“Mucha gente nos quiere bendecir, pero no sabemos recibir la bendición porque no sabemos amar. El dolor es una parte significativa del amor!”
- Solo te pido amigo mío, ya no temas más a mis emails, porque en el fondo tienen un trasfondo de amor.
- Abraham Nissan
¡Estaba terriblemente nervioso! ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen… y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Edgar Allan Poe
Inspirado en cuentos de Edgar Allan Poe.
Esta es una historia de amor.
Me es imposible decir cómo aquella idea me llenó la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Estaba sumido en un estado de placer espiritual de perfección absoluta y paz verdadera y profunda. Yo no perseguía ningún propósito en ese momento, pero el propósito me perseguía a mí. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho a mi viejo amigo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. Hable indefinidas veces con mi amigo sobre los viajes en el tiempo y las ediciones en la memoria. Un escritor en Twitter lo describió de la siguiente forma: “Los escritores tienen infinitas ventanas en su cerebro, que se abren y se cierran, permitiéndole salir y entrar en diversas dimensiones”.Como las palabras y los capítulos de sus novelas. Hasta que se llega a perder la noción de lo que es ficción y lo que no lo es, puesto que en el escritor se confunden ambas. De allí mi maestro me decía que era una exigencia para la paz mental separar al autor de su obra.
No hay hombre que haya pasado siglos sobre la Tierra en perfecta parsimonia. Quizás en Oriente, quizás los iluminados, los que se aíslan de sus semejantes en el bosque. Pero un hombre común que vive en Occidente y que ha tenido una relación de amistad y amoríos con varias personas, no puede llegar al nirvana sin atravesar bruscos chubascos de pensamientos.
Y es uno de los problemas que no pudimos resolver en la mente del hombre occidental, continuamente nutrido por el entretenimiento y el giratorio mundo de los estímulos y las voluntades.
Más aun, el hombre que no vive en el bosque, y no se alimenta de raíces, y en cambio tiene que preocuparse por el salario y los gastos, y además es rodeado por un sistema de ambiciones, no puede diluir su vida en una paz absoluta como lo desearía todo hombre, una vida de parsimonia y fraternidad. Y entonces llega el antídoto, el famoso antídoto: el olvido.
Pero que es el olvido sino un contrato con su mente, resetearla, ponerla en cero. Es que en verdad no existe el grado cero de la escritura, en Occidente, que conscientemente o no, vivimos con los valores de la Biblia, el programa cósmico, nacemos ya con un drama en nuestras mentes: pecamos o no pecamos, llegamos a la completud o no llegamos, etcétera, etcétera.
Como escritor fortuito, no podría parar de escribir, y entre escritura y escritura afloraba el pasado, algunos sucesos desafortunados, que ya no podía recordar si eran verdaderos o no, si me habían sucedido a mi o eran producto de la imaginación en mi ficción.
Como les dije al principio, estaba yo asentado en un estado absoluto y placentero de tranquilidad, suavidad y paz, una mente sin experimentos. Cuando en la eterna mente llego con un pensamiento, un pensamiento que me comenzó a alterar, primero secretamente, y posterior y progresivamente con mayor intensidad.
Se trataba de la idea de que mi amigo me había enviado un email invitándome a hacer un negocio, y yo en mi eterna terquedad, comencé a considerar que se trataba de una conspiración para sacarme de mi centro y paz espiritual en el que estaba calmamente establecido.
Un negocio comienza como una gran idea, una fantasía, un deseo de lograr la autorrealización, que no es el negocio mismo, sino proporcionar el alimento y la manutención a la familia y vivir en armonía y paz. La Biblia lo dice, que el conseguir el pan es tan difícil como cuando se abrieron las aguas del Mar Rojo.
En cambio yo estaba pensando, que querrá decir, que querrá de mí, seguramente desenderezar y zarandear mi pensamiento y hacerme sumergir en una nueva aventura, que por más que pareciera atractiva como el oro, terminaría insoportablemente en el dolor, el dolor del vacío, el dolor del corazón de no alcanzar lo que se desea.
La Cabalá lo dice, el deseo es infinito, por lo que cuando uno vive según sus deseos y apetititos, jamás llega a un límite que lo detenga: “el que tiene dos quiere cuatro”. Por ello hay que cancelar el deseo.
Mi padre me conto la conocida historia del hombre que pescaba pacíficamente en la orilla del mar cuando un hombre lo invito a comprar un bote en sociedad para duplicar la pesca: un bote, dos botes, cincuenta botes, un barco, una flotilla de barcos, y finalmente para que… para poder sentarse a la orilla del mar y pescar. Esa es la paradoja que jamás comprenderemos en Occidente, no sabemos si conformarnos con pescar frente a la orilla del mar y comer un pescado, o sentarnos a la orilla del mar a pescar pero con una casa de pesca profesional, ropa cómoda, confortable y de moda, y con un automóvil deportivo de lujo esperándonos del otro lado de la orilla para regresar a una mansión maravillosa llena de lujos y juguetes para los niños.
“¿Quien es el hombre feliz? El que está contento con su parte”. Hay que atravesar un sistema de esfuerzos y dolor para llegar a ello, y todo producto del pecado de Adán quien fue condenado a conseguir el pan con el sudor de su frente.
Yo me preguntaba si no era mejor quedarme tranquilo en mi pequeño mundo, sin molestar a nadie, sin aspirar a nada, sin deseos y voluntades productos de la ambición de la sociedad, sin verme reflejado en los espejismos de la publicidad y el sueño del éxito. Una vida con medidas. Vivir uno tranquilo consigo mismo y por ende con los demás, y contemplar así el mundo. Aunque no lo parezca también esto es una acción, y una forma de participar.
Así que el email de mi amigo me causo confusión, y provoco toda esta cadena de pensamientos. La mente que como el agua clara, igual a una paz absoluta, y que de pronto es agitada creando un oleaje, dejar de sentir esa paz total.
Borre el email molesto, lo bote a la papelera, y la borre inmediatamente. Pero realmente puede uno volver a un estado de paz absoluta sabiendo que una propuesta de un amigo lo espera. ¡No! Al principio uno está ansioso, luego irritado, y luego cuestionándose por largas horas o días como debió actuar.
Finalmente, tras unos días, y para sacar la basura de mi sistema, decidí escribirle un email, culpándolo por perturbar mi paz espiritual y por consiguiente mi salud. A partir de allí las cosas comenzaron a salir mal, comencé a sentirme enfermo, y empecé a experimentar pensamientos conflictivos, y luego se convirtieron en guerras espirituales, odio, enojo, y ya no sabía si estaba peleando con él o conmigo mismo. Era obvio que yo era el que era perjudicado puesto que todo ocurría en mi mente, en mi pensamiento, y como dicen los sabios: “la mente es el hogar espiritual”.
Al cabo de unos días, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan estas ideas. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; luego, tras unas semanas, comencé a enfermar, y a ir al doctor. Me hice unas revisiones, y me descubrieron un desparrame cerebral.
¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia… maldije… juré no volver a hacerlo, jure enviarle un email a mi amigo suplicando por su perdón. Pero si le enviaba un email y me disculpaba, me iba a sentir más humillado, y por lo mismo lo odiaría más, y sería un círculo que jamás terminaría, una herida que jamás cerraría. No paraba de latir agitadamente mi corazón, y más dolor me causaba aun el saber que justamente antes de todo aquel evento, antes de enviar ese email, yo estaba en perfecto estado de salud, en perfectas condiciones mentales y corporales, y en un estado de placer infinito.
Decidí para tranquilizarme no hacer de ello algo personal, como una persona inteligente, me pregunte, como es que yo no podía llegar a la solución de tal alteración. La solución era simple, no tomármelo como algo personal, era pues el destino de todo hombre occidental. De esta o esta forma, siempre algo le ocurre que altera su estado de paz, su mente. Vivimos en una cultura inseminada de alteraciones y ruidos, movimiento y caminos.
Este pensamiento me tranquilizo, y me permitió tomar la decisión de que en efecto le enviaría un email pidiendo su perdón, y pedirle que olvidara mi horrible estupidez. Ello me tranquilizó, y causo el efecto contrario, de pronto volví a sentir paz en mi interior, y todo vestigio de odio o dolor desapareció.
Fue cuando hice clic en el rectángulo de “Enviar” recordé algo inconcebible. Yo jamás le había enviado un email acusándolo, lo había confundido con el personaje de una escena en el capítulo de una de mis novelas sobre la amistad.
El email recorrió el espacio sideral, las partículas inalámbricas de los servidores de Internet se expandieron, hasta que seguramente llegaran hasta el correo de mi amigo en cuestión de segundos atravesando el tiempo espacio de la física cuántica y los servidores de Internet. Alterado por la equivocación, me sentí molesto conmigo mismo por no haber escuchado la voz de mi profesor quien decía que había que separar al autor de su obra.
No es fácil ser escritor, puesto que a veces vivo en mis novelas. Me reí a carcajadas del error, y aliviado nuevamente recordé algo que alguien más escribió en Twitter, “siempre voy a estar a salvo con todos mis libros a mi alrededor”, puesto que solo así solo voy a saber lo que puede suceder si me expongo al mundo real…a la vida.
Unos segundos después llegó un email de vuelta, era la respuesta de mi amigo y decía: “¿Perdón por que? No te preocupes. Yo te amo.”
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