Elogio de la Ciudad Ducal

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En 1993, en el 50º aniversario de la fundación de la ciudad, el pregonero Juan Chorot leyó el Acta Fundacional, que yace incrustada en la peña angular de nuestra iglesia, compartiendo protagonismo con san Pedro. Este acta fundacional marcó el principio de nuestra reciente historia.

Ahora, en el 75º aniversario, trataré de exponer la historia completa, empezando por una protohistoria imaginada.

Allá por el año 1530 el primer Marqués de las Navas don Pedro Dávila y Zúñiga acompañó al rey Carlos I de España a Bolonia para su coronación como Emperador del Sacro Imperio Romano, de manos del papa Clemente VII. En Bolonia se empapó de la cultura del Renacimiento, y casualmente conoció al poeta y músico Nicolo Bursi, del que luego hablaré.


De vuelta a su querido Estado de las Navas, como entonces se llamaba a estos parajes, terminó la construcción de su castillo-palacio de MAGALIA, incorporando a sus muros importantes textos latinos, y entre ellos el que aún puede leerse en el dintel de una puerta: IN ISTOS LOCOS VISU, esto es EN ESTOS LUGARES HE DISFRUTADO.

No cabe duda que el marqués disfrutaba del buen clima y de la amenidad de estas tierras, y así lo hizo constar para la eternidad en los muros de su castillo. Pero no quedó ahí la cosa. Acordándose del bueno de Nicolo Bursi, al antes me referí, y de su poema en elogio de la ciudad de Bolonia, poema latino que empieza con los versos HUIUS URBIS AMOENITAS… se le ocurrió al buen marqués fundar en sus estados una ciudad grata, placentera, deleitable, la que después se llamaría CIUDAD DUCAL.

Y ni corto ni perezoso, encargó a un cantero grabar los versos del boloñés Bursi en la roca que le pareció iba a presidir la plaza de la futura Ciudad. Y allí el cantero empezó escribiendo con el puntero HUIUS URBIS AMA…, y ahí se quedó porque el cantero murió de una chirla de piedra que le atravesó el ojo izquierdo; el marqués, afligido, cayó en grave neurastenia, y la inscripción quedó incompleta. HUIUS URBIS AMA… Tenía que haber sido HUIUS URBIS AMAENITAS, para alabar la amenidad, la belleza, el deleite de nuestra CIUDAD DUCAL, pero se quedó corto, y el descuidado marqués abandonó su proyecto.

Hoy se puede leer la inscripción, corroída por la erosión y las heladas, sobre la roca que está ahí mismo. Los valientes que se suban al pedrusco, podrán comprobarlo.

Ah! pero pasaron los años, un siglo y otro, y otro siglo pasado había, y no precisamente de Flandes llegaron en el siglo XIX unos descendientes del marqués de Las Navas y Duques de Medinaceli, y más concretamente la duquesa Ángela María, que retomó la idea de la ciudad amena y creó el llamado PARQUE DEL CHALET, antecedente inmediato de nuestra CIUDAD DUCAL. Construyó el chalet sobre lo que hoy es pradera de la piscina, hizo traer el agua con la ayuda de una terrible máquina de vapor, que trabajaba resoplando cual monstruo del lago Ness, adornó el parque con variadas especies arbóreas y florales, y como guinda, preciosa, majestuosa y grácil, plantó un “belvedere”, o atalaya, en lo más alto, en un pequeño montículo formado de piedras acumuladas por el hombre de la prehistoria, lugar mágico, donde en la noche de los tiempos los antiguos vetones, ancestros de los actuales naveros, ofrecían sacrificios al dios sol. Allí aun se conserva nuestra Atalaya de Eiffel.

No está del todo claro que sea de Eiffel. Algunos la atribuyen, con cierto fundamento a Egidio Piccoli, maestro ingeniero, arquitecto, o simplemente tramoyista-carpintero, italiano, que a mediados del siglo XIX apareció por nuestro país reformando tramoyas teatrales. Nuestro querido amigo y convecino Alberto Torrejimeno ha estudiado profundamente el asunto y no ha llegado a resolver el misterio.

Y siguieron pasando los años, y otro año pasado había, y fue que la Unión Resinera Española, encabezada por su presidente Agustín de la Herrán y de las Pozas, el 25 de mayo de 1943, hace 75 años, fundó formalmente la CIUDAD DUCAL, firmando con “algunos hombre buenos” el ACTA FUNDACIONAL que se conserva, como dije, en el seno de la piedra angular de nuestra iglesia. El acto de la fundación fue recogido por el noticiario de la época NODO, de fecha 5 de julio de 1943 (nº 27A para quien interese).

Los fundadores diseñaron el escudo compuesto con la mitad de los trece roeles del marquesado de Las Navas y la fortificación de Castilla, lo que en heráldica se llama escudo tajado, (dividido en diagonal de izquierda a derecha), ya que los descendientes de la duquesa Ángela no otorgaron su licencia para utilizar el escudo del marquesado, que hoy hubiera coincidido con el del municipio de Las Navas del Marqués.

En el 50º aniversario Juan Chorot leyó el acta fundacional completa. Yo ahora solo leeré uno de sus párrafos, para remarcar el especial carácter de nuestra amena ciudad:

“La Ciudad Ducal ha de dedicarse a acoger o servir de cobijo a familias honestas y servidoras de Dios y respetuosas de su santa ley que deseen pasar el descanso del estío en unión amistosa y fresca, y apacible primavera, y en esparcimientos razonables y deleitosos, avenidos con la moral y no ocasionadores de malos ejemplos…”

La publicidad que entonces se hizo de nuestra urbanización decía frases, no por imaginativas menos reales, como …

“Lugar paradisíaco, en medio de esta vegetación asombrosa, entre rocas graníticas, filones de cuarzo, entreverados de prados y terrenos arenosos, sueltos y frescos; jardines, arroyuelos, riscos, zonas bajas del lago, amplias perspectivas montañeras, que con su inmensa arboleda hacen olvidar la inhospitalaria y pedregosa serranía castellana.” ¡Muy bonito!

Después de 75 años comprobamos la intacta belleza de sus paisajes y la probidad de sus habitantes, generosos y amigos, empeñados en hacernos más placentero el descanso con actividades deportivas, teatrales y honestas diversiones que nunca han faltado en nuestra ciudad.

Hablando de actividades teatrales, no quiero sino recordar la figura del inigualable (porque no puede haber otro igual) Juan Chorot, promotor y director durante casi 50 años, de la escena teatral y operística, que tanto agradecemos sus amigos y tan buenos frutos cosechó entre nuestra juventud.

Y en otro orden de cosas, relativas también al sano esparcimiento, deseo elogiar la reciente ampliación del club social, que ha supuesto su magnifica rehabilitación, con un servicio genialmente dirigido por nuestro querido, como se dice ahora, restaurador, Alfonso.

Finalmente acabo haciendo votos para que la Ciudad Ducal, durante los próximos años de andadura, no pierda su carácter rústico, familiar y amistoso que le caracteriza, y os emplazo a todos, a todos, para que dentro de 25 años, en el centésimo aniversario, podamos celebrarlo juntos, y comprobar entonces cómo la Junta Directiva que entonces rija nuestros destinos, empleando tópicos periodísticos al uso, “habrá conseguido una puntual y emblemática gobernanza, poniéndose las pilas, marcando la hoja de ruta, señalando líneas rojas, evitando las puertas giratorias; y hasta alcanzando una reunión en la cumbre para coser las posibles diferencias que pudiera haber”. Que no es poco.

Una observación final:
Quien ha descubierto la bella historia del HUIUS URBIS AMA es Antonio Escudero Ríos, más conocido como “Antonius, laicus eremita atque machabeus insurrectus”, amigo y admirador sincero de la Ciudad Ducal, que bien merecería ser nombrado ciudadano ducal honoris causa.

Muchas gracias.

2 comentarios en «Elogio de la Ciudad Ducal»
  1. Muy humilde e inmerecidamente, voto con el mayor entusiasmo y fervor cristiano por la concesión de tal ilustre título al filósofo y hombre de bien Don Antonio Escudero Ríos.

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  2. Muy humilde e inmerecidamente, voto con el mayor entusiasmo y fervor cristiano por la concesión de tal ilustre título al filósofo y hombre de bien Don Antonio Escudero Ríos.

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