Ética, política y economía, como base constitutiva de la ciudadanía

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La ciudadanía, puede entenderse como el puente que une el mundo de lo justo o de lo injusto, dependiendo de la clase de ciudadanos y sus prácticas cotidianas, frente a una ética cívica, misma que se exprese realmente, desde un ámbito que se reconozca como equitativo, no solo en lo político y económico, sino también, desde el marco normativo que lo constituye ante la ley.

Así, cuando se presentan injusticias en cualquiera de sus manifestaciones, dentro de las relaciones entre la sociedad civil y los estados, la estructuración de esta unión, se percibe como viciada de antemano; ya que las sociedades que se reconocen como justas, lo han hecho gracias a la participación de los ciudadanos, mismos que se han comprometido de forma activa con los principios que engloba la justicia en todos sus ámbitos.

De esta forma, podemos referirnos a la noción de ciudadanía desde varios sentidos, como por ejemplo, el inmigrante que puede considerarse como legal o ilegal, dependiendo del caso, junto al asilado político o el refugiado; solo por mencionar algunos modelos que nos ilustran, las diferentes formas en que se constituye el concepto de ciudadano en cualquier país, a raíz de las escasas oportunidades brindadas por parte de los propios estados, para posibilitar una vida buena, donde se puedan desarrollar las personas en plena libertad y uso de todas sus capacidades.


Situaciones como las anteriormente descritas, pueden apreciarse alrededor del mundo de diversas formas, siendo una muestra perfecta de ello, el conflicto político ocurrido entre el límite fronterizo de México con los Estados Unidos y los llamados inmigrantes ilegales que cada día, tratan de cruzar hacia su vecino país del norte, proviniendo de diferentes partes de este Continente.

América como continente, desde el norte, centro y sur, se ha nutrido culturalmente de migrantes de todas partes del mundo, desde hace siglos; mostrándose un concepto de ciudadanía muy complejo, con un trasfondo multiétnico y pluricultural evidente, el cual es característico en toda la región, debiendo ser analizado más allá de las políticas del libre mercado, mismas que no están posibilitando la equidad social a todas las personas en esta parte del orbe.

Estas sociedades de inmigrantes, por llamarlas de alguna manera, solo están siendo consideradas como mano de obra barata, en lugar de ciudadanos transnacionales y forjadores de una ética cívica, basada en la cordialidad; la cual, lo único que busca es el desarrollo de sus congéneres y las mismas oportunidades de crecimiento, productividad y justicia social que gozan otros colectivos.

Otro ejemplo constitutivo de esta diversidad de ciudadanías, es el caso de lo que está ocurriendo en España en relación con los conflictos ciudadanos, generados en algunas comunidades autónomas; las cuales lo que buscan es la restructuración del mapa político del Estado español, debido a que se entienden o se perciben a sí mismas, como naciones independientes del todo que las constituye, no reconociendo que son diversas pero a la vez iguales, al ser subunidades políticas desde la perspectiva ética de algunos filósofos.

Con lo cual, surge la pregunta en cuanto a cómo se respeta una ciudadanía compleja, desde un punto de vista de las identidades políticas. Un ejemplo claro de ello, sería la Unión Europea y, como esta debe replantearse una ciudadanía compartida a un nivel nacional y transnacional; pero desde un horizonte cosmopolita, gracias a organismos políticos mundiales, empresas multinacionales y transnacionales, mismas que atiendan las exigencias de una justicia global para sus ciudadanos.

Entonces, se presenta el desafío de cómo articular y a su vez, posibilitar este tipo de sociedades, donde exista una ciudadanía política, la cual esté basada en una ética cívica, pero constitutivamente cosmopolita; ofreciendo soluciones desde una posición racional.

De esta forma, el filósofo alemán Immanuel Kant, hace más de un siglo, postuló dos caminos a seguir, mediante uniones nacionales amistosas o, a través de un Estado democrático de orden mundial, donde todos estemos realmente representados y reconocidos mediante una justicia cordial.

Esta discusión se mantiene viva hasta el día de hoy, debido a que una ciudadanía política verdadera, solo se construye con el paso del tiempo, porque no se nace con ella, la misma surge educando a sus ciudadanos en los principios, valores y virtudes que hagan de ese Estado o sociedad, una democracia realmente participativa y equitativa para todos…

(Especial para el Diario Judío.com de México.)

Acerca de Marisol Chevez Hidalgo

Licenciada en Filosofía de la Universidad de Costa Rica, UCR, especializada en identidad nacional costarricense; ética; y comunicación social, Máster en ética y democracia por la Universidad de Valencia. En la actualidad investiga sobre los judíos sefardíes en Costa RIca. Además tiene estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica y trabaja como consejera en razonamiento jurídico en una firma de abogados. Publica artículos en El Semanario Universidad, de la Universidad de Costa RIca, en esefarad.com, revista argentina en internet sobre cultura sefardita y ha publicado en el diario La Nación de Costa RIca. Es Poeta. Publicó poemas en la Revista Tópicos del Humanismo de la Universidad Nacional, UNA, en el Semanario Universidad de la UCR y en el diario La Nación. Forma parte de la Junta Directiva de la Ong Instituto para el Desarrollo, la Democracia y la Ética, IDDE.

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