El Pintor y Escultor sefardita- costarricense Carlos Poveda, ha logrado construir una larga y sólida carrera, poniendo muy en alto no solo el nombre de Costa Rica, sino también de Venezuela y Francia, entre una diversidad de países donde ha vivido y consolidado su obra. La cual abarca más allá del ámbito de la pintura, enlazando también la escultura desde 1963, con un lenguaje propio, muy sentido y espiritual, como las raíces profundas y efímeras de la naturaleza, la cual tiene su propio tiempo y momento para todo.
Radicado en la actualidad en París, sus trabajos, perfectas imágenes que nos recuerdan a muchos nuestros orígenes ancestrales, exponiendo entre la figurativa y expansionista, no solo sus bodegones, sino también sus grabados y donde la esencia de un artista se refleja en la transfiguración del alma, al buscar quién es y de dónde viene; figuras humanas que delatan una sensibilidad y pasión por el arte más allá del tiempo, ave veloz que recorre los límites de las fronteras, las cuales desaparecen, reviviendo culturas desteñidas por los siglos, que retoman de nuevo su luz entre el camino del devenir, ese que es constante y a la vez pausado, peinando los hilos de plata del viento y a la vez jugueteando con un güiño tierno, frente a los ojos de Di-s.
Ya que en el trabajo de éste artista, se evidencia la esencia de una Costa Rica con un origen Sefardita, cuya idiosincrasia se ha construido también con el esfuerzo y labor de manos que nos recuerdan un pasado lejano, lleno de tradiciones y sentimientos que se funden en cada uno de sus trazos.
Porque estudiar la obra de Poveda nos remite indiscutiblemente a unos orígenes básicos del ser en sí mismo, pero también de una búsqueda espiritual y constante, reconstrucción paciente de quienes somos y de donde surgieron nuestros sentidos, esos que nos muestran a través del arte, una parte de la historia que para muchos puede ser pasada pero no olvidada.
Estando así la mano de Poveda, guiada por la fuerza de la vida, la tradición y el despertar de la línea negra hacia el blanco más puro, donde sus esculturas volumétricas y materiales texturizados, saltan del lienzo y se transforman en “Paisajes Silentes” que recorren vastos museos y galerías alrededor del mundo, con un mensaje inspirador que recorre uno a uno los trazos de este escultor; desde el pasado, presente y futuro de una Costa Rica aparentemente joven, pero arraigada en los anales del tiempo, como esas tierras viejas de Guanacaste en la región norte del país, que tienen la sangre de muchas tribus indígenas que todavía le falta a Poveda por esculpir…
Siendo así la esencia de los nahuales un tema pendiente en su obra, pero sabiendo que después de hoy, será abordado, como todo lo que ha hecho en su pasado, con la más devota dedicación, porque es una cultura que se entrelaza con la misma naturaleza de Di-s.
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