La visita del Secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken a Israel anuncia cambios radicales en la actitud de Washington respecto al Medio Oriente.
Durante el lapso presidido por Donald Trump, Jerusalem gozó de un trato particularmente alentador. El traslado de la embajada estadounidense a la capital israelí, la actitud de hecho favorable a la colonización de las tierras conquistadas en la Guerra de los Seis Días, el cierre del consulado en Jerusalem oriental, el congelamiento de los nexos con Teherán: algunas expresiones de esta actitud.
En contraste, Blinken apenas acertó a minimizar el radical viraje que tarde o temprano el presidente Biden deberá asumir en sus actitudes respecto al Medio Oriente.
Así, el encuentro con el líder palestino Mahmoud Abbas fue cordial y promisorio. Un resultado: la reapertura de las oficinas de la Organización para la Liberación de Palestina en Washington y el ofrecimiento de más de 75 millones de dólares destinados a la reconstrucción de Gaza que se sumarían a los recursos otorgados por organismos internacionales.
Hasta aquí el presidente Biden ha intentado revelar una postura favorable – o al menos comprensiva – respecto a la reacción militar israelí contra Gaza. Sin embargo, opino que tarde o temprano deberá ceder a las presiones de una nueva generación demócrata que revela actitudes favorables a la causa palestina.
La influencia de Bernie Sanders sobre ellos es notable en este viaje. Paradójicamente, la condición de judío suma peso a sus actitudes críticas respecto a Israel.
Por añadidura, cabe recordar que más de la quinta parte de los miembros demócratas en el Congreso representan minorías (negros, asiáticos, puertorriqueños) que revelan simpatía por la causa palestina.
Ascendente constelación en un momento en el que Israel parece precipitarse a un quinto torneo electoral.
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