ser excluido del grupo tiene profundísimas raíces evolutivas en el homo sapiens, y en todos los animales que cazan o pastan juntos. Lo que para una cebra o un lobo supone ser desplazados al borde de la manada (marginación), es el equivalente a la perdida de estatus, para un homo sapiens. Tenemos el cerebro de nuestros antepasados cazadores-recolectores, cuyo reto principal de supervivencia era mantener la cohesión y la unidad del grupo. Por esta razón el ODIO, a los que exhibían un comportamiento diferente, fue tan eficiente para nuestros ancestros cazadores-recolectores, ya que les ayudo a mantener la frágil cohesión grupal y sobreponerse a las deserciones.
Elkhonon Goldberg, sostiene que la creatividad es un fenómeno dual y no exclusivamente individual, porque necesita que la sociedad lo aclame y lo consuma. Pero incluso el origen del individuo creativo es un fenómeno social, ya que es una emoción social, el ODIO, quien marca a los individuos que pueden optar a ser creativos, o tomar otro camino individual, que les conduce directamente a la marginación. El odio al “diferente”, que se manifiesta en los niños a partir de los tres años de edad (xenofobia infantil) y se desarrolla en la adolescencia, ayuda a mantener jerarquizado y homogéneo al grupo (a lo largo del tiempo) frente a la disidencia, al fraude social y al cambio.
La ciencia busca la verdad, y el arte busca la belleza, y la acumulación de ambas a lo largo de los siglos hace nuestra vida actual tan enormemente sofisticada. Pero debemos de ser honestos y reconocer su mérito al ODIO, como ya hicimos con la CODICIA, a la que reconocemos el mérito de la Riqueza de las Naciones.
Artículos Relacionados: