¿Cristalizará Netanyahu el sueño de su padre?

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En estos días la sociedad israelí se recupera lentamente de los golpes propinados por el covid-19, y procura evitar una segunda ola. En términos relativos sus resultados hasta aquí son relativamente tolerables. Escuelas, comercios y restaurantes han renovado las actividades y se anticipa que el público tendrá acceso a cines y al transporte por tren hacia finales del mes. En cualquier caso, la ordenada recuperación del mercado laboral y de la dinámica macroeconómica exigirá un largo tiempo.

Alentadora perspectiva que puede deshacerse bruscamente si la presente coalición gubernamental dará un brusco paso en favor de la anexión del valle de Jordania. Un proyecto que empieza a gravitar en el país al lado de las agresiones del virus.

El gobierno presidido por Netanyahu reiteró esta intención que empezaría a tomar cuerpo a partir de julio próximo. Moscú y la Unión europea ya han difundido firmes reservas al respecto, y la reiterada actitud de Trump en favor de la ampliación de las fronteras de Israel podría moderarse por el relativo declive de sus perspectivas en el torneo electoral y la erupción de la masiva protesta de la población de origen africano.


Circunstancias y objeciones que de momento no parecen gravitar en las intenciones de Bibi dirigidas a anexar Cisjordania que conforme al acuerdo de Oslo de 1993 es hoy militarmente administrada por Israel. Es importante entender que se trata en parte no sólo de una aspiración política dirigida a encender el entusiasmo cuasi-mesiánico de la derecha israelí y del medio millón de colonos asentados en el área. Es un paso adelante en la cristalización del sueño de su padre Ben Tzión quien en los años treinta se trasladó de la entonces Palestina a Nueva York para ofrecer sus servicios como secretario personal de un líder sionista que a la sazón exigía que el proyectado estado de Israel debería ocupar ambos lados del Jordán. Aludo a Vladimir Jabotinsky (1880-1940) ideólogo sionista que desde su temprana juventud reveló simpatía por algunos rasgos del fascismo italiano.

Cabe recordar que en septiembre 1947 Ben Tzión Netanyahu adhirió a la derecha nacionalista opuesta a una división territorial de Palestina entre judíos y árabes, proyecto que las Naciones Unidas aprobarán dos meses más tarde. Felizmente, Ben Gurión se ajustó a la decisión del organismo mundial y el Estado israelí pudo entonces dar sus primeros pasos.

En estos días Netanyahu adelanta un proyecto que acaso aspira a reducir la frustración que en aquellas circunstancias conoció su padre.

Si la anexión de Cisjordania por parte de Israel cristaliza con el prometido apoyo de Trump, se gestarán dos probables escenarios. Implicará el primero la suma de 2500 kilómetros cuadrados habitados por 300 mil palestinos que apoyarán con entusiasmo la perspectiva de convertirse en ciudadanos de este país. Lograrían en el curso del tiempo un bienestar económico y social que no tienen en la actualidad. Se sumarían así a casi dos millones de habitantes de origen árabe que hoy viven en Israel y gozan de amplios derechos.

Sin embargo, no se precisa amplia imaginación para anticipar que en este escenario y en el andar del tiempo el desbalance étnico-religioso conducirá ya sea a una áspera guerra civil, ya sea a un abandono masivo por parte de los ciudadanos de origen judío.

La otra posibilidad implica la negación de la ciudadanía y la igualdad de derechos a los palestinos que hoy habitan Cisjordania, situación que conduciría a una franca ruptura entre Israel y la Autoridad Palestina.  En estas circunstancias y en el andar del tiempo Israel se convertiría rápidamente en una entidad que recordará a Sudáfrica de los años cincuenta y sesenta. Cabe suponer que en estas circunstancias no pocos judíos que llegaron este país por convicción sionista y-o democrática preferirán dispersarse en el mundo, y otros se convertirán en actores de una generalizada opresión.

Considera Netanyahu lúcida y honestamente estos escenarios o le apremia cristalizar el sueño de su padre sin considerar las consecuencias?  En julio lo sabremos.

Acerca de Joseph Hodara

Invitado por la UNAM llegué a México desde Israel en 1968 para dictar clases en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales ( hoy Facultad). Un año después me integré a la CEPAL con sede en México para consagrarme al estudio y orientación de asuntos latinoamericanos. En 1980 retorné a Israel para insertarme en las universidades Tel Aviv y Bar Ilán. En paralelo trabajé para la UNESCO en temas vinculados con el desarrollo científico y tecnológico de América Latina, y laboré como corresponsal de El Universal de México. En los años noventa laboré como investigador asociado en el Colegio de México. Para más amplia y actualizada información consultar Google y Wikipedia.

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