El Juicio a Tintín

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Como un tintinófilo consumado, noté con cierta preocupación el anuncio de que el personaje más famoso del cómic belga (y europeo), cuyas aventuras devoraba de niño, sería llevado al banquillo de los acusados a comienzos del presente mes de mayo en una corte de Bruselas. Los cargos no eran livianos: Tintín ha sido acusado de ser racista y de favorecer el colonialismo.

Bienvenu Mbutu Mondongo, un contador público congolés de 42 años, lleva más de tres años intentando prohibir la circulación de las peripecias del intrépido reportero belga en su país natal, Tintín en el Congo. “Muestra a los africanos como imbéciles infantiles” ha dicho a la prensa. Según su parecer, el volumen, publicado por primera vez en 1930, es una manifestación colonialista europea. Por cierto, el relato contiene expresiones decididamente ofensivas y un enfoque claramente paternalista: su fiel perro Milú es coronado rey por los africanos y una mujer negra se inclina ante el joven y rubio europeo mientras dice “hombre blanco muy fabuloso”. En Gran Bretaña se permite su venta solamente si el fascículo lleva una advertencia en su portada y la Biblioteca Pública de Brooklyn lo mantiene bajo llave y sólo se puede acceder al mismo por solicitud. Su creador George Remi (alias Hergé) tenía 23 años cuando escribió la historieta, jamás visitó el Congo, y lo hizo bajo las consignas de la época. “Estaba influenciado por los prejuicios del medio burgués en el que vivía”, reconoció. Ediciones posteriores fueron revisadas por el propio autor. Es entendible la sensibilidad de los congoleños. El gobierno colonial belga en el Congo fue una de las incursiones europeístas más bestiales en el continente africano e incluso hasta 1960 las escuelas belgas describían a los africanos con atributos primitivos. Si Tintín merece ser censurado por ello es tema aparte.

Hergé reflejó en sus historias las impresiones del entorno y Tintín no fue ajeno a las preferencias políticas de su autor, quién lo metió en más de una controversia. Tal como la periodista Anne Jolis ha recordado, Tintín en la Tierra de los Soviéticos, la primera épica (1929), pintó la degradación del régimen blochevique. En 1942, la editorial pidió a Hergé que suavizara su retrato caricaturesco de la fisonomía japonesa en El Loto Azul (1936). Cariño por el reino animal no parecía sentir: durante su odisea en África, Tintín abate antílopes, monos, elefantes, rinocerontes y búfalos con una regularidad tal que hasta el propio Milú, dolido, afirma: “No puedo ver estas escenas de carnicería”, conforme ha observado Michael Farr en Tintín: El sueño y la realidad. El pasado mes de febrero, las autoridades turcas multaron a un canal de televisión por emitir una animación de Tintín que contenía escenas con cigarrillos, lo cual está prohibido mostrar al aire. Hergé continuó trabajando en el diario y publicando sus historias aún durante la ocupación alemana de Bélgica. Para complacer a sus nuevos jefes, introdujo caricaturas antisemitas en sus cuentos. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Hergé fue arrestado bajo cargos de colaboración con los nazis, brevemente encarcelado y luego liberado. En aventuras posteriores, haría luchar a Tintín contra comunistas y capitalistas y hasta el Dalai Lama lo elogiaría -y premiaría- por su relato Tintín en el Tíbet (1960).


Tintín capturó el imaginario colectivo universal desde su primera aparición en Bélgica en 1929. Sus atrapantes aventuras quedaron registradas en más de veinte volúmenes publicados hasta 1976, pocos años antes de la muerte del autor. Traducido a más de cincuenta idiomas, vendió (dependiendo de la fuente consultada) entre ciento veinte y doscientos millones de copias en todo el mundo. La épica tintinesca ha despertado pasiones. Un periodista de Time ha dicho que su estilo influyó en las obras de Roy Lichtenstein y Andy Warhol, en tanto que un crítico literario que escribió un libro titulado Tintín y el Secreto de la Literatura le otorgó una “sutileza normalmente atribuida a Jane Austin y Henry James”. En 1999, la Asamblea Nacional Francesa fue convocada para debatir un tema singular: “Tintín: ¿es de izquierda o de derecha?”. Esa fue la primera vez que un personaje de caricatura fue objeto de debate en el parlamento francés; y posiblemente en cualquier parlamento del mundo. (No hubo votación ni conclusiones taxativas al respecto). Steven Spielberg y Peter Jackson anunciaron una próxima trilogía fílmica sobre el personaje.

Tintín ha sido un éxito colosal y como con casi todos los sucesos mayúsculos no ha permanecido inmune al escándalo o a la crítica. En cierto sentido, ha quedado ligado a las vicisitudes de otros dibujos animados: tal como el Pato Donald anteriormente -criticado por progresistas latinoamericanos por su presunto imperialismo- y los personajes de South Park después – sujetos a una fatua islamista por personificar a Mahoma- Tintín transita un recorrido signado por las inclemencias de nuestros tiempos.

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