El ojo y la contemplación

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Si el oído se caracteriza por equilibrar nuestros pasos en el espacio, al ojo le corresponde el tiempo con sus ciclos y eclipses, con sus claroscuros diurnos y nocturnos. Cuando los taoístas chinos aseguran, después de especificar sus gracias y poderes, que ´´la liberación está en el ojo´´, se refieren a una liberación del yugo que supone el tiempo cronológico, su articulación de segundos, minutos y horas cotidianas. A una vivencia de lo trascendente que, para experimentarse de veras, debería superar los límites cíclicos del sol y de la luna contenidos, de hecho, en el ideograma de mu , el ojo, donde aparecen ambos. Pues si, por su síntesis gráfica, por su virtud jeroglífica, ambos ojos parecen ligados al sol-el año-, y la luna-el mes-, el tercer ojo o la visión trascendente que sobrepasa lo dual lo estará con el fuego que es, se sabe, un doble de la energía que hace brillar tanto el astro de la mañana como la luminaria de la noche. Por lo que una visión interiorizada, más acá de los límites externos establecidos por el binomio lunisolar,  se interpreta como una superación de los herrajes que impone el tiempo a la superficie de un espacio ilimitado.´´Lo esencial-escribió Saint-Exupery-es invisible al ojo´´, de donde el ojo refracta, todo él, y casi en exclusiva, las superficies del cosmos que lo engendró.

Desde el punto de vista de la Kábala hebrea,  el círculo o igul contiene la primera relación visible con el ojo u ain por una parte, y con la ola o  gal por la otra; ola que hace posible el ciclo marino de nuestro planeta y electromagnético de la luz que lo baña. Pero si la ola es el micromodelo del tiempo y de sus ritmos,  el macromodelo será el ciclo completo o majzor. Atentos al mundo que nos rodea, vemos los cambios del tiempo, pero sabemos acerca de sus ciclos. Discurrimos a través del invisible equilibrio que nos garantizan los oídos pero nos orientamos por las salidas o puestas del sol y los cuatro horizontes básicos en los que se divide el espacio. A su vez, el ciclo o majzor , nombre que también se emplea para los libros de oraciones hebreos, sus espacios especiales y sus momentos del día o de la noche, contiene entre sus cinco letras la huella del espíritu o rúaj en el cerebro, móaj , huella que llena el ojo con el secreto o raz de la luz.

Con justificada frecuencia el círculo y el ojo se asocian al sol, corazón de nuestro sistema planetario. Pero sobre todo su aspecto simboliza el decurso del cielo por encima de la tierra. Cada círculo entraña, grande o pequeño,  la idea de un perfeccionamiento, el retorno a un punto de partida y el eterno movimiento del cosmos. Explayándose acerca de lo redondo y de lo cuadrado en relación a las letras hebreas, el Libro de la claridad o Bahir nos dice: ´´Piensa: un cuadrado dentro de otro es inconcebible en movimiento. En cambio un círculo dentro de un cuadrado sí puede girar. . .¿Y ese círculo, qué es en realidad?. . .Cada uno de los puntos vocálicos de la Torá, que a su vez tiene forma circular, enrollada. Puntos que determinan en las consonantes cuadradas una función semejante a la que el alma imprime al cuerpo. Así, cada vocal es un círculo mientras que cada consonante un cuadrado.´´


Estable, el cuadrado evoca firmeza y por ello define la estructura básica de la casa y del templo. Dinámico, el círculo señala, en cambio, los rituales(palabra procedente de un cruce entre los vocablos sánscritos rito, que significa el orden cósmico y, al mismo tiempo, el sacrificio; y rito, la estación del año, la vuelta periódica de la divinidad) ; los rituales y la ceremonias que se realizan en su interior. De entre todos los símbolos que la Humanidad ha conocido relativos al círculo y a los ciclos, ninguno tan acabado ni tan singular como el del tai chi o tai ki  chino que integra lo masculino y lo femenino, estableciendo una sabia equivalencia entre ambos, pues que aluden doblemente al tiempo( el hombre)tanto como al espacio( la mujer). Este célebre diagrama llamado ´´la cumbre suprema´´ o el ´´punto máximo´´ revela, a más de la unión entre el yin y el yang  y a través de ellos de los ´´diez mil seres´´-eufemismo para nombrar la totalidad-la síntesis de las fases de la luna en relación a la irradiación solar que las determina. La línea que separa los polos y serpentea a lo largo del diámetro, por su parte, está hecha de dos semicírculos o semicircunferencias cada una de las cuales tiene un diámetro que es la mitad del que caracteriza al gran círculo. Además de aludir a los 360 grados del recorrido anual, el tai  chi evoca los dos hemisferios de la tierra y los dos cerebros que alberga nuestro cráneo, unidos uno al otro por el quiasma óptico, unión que, en más de un sentido, sería comparable a la línea sinuosa que divide los sectores del diagrama citado.

Paralelamente, y en correspondencia con ese símbolo, el ojo, círculo móvil, está sujeto a 6 músculos oculares que le permiten  realizar los necesarios movimientos rotatorios que le son propios. Cifra que, y no podía ser menos, es submúltiplo de 360, la totalidad de los grados del círculo. De tal manera que si consideramos el 6×6 de los músculos de ambos ojos-encarnaciones vivientes del sol y de la luna-, obtenemos el número 36, división del círculo y del año lunar, cifra del Gran Total para los chinos y del Año Divino para los hindúes. Pues incluye en su seno el movimiento de la procesión de los equinoccios, que es de 1 grado cada 7 años, y el del ciclo de la estrella polar, que es de 1 grado cada 60 años. Simultáneamente, ambos ciclos vuelven a comenzar juntos cada 360 años. Así es, entonces, entre los números de su fisiología y la forma de su órbita cómo nuestro ojo lleva en si mismo el sello del acontecer cósmico y es, en cierto modo, un pequeño y esférico mapa de lo que acontece en el cielo.

Por regla general el ciclo se relaciona con las siguientes figuras geométricas: el círculo, la espiral y el elipse, y todos los procesos vivientes y astronómicos obedecen a ritmos prefigurados por alguna de estas formas. Joya de la luz, sin ésta el ojo se ve anulado, en tanto que incluso en la oscuridad el oído sigue escuchando. Verdad incontrovertible que ha llevado a los kabalistas a privilegiar el oído por encima del ojo. O, cuando menos, a decir que lo precede en el orden de ideación del mismo modo que, en el cosmos, el sonido o la vibración precede a la imagen, forma o cuerpo  que la emite.

En el ideograma alquímico del círcul  cuyo subtítulo suele ser ´´Uno el Todo´´, los trabajadores del arte quieren ver la realización del opus magnum o la gran obra, al mismo tiempo que el reenlace del principio con el fin. Tanto prestigio tienen el círculo y su volumen correspondiente, la esfera, que Platón habla en sus obras del universo como contenido en una enorme esfera a cuya imagen y semejanza, en un momento dado, fue hecho el primer ser humano andrógino. Por último, escuchemos la voz de un gran sabio, el jefe sioux Alce Negro, quien, habitante de los cónicos tipis de su raza, dijo: ´´La potencia del universo produce todo en círculo. . .el cielo mismo es circular, y el viento, su máxima potencia, engendra remolinos. Los pájaros construyen sus nidos en forma de círculo, pues tienen nuestra misma religión, ya que nuestras tiendas son redondas como sus casas y siempre se disponen en círculos. Por eso solía decirse que el círculo de la nación era igual a un nido hecho de muchos nidos, forma a través de la cual el Gran Espíritu quiso que educáramos a nuestros hijos(1) ´´.

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(1)Alce negro habla ,Olañeta Editor, Mallorca 1983.

Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.