Ya hace casi 25 años que nos dejaste, y no pasa ni un día en el que no te recuerde.
Recuerdo tus múltiples enseñanzas y continuo apoyo tanto en las buenas, pero sobre todo en las malas.
Me diste estudios mil sobre las tradiciones milenarias de nuestro siempre acosado y denigrado en forma antisemita pueblo de Israel, tanto en casa como en él “Shul”, incluyendo los caros costos de la universidad. ¡Qué difícil fue convencerte que me los pagaras! ¡Gracias por ese apoyo y por acompañarme a mí examen profesional! Nuevamente mil gracias.
Me invitaste a conocer Israel, nuestra pujante patria. ¡Gracias!
Me enseñaste a trabajar a la “antigüita”, como tú lo hacías y habías aprendido en tus años mozos. Sabes, nunca me pareció que así lo siguieras haciendo, pero eras muy resistente al cambio y de todas formas fue una gran enseñanza de lo que no se debía hacer con el cambio de las épocas. ¡Gracias y lástima, verdad!
Después de trabajar contigo durante algún tiempo, cuando las épocas de las “vacas flacas” llegaban sin ser invitadas, siempre me apoyaste. ¡Gracias mil!
Tu felicidad fue gigantesca igual que tu alegría y gran sonrisa cuando me casé con Martha hace ya tantos años y nos acompañaste a la “Jupa”. Tu felicidad también fue incomparable cuando estuviste con nosotros en los dos “Brit Mila” de mis dos bellos hijos, tus nietos, Jona y Gabo, sin olvidarme de lo contento que te pusiste en todas sus fiestas de cumpleaños a las que asististe.
Desafortunadamente tu enfermedad te arrebato la vida en forma triste y dolorosa y ya no nos acompañaste a sus respectivos “Bar Mitzva”, pero, allá donde ahora moras junto a tú blanca alma, seguramente volviste a sonreír al ver que tus importantes enseñanzas sobre nuestras milenarias tradiciones judaicas se habían arraigado y prosperado.
Sabes, intenté en forma cabal de cumplir tú último deseo en cuanto a cuidar el patrimonio que le dejabas al partir a mí inconsolable mamá, Bertha (QEPD), tu y su amor de toda su vida, hasta que ella también irremediablemente para nosotros, se fue al cielo a acompañarte nuevamente hasta la eternidad.
Mil y un lágrimas he derramado por tu triste partida y la de ella y por la falta de tus sonrisas, apoyo y especialmente por tus siempre deseados y bien recibidos “Bentchs”.
¡Ojalá y desde allí donde ahora seguramente feliz estas, me mandes muchos más! Seguramente te imaginas y ves cuanto los necesito en esta difícil época.
¡Pa, gracias por todo y recibe en este tu centenario de mi parte cien felicitaciones!
¡Hugo: Mil gracias por todo lo que me diste e hiciste siempre por mi…!
Tú “Bejor”, Jacobo.
PD: Para terminar incluyo algo interesante de escuchar, lo cual, continuamente me recuerda mucho a Hugo, mí querido y añorado padre.
PIERO
MI VIEJO
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