Gilberto Rincón Gallardo

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“Han querido borrar a Gilberto, no sólo en la CONAPRED, sino como ser humano”
Silvia de Rincón Gallardo

Recuerdo el cuarto: aquí, años atrás, entrevisté a Gilberto Rincón Gallardo. Era la campaña presidencial del 2000 en la que Gilberto era candidato. No recordaba la entrada de la casa, pero sí la magnificencia de este cuarto de azotea, los colores, las texturas y las múltiples expresiones de arte que atestiguan las misiones de Gilberto y su esposa por el mundo, llevando hacia otras latitudes un mensaje de pluralidad e inclusión desde México.

Gilberto. Los ojos bondadosos, la voz pausada y la mente brillante que contradecían este cuerpo lastimado. Gilberto que, me entero ahora, se turnaba con Silvia, maestra de educación primaria, para cocinar y atender a los hijos. Gilberto que no quería pelear, sino debatir, que huía de la agresión, a pesar de haber sido educado en su uso por sus múltiples entradas al reclusorio (entraba a la cárcel como otros al cine, dice Silvia). Gilberto que quería que todos, incluídos los discapacitados, los descendientes de afroamericanos, los judíos, los musulmanes y los gays, fueran parte de México,. Gilberto que acuñó algunas frases como “Un voto diferente”. Gilberto que escribió “Entre el pasado definitivo y el futuro posible” y que estaba a punto de iniciar un compendio de las ideas que marcaron su vida (no una biografía, dice Silvia, porque las consideraba vanas), cuando una muerte misteriosa nos lo arrebató.

Para concertar la cita para una entrevista con su esposa, hablé a la CONAPRED. Inténtenlo ustedes. No saben nada de Gilberto Rincón Gallardo. Tampoco le darán teléfonos o direcciones de su viuda y de sus hijos. “Todos somos nuevos” responden. De extensión en extensión, de un funcionario a otro del CONAPRED, finalmente me contestó una mujer quien declaró que no me podía dar datos, sino su propia dirección de correo electrónico, al cual podía enviar mi petición, que ella reenviaría a la hija de Don Gilberto. Escribí una corta misiva; Lídice nunca recibió mi carta.


Finalmente conseguí, en otra parte, el teléfono de Silvia Pavón, la esposa de Gilberto y así llegué a la modesta residencia de quién el embajador neozelandés Don Mc Kay llamara “el padre de la Convención Internacional acerca de los derechos de las personas con discapacidad de la ONU”, y que ahora nadie parece conocer. Me recibió una afable mujer de cabello recogido; a la hora, hablábamos como viejos conocidos, pues descubrimos que compartíamos la pérdida reciente, ella de su esposo y yo de mi padre, ambos internados en el mismo hospital y atendidos por el mismo médico. Mi padre enfermó y sufrió una larga agonía; sin embargo, Gilberto había sido dado de alta el mismo día de su muerte y, horas antes de fallecer, discutía con Silvia los detalles de su próximo viaje a Ginebra. Silvia se retiró a un cuarto especial para los parientes de hospitalizados, que quedaba en el mismo piso. En la negrura de la noche, un fuerte dolor en la cintura estrujó a Gilberto: era una hemorragia masiva para la que, hasta hoy, ni siquiera su médico tiene explicación. Y no se podrá investigar, pues, por voluntad de Gilberto, sus restos fueron incinerados.

¿Por qué se está ninguneando la memoria de Gilberto Rincón Gallardo? “Han querido borrarlo” dice Silvia, ” y no sólo en la CONAPRED, sino como ser humano. El PRI realizó varios homenajes en su memoria, pero el presidente no ha escrito una sola línea en su honor y ahora, parece que nunca existió. Por lo mismo, hemos querido seguir su labor por medio de una fundación que llevara su nombre, pero hemos constatado una falta de interés notable del gobierno ante nuestros esfuerzos. Siendo la Fundación una Asociación Civil, estamos intentando tramitar la deducibilidad de los donativos; ni siquiera para eso nos apoyan. He pedido varias citas a Margarita Zavala, esposa del presidente Calderón, quien, a su salida de la Libre de Derecho, trabajara con Gilberto en la CERE (Centro de Estudios para la Reforma del Estado), pero no me ha querido recibir. En la Convención de Ginebra, a la cual Gilberto se aprestaba a ir antes de su muerte, no hubo una sola alusión a su obra”. Esta actitud del gobierno ha sorprendido a la familia Rincón, pues contrasta con la de gobiernos anteriores. Como ejemplo, Silvia cuenta el gesto del presidente Zedillo cuando se diagnosticó a Gilberto un corazón crecido: como se suponía que necesitaría un transplante de corazón, el presidente puso a disposición de la familia al Dr Madrazo, un especialista en este procedimiento, así como un avión listo para trasladarlo al hospital de su preferencia. Sin embargo, un milagro hizo que el corazón se redujera en tamaño y que la operación no fuera necesaria.

El mismo desdén de parte de Alonso Lujambio, Josefina Vásquez Mota y Pedro Ferriz. Y de varios embajadores: ” Ahora, no me toman siquiera la llamada”.

Y así como Guillermo ha “desaparecido”, la CONAPRED parece estar al borde del abismo: “Todos hablan de discriminación a grupos indígenas, pero no de la razón de ser del Consejo, que era primordialmente defender sus derechos” dice Silvia. ” Los grupos marginados representan el 30% de la población de nuestro país y el 10% de la población mundial. Por otra parte, están los niños de la calle, las sexoservidoras… México discrimina a la cuarta parte de su población por edad, por color, por preferencia sexual. Y si no lo crees, intenta ingresar una indígena, con su vestimenta tradicional, a un restaurant de lujo”.

“Tal parece que el proyecto de no discriminación estorba al gobierno y la CONAPRED ya no le interesa. Si es así, que se desaparezca este organismo, pero que no se ignore la discriminación en el país porque existe. En algunos estados como Guanajuato y Aguascalientes, están recrudeciendo las leyes discriminatorias hacia grupos vulnerables. En Guanajuato, por ejemplo, está estrictamente prohibido el aborto. Hay leyes en contra de la minifalda y se dice que las mujeres, por su forma de vestir, provocan a los violadores. Si es verdad, entonces vivimos en un país de gente enferma”.

“Por otra parte, los proyectos educativos se proponen, pero se truncan. A mediados del sexenio, se decide retirar a Josefina Vásquez Mota de la Secretaría de Educación para darle una diputación. Y eso en un país donde la educación deja mucho que desear, te lo digo yo que fui maestra de educación primaria en escuelas oficiales. Estamos llegando a extremos que dan muestra de un gobierno fascista y persecutor.”

Ante mi mirada de interrogación, continúa: “Teníamos mucha esperanza con Calderón. Creíamos que la izquierda pensante e ilustrada se uniría a la derecha pensante e ilustrada. Ahora estoy segura que esto no va a suceder porque los intereses de ambos son similares.

En la agenda de la derecha no está el bienestar de la sociedad, porque los intereses de ésta no constituyen una prioridad. La derecha sigue echando la culpa de lo que sucede a los sesenta años del PRI en el poder y con ello justifica sus errores.

Una vida de lucha

Según Silvia, Gilberto nació con la vocación de apoyar a las causas perdidas: “Su madre murió cuando tenía él 11 años y su padre cuando tenía 14; éste último fue quien le inculcó principios y valores. Gilberto se educó con los jesuitas, en el Instituto Patria. Allí, lo llevaban a hacer labores sociales. Los domingos, los dedicaba a enfermos terminales: iba a los hospitales a leerles libros y platicar con ellos. Si alguien le decía a Gilberto “tengo frío”, se quitaba la camisa y se la daba”. Silvia vio en él a su propio padre, quien era empleado del gobierno y siempre gustó de la labor social.

Silvia conoció a Gilberto Rincón en un mitín, en la plaza de Santo Domingo. “Yo estaba en el movimiento de Otón Salazar. Siempre me gustó la acción social. Este día, las egresadas de las escuelas fuimos llamadas por la SEP para participar a la huelga. Gilberto era abogado, estaba defendiendo a presos políticos y se había unido al movimiento de los campesinos. Lo escuché hablar en la plaza y me gustó lo que decía. Gilberto era un hombre especial, respetuoso pero firme”.

La pareja tuvo una vida conyugal armoniosa. “Fui maestra de educación primaria en escuelas de gobierno y me dediqué a apoyarlo. Él se levantaba temprano para hacer el desayuno de los niños. Le gustaba cocinar. Hacíamos sesiones familiares, donde hablábamos de cualquier tema sin tabús”.

La casa de los Rincón Gallardo se volvió refugio y albergue: “En nuestra casa de Vicente Suárez, como aquí, han llegado exiliados y perseguidos de todas partes. Nunca quise saber quiénes eran o por qué los perseguían, pues no quería tener información que en algún momento pudiera entregar bajo interrogación. Alguna vez, fuimos a la toma de posesión del Presidente Lagos. En el transcurso del brindis, se acercó una periodista y me preguntó si me acordaba de ella. Le dije que no. Me contó que, un tiempo, se había refugiado en nuestra casa con cinco niños. Si estas paredes hablaran….”

“Ya teníamos hijos cuando fue encarcelado por primera vez, en 1978. Trabajaba en el despacho de Gómez Gutiérrez, defendía a los estudiantes presos. Con él estaban el Ing. Saenz, Renato Leduc y Mario H. Hernández. El Universal los describió como “cinco jerarcas del Partido Comunista reunidos para derrocar el país”. Mc Gregor les dictó sentencia, y se las “agarró” con Gilberto, pues le dijo que de él dependía que nunca saliera de la cárcel y Gilberto le respondió que eso dependía del Presidente de la República”.

Silvia platica de las largas jornadas de Gilberto, su energía ilimitada cuando se trataba de la lucha contra la discriminación, los viajes de trabajo en los cinco continentes…. El fundador de la CONAPRED no se imaginaba en un sillón: trabajó hasta el último día de su vida.

“Creo que Gilberto, con sus iniciativas de reforma de gobierno, fue un visionario…” concluye.

Junto a la cama de la pareja, está un retrato de Gilberto, con estos ojos bondadosos y dulces. De él diría, en la Jornada, Adolfo Sánchez Rebolledo: “Conciliador con los suyos, dialogante con el adversario, Gilberto Rincón Gallardo fue siempre un contrincante inteligente, un humanista ajeno al dogmatismo, una voz singular en la aridez del socialismo mexicano. Prudente y mesurado, cultivó una rebeldía sin estridencias, una voluntad incansable que le permitió resistir con estoicismo las pruebas más severas de la vida y abrirse camino. Hombre de causas, fue una buena persona, no un santón; un militante con aciertos y equivocaciones, un político por vocación, capaz de no perderse los buenos ratos con la familia, los amigos, los camaradas”. Gilberto, cuánto te vamos a extrañar….

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