El vacío y la fe

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-La mayoría de las personas creen-solía decir Rabí  Meir Mandolino de Ferrara-, que la fe es una cuestión de dogma, un sostén preciso, algo definible, y no se dan cuenta  de que la fe es el vacío que todo lo hace posible (1), el  comprender la satisfacción antes que el deseo y percibir la Divina Presencia en el más mínimo detalle del universo. Mi maestro Lionel Safrán sostenía que la grandeza de un Dios  invisible  radica en que también podemos amar su ausencia.

            Sus alumnos era cuatro muchachos distraídos que preferían la música y las fiestas, il mondo amabile delle donne a los estudios, pero su voluntad de enseñar, aprender y compartir era tan grande que Meir Mandolino se había hecho amigo de un sastre cristiano llamado Gianni Orvieto  con el que recorría el saber de su época-astronomía, anatomía, botánica oculta y sabiduría egipcia. Hacía pocos días que el que fuera secretario del cardenal Egidio de Viterbo había pasado por la ciudad y flotaba en el aire la idea de la dignidad humana esparcida por el mirandolano en Roma y otros lugares de Italia.

            Así, pues, que se sentaban, el rabí y su amigo el sastre, en el modesto taller del segundo a discutir sobre fe y razón, el más allá y el más acá, Dante y Maimónides. En aquellos tiempos Ingenieros italianos viajaban al Nuevo Mundo a construir fuertes y puertos, radas y palacios de comendadores. Estaba de moda hablar español, la pimienta visitaba todos los platos y se decía que los ríos de la tierra de las Amazonas eran interminables y que el lugar en el que se juntaban para convertirse en una cascada inmensa era, también, el sitio en donde se hallaba la Fuente de Juvencia.


-Para mi la fe-dijo el sastre Gianni Orvieto, un hombre  de nariz aguileña y barba gris cuyos larguísimos dedos hacían prodigios con las agujas y un pequeño dedal de oro en el que había impresa una araña, símbolo de los tejedores-, lo que se llama comúnmente fe no necesita axiomas, ideas u objetos de apoyo pues la vida misma es su demostración. Sólo hay que dejar bien abiertos los sentidos para que el bello espectáculo del mundo nos entre a raudales. Yo creo; después, y sólo después vienen Dios y Jesús a agregarse a mi creencia. En cuanto al vacío, ¡qué cierto es lo que dices, amigo mío, si pienso en este mágico y protector dedal, en  el ojo de la aguja, el pequeño orificio por el que pasa el hilo!

-Cuando digo lo de la satisfacción antes que el deseo-comentó Meir Mandolino ese mediodía de verano en el que ambos compartían un agua resplandeciente y olivas de Sicilia-, me refiero de hecho al desinterés, ya que es imposible entender en profundidad la fe cuando esperamos algo de ella. Si lo piensas bien, el deseo siempre es parcial, pero no hay satisfacción que una vez sentida no se convierta en un  sentimiento unánime. Por eso digo que empecemos por  lo unánime, y lo demás llegará cuando llegue. La melodía es mayor que la suma de sus notas. La satisfacción mayor que cada uno de nuestros deseos. La fe  más grande que sus explicaciones.

(1)  Los valores numéricos de las palabras hebreas fe y vacío, emunáh  y bak ( qfB = 102 =  hfnUmE) ) son idénticos. ´´Cuando Dios está interesado en un corazón-escribe Juan de la Cruz en el siglo XVI-, lo vacía de todo lo que no sea El´´. Para el pensamiento clásico chino el vacío o k’ung  significa también el cielo, el espacio ilimitado y por extensión la totalidad.

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Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.