Cuando se pensaba que el panorama bilateral se ensombrecía con Donald Trump como candidato a la Presidencia de EU, la realidad es otra. La destreza Diplomática y el discurso moderado rinde hoy un primer fruto. Trump se reunirá en privado con el primer mandatario de México y el tono cordial en el que ambos dieron a conocer el encuentro es una primera buena señal.
El pasado 22 de julio, EPN expresó en Washington su deseo de entrevistarse con Hillary Clinton y Trump, candidatos a la Casa Blanca, para exponerles, entre muchos puntos, la importancia de la relación bilateral. Trump ya aceptó. Y como anunció el Presidente, el objetivo del diálogo es la protección a los mexicanos donde quiera que estén. La importancia de este encuentro estriba, es que precederá al discurso que el magnate pronunciará en Arizona y que su equipo ha vaticinado con un duro discurso de inmigración.
México, tiene frente a sí, la oportunidad de moderar el discurso de Donald, por lo que debe aprovechar el encuentro para aclarar las causas internas y externas, que agotaron el modelo de integración de América del Norte e impidieron cumplir lo que Salinas en 1993 se comprometió ante un público estadounidense, que “el TLCAN es un acuerdo de creación de empleos, de mejoras salariales […]. Y es un acuerdo de reducción de la migración, porque los mexicanos no tendrán que emigrar hacia el norte en busca de trabajo en este país, sino que serán capaces de encontrarlo en el mío.
Primero.- El mayor error en torno al TLCAN fue el que cometieron las elites mexicanas que, como afirma Carlos Heredia, concibieron dicho instrumento como un punto de llegada más que de partida. El TLCAN debió significar apenas el primer paso de una serie de medidas, regionales e internas, para garantizar que la zona de libre comercio se tradujera en beneficios tangibles para la población de los tres países, y no sólo para el sector externo de la economía
Segundo.- Como lo identifica Thomas McLarty, que uno de los efectos más infravalorados de la relación bilateral es la creciente interdependencia entre nuestras economías. Incluso se puede argumentar que dicho aspecto ha sido ignorado tanto por los formuladores de la política comercial norteamericana cuanto por las comunidades empresariales de los tres países.
Tercero.- La idea de América del Norte, que encabezo Robert Pastor con su postura “una visión de futuro como continente”, careció de seguimiento por parte de la clase política. (Pastor murió a principios de 2014. En su último libro sobre la región, mantuvo a la unión aduanera como una de sus principales propuestas para el futuro de Norteamérica).
Desde Estados Unidos, Robert Pastor afirma que hay un miedo arraigado en la sociedad frente a la idea norteamericana, cimentado en dos prejuicios: el libre comercio equivale a pérdida de empleos, y la integración comercial resulta en el socavamiento de la soberanía estadounidense. No debe sorprender entonces que el propio Pastor fuese calificado como “traidor a Estados Unidos” por proponer una mayor integración económica de ese país con sus vecinos. Y es que hablar de instituciones norteamericanas inevitablemente remite a la noción de soberanía nacional, profundamente afincada en las sociedades de los tres países.
Pastor lanza la pregunta: ¿las medidas han valido la pena? El académico responde negativamente, proporcionando dos cifras sumamente reveladoras. Mientras que las entradas legales por tierra a Estados Unidos disminuyeron en un 42% entre 2000 y 2009, el número de inmigrantes no autorizados en Estados Unidos aumentó en el mismo 40%, sólo entre 2000 y 2007.128 La creciente vigilancia en la frontera mexicano-estadounidense entonces, no ha resultado en un blindaje de las fronteras estadounidenses frente a potenciales amenazas a su seguridad sino que, además, ha distorsionado los patrones migratorios que habían caracterizado la frontera, indirectamente ayudando a incrementar el número de inmigrantes no autorizados en su territorio.
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