Hablar de la cultura de la ancianidad, implica hacer una división fundamental entre vejez y enfermedad, con frecuencia se confunden. Esta etapa de la vida, no implica necesariamente amargura ni soledad. Es cierto que las posibilidades de enfermedades y ciertas limitaciones aumentan, sin embargo quiero insistir en que una gran mayoría de los viejos y viejas no tienen enfermedades seniles o irreversibles. Surgen cambios físicos y emocionales, es menester deconstruir los prejuicios que evitan llegar a la adultez con dignidad.
En algunos países tienen los beneficios de sus pensiones en otros dependen de sus ahorros o de los familiares. El azar y la casualidad son ingredientes determinantes en esta etapa de incertidumbre y riesgo. La vejez es general y singular al mismo tiempo. Hay semejanzas entre los viejos@ pero las diferencias son fundamentales en la construcción de cada historia humana. Al hablar de los viejos y viejas, pensamos en individuos con una naturaleza propia que se re-crean constantemente validándose a sí mismos con un estilo propio.
La historia personal, situación económica, etnia, religión, migración de los hijos, condicionan esta etapa de la vida. El lente que se usa da una visión positiva o negativa a lo que sucede; hay que aprender a usar aquellos lentes que enfocan en forma positiva viendo lo que hay y no lo que falta.
El nivel del poder adquisitivo de la gente mayor, en general, está centrado en gastos básicos de subsistencia, (manutención, vivienda y medicamentos). Un mínimo porcentaje manifiesta poder gastar parte de su economía en ocio: viajes, cine, comidas sociales, cursillos diversos, bailes, compra de objetos de moda, etc.
Las expectativas de consumo de ocio entre los ancianos son muy importantes. Se ha implantado una idea de felicidad asociada al ocio de consumo pre-programado y la diversión como finalidad ultima de la vida, pensando en “recuperar el tiempo perdido”.
El liderazgo doméstico ha estado en manos de las mujeres, que mantienen una vida más estructurada gracias al trabajo doméstico y a las relaciones familiares y sociales que han establecido. En general, hay muchas más ancianas que ancianos; Los hombres, en forma lenta pierden protagonismo en el terreno familiar donde ya no tienen una función importante.
Hay quien piensa que ha surgido un modelo, entre otros, denominado “la viuda alegre”; que mejor o peor vive de los recursos que le ha dejado el marido o que ella tiene, habita sola en el domicilio familiar habitual, que carece de obligaciones familiares, laborales y sociales, y puede destinar su tiempo y dinero a actividades de ocio, como propone la actual cultura de la ancianidad.
Un modelo que despierta anhelos en quienes no lo pueden llevar a cabo, por obligaciones familiares; pueden ser impuestas o aceptadas voluntariamente, lo cual marca una gran diferencia.
Algunos abuelos y abuelas se quejan de que los hijos les imponen estas condiciones sin darles opción de escoger. Quien paga los platos rotos son aquellos pequeños que se han convertido en una carga cuando ya las fuerzas van cediendo.
Lucrecia me comenta: Mi hija no quiere darse cuenta que ya soy mayor y no tengo la misma fuerza que tenía antes; me deja a los críos y por las noches estoy tan cansada que no me puedo mover. Me encantan mis nietos pero ya no tengo la energía de antes. ¡Ojalá y ella lo pudiera comprender!
Hay que reconocer el derecho de los adultos mayores, a una vida propia e independiente cuando tienen la capacidad física y mental de hacerlo. Muchos de ellos comentan que se ven imposibilitados de hacerlo por la presión que la familia ejerce sobre ellos con la intención de protegerlos.
Se han ganado el derecho de pensar más en si mismos y planear esta nueva etapa de vida, verse como personas, con capacidades lúdicas y creativas. Muchos de ellos están acostumbrados a verse únicamente como miembros de sus familias y no como personas con necesidades e intereses propios a cultivar. Han aprendido a valorar los vínculos familiares como los únicos valiosos y sufren de nostalgia y tristeza cuando sus familiares están lejos, lo cual sucede frecuentemente. No se pretende anular la gratificación de estar en familia, sino ampliar las posibilidades y valorar otras relaciones humanas.
Cuando aprenden a darse sus gustos, disfrutan la nueva adquisición. No es casual la cantidad de grupos que surgen por doquier obsequiando oportunidades a quienes tanto han dado a la familia y a la sociedad.
Ha llegado el momento de integrar todo lo que se ha hecho durante la vida y valorarlo. Para algunos es un momento de desesperación ya que se proponen planes a largo plazo imposibles de llevar a cabo. Estos tienen que ser adecuados a la realidad. Aceptar con humildad que hay cosas que no se hicieron y ya no se harán, y darle crédito a lo que si se llevó a cabo. Movernos de lo que faltó y valorar las ganancias obtenidas.
Algunas personas entrevistadas, comentaron que estaban cansadas de seguir en una dirección falsa y que había llegado el momento de retomar costumbres, ritos, mitos del pasado que anteriormente habían desechado por considerarlos anticuados, poco modernos, e incluso fuera de lugar. Emprender actividades distintas ha sido muy gratificante para muchos adultos mayores. ¡Vejez no es enfermedad!
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