El primer día del año, El Periódico les ofrecía a sus lectores, en la sección de opinión, un “análisis” del estado actual del conflicto árabe-israelí y una proyección (o predicción) a futuro firmado por Jesús A. Núñez Villaverde, Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y presidente de la junta directiva de UNRWA España. El problema del pretendido “análisis” es que sólo mencionaba, como parte activa del conflicto, a una de las partes (Israel) y a un tercero (Estados Unidos), en tanto eximía de responsabilidades al liderazgo palestino (incluido el del grupo terrorista Hamás) – y su intransigencia a reconocer a Israel, a firmar acuerdos de paz; su corrupción, su apuesta por la violencia.
Es este un ardid de sobra conocido para quienes ni quieren realizar un análisis o informar seriamente, sino repetir los tópicos ideológicos habituales. De hecho, el propio autor ya lo utilizó antes. Los palestinos son presentados como inocentes víctimas del cruel victimario israelí.
Pero, más allá de este lugar común, el autor – que, vale la pena recordar, es presidente de la junta directiva de la UNRWA -, en su afán para presentar una suerte de dúo maldito (Israel-Estados Unidos), llegaba a falsear la realidad al afirmar que:
“No solo se trata de ahogar [a la UNRWA] económicamente (EEUU aportaba prácticamente un tercio de su presupuesto general), sino de ampliar la campaña de desprestigio que ha llevado a la dimisión de su principal responsable y a forzar una reconceptualización de la figura del refugiado…”.
Su “principal responsable” era Pierre Krähenbühl, que no renunció debido a una “campaña de desprestigio”, sino que lo hizo luego de que se filtrara “una investigación interna sobre conductas indebidas en la UNRWA…, finalizada a finales del año pasado, inculpara a la agencia de acusaciones ‘creíbles y corroboradas’ de graves abusos éticos, incluyendo algunos que involucran a Krähenbühl”.
Según France Press, entre las acusaciones destacaban “actuaciones con carácter sexual inapropiadas, nepotismo, represalias, discriminaciones y demás abusos de autoridad, (cometidos) con fines personales, para reprimir divergencias de opinión legítimas”.
A Krähenbühl en particular se lo acusa de “nepotismo, abuso de poder y de tener un romance con una empleada”.
Pero no es casual este engaño: se pretende demonizar a uno de los miembros del “dúo maligno” a la vez que se blanquea a una agencia que hace mucho tiempo que es una herramienta política y un mecanismo (aumentando el número de “refugiados” y alimentando la fraudulenta idea de “retorno” – justo lo contrario al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR) para perpetuar el conflicto: es decir, en un obstáculo para la paz que, además, exige una financiación creciente para mantener su estructura.
En este sentido, el autor del texto no explicaba que los “refugiados” palestinos son el único grupo que tiene una agencia y una definición de refugiados ad hoc – es decir, si hubo una “reconceptualización de la figura del refugiado” fue, precisamente la que se hizo con los palestinos; es esto lo excepcional.
La UNRWA define, de manera “operacional”, a los refugiados palestinos como aquellas “personas cuyo lugar de residencia habitual era Palestina entre junio de 1946 y mayo de 1948, y que perdieron tanto sus hogares como sus medios de vida como resultado del conflicto árabe-israelí de 1948”. Es decir que un egipcio, jordano, libio o sirio que hubiese llegado a principios de 1946 para trabajar, automáticamente pasó a ser un “refugiado palestino”.
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La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 establece claramente cuándo se dejará de aplicar la Convención; es decir, cuándo una persona deja de ser considerada refugiado:
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Así, si bien James Lindsay, que fue asesor legal y consejero general de la UNRWA entre 2000 y 2007, afirmaba que la gran mayoría de los refugiados registrados en dicha agencia ya se han “reasentado”, estos siguen siendo considerados “refugiados”:
“Específicamente, casi 2 millones de refugiados palestinos registrados en Jordania son ciudadanos de ese país, y el resto tiene la residencia y documentos que les permiten viajar. De manera similar, los refugiados de Cisjordania y Gaza tienen los mismos derechos que la población no-refugiada, incluyendo el derecho de votar”.
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