El ámbar es una resina fósil que en épocas prehistóricas (hace cosa de 50 millones de años) fue secretado por árboles coníferos ya extintos hoy. Generalmente es amarillo o café amarillento, pero hay tintes verdosos, rojizos e inclusive casi blancos. Puede ser transparente, opaco, semitransparente y totalmente opaco. Se encuentra en trozos a veces redondos y en otras irregulares, en forma de grano o de gota. Es un poco quebradizo y si se frota emite un olor agradable. Es común encontrar especies de insectos dentro de piezas de ámbar lo cual les otorga valor agregado por ser una curiosidad. Estos insectos (arañas, mosquitos, abejas, etc.) cayeron dentro de la secreción de los árboles cuando aún era líquida frecuentemente junto con pedacitos de madera, plumas y otros materiales y permanecieron ahí hasta nuestros días.
Desde la antigüedad se recogía en la costa sur del Mar Báltico, especialmente en las costas de lo que era parte de Alemania, Prusia Oriental, y hoy es parte de Rusia donde se encuentra hasta la fecha. También lo hay en pequeñas cantidades en Sicilia, Rumanía, Siberia, Groenlandia, Australia, la República Dominicana, los Estados Unidos e inclusive en México en la zona sur de Chiapas. Se dice que los olmecas solían recogerlo y usarlo para reducir las tensiones.
El ámbar se ha utilizado en las artes, en joyería y en la producción de pipas. Es una de las substancias más antiguas utilizadas como ornamento. Se han encontrado dibujos decorados con ámbar en bruto en excavaciones de la Edad de Piedra y se supone que se utilizaba como amuletos y talismanes durante el período de los griegos. Por su bello color y la facilidad de trabajarlo, el ámbar se convirtió en un objeto de trueque, venta y adorno personal.
Hoy en día es muy común encontrar imitaciones hechas de plástico. Pero el ámbar auténtico (que se considera dentro de las piedras preciosas) se puede distinguir de la mayoría de los plásticos si se le introduce en una solución saturada de sal: el ámbar flota mientras que la mayoría de los plásticos se hunden. También hay un tipo de “ámbar reconstruido” que consiste en fragmentos naturales de ámbar que se comprimen a una temperatura de 220° centígrados para formar una pieza grande. Un experto puede ver la diferencia por medio de una lupa. También se puede probar el ámbar con una aguja caliente (detenida por pinzas). El humo blanquecino que emite debe oler a pino quemado no a desinfectante o medicina. Si no hay humo pero sale una marca negra donde se clavó la aguja, no es ámbar.
Hay una sala de ámbar, obra maestra del siglo XVIII, en el Palacio de Catalina la Grande en las afueras de San Petersburgo que fue considerada “la octava maravilla”. El ámbar que cubría la mayor parte de la habitación fue robado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y nunca fue encontrado. En 2003 fue rehecho de acuerdo a los dibujos y fotografías originales.
Exceptuando piezas especiales como antigüedades, el valor del ámbar depende de su popularidad y del color que esté de moda al momento, sobre todo si hay una gran gama de amarillos y cafés en la ropa. Sin embargo, el ámbar parece ser una joya que ha sido admirada durante muchos cientos de años.
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