El pertinaz ascenso de los casos afectados por covid-19, la severa restricción de los servicios en los hospitales afectados por más de mil casos entre médicos y enfermeros, la movilización de fuerzas reservistas militares a fin de coadyuvar en el tratamiento de los enfermos, las tensiones en la frontera con Siria, las masivas protestas contra el gobierno de Netanyahu: algunos rasgos del panorama actual en Israel. Y no se vislumbra una fácil recuperación.
En el curso de este mes los líderes del Likud deberán decidir si el país marchará o no hacia un cuarto torneo electoral. El viraje depende no sólo de Netanyahu. Las tensiones dentro de esta fracción se afilan pues probablemente no pocos parlamentarios de este partido perderán sus puestos como resultado de un franco declive del Likud si tal torneo tiene lugar. En contraste, el partido derecha capitaneado por Bennet- figura que Bibi desprecia – ganará apoyo entre los electores creando así una nueva constelación política en el país.
El empobrecimiento relativo de amplias masas de la población, el cierre de cines y teatros, las limitaciones en el festejo de matrimonios, la parálisis en el aeropuerto: circunstancias que alientan reiteradas y masivas manifestaciones en Jerusalén y frente a la mansión de Netanyahu en Cesárea. Circunstancias que deberían frenar la marcha hacia un nueva y costosa puja electoral. Pero el covid no sólo afecta el cuerpo de miles de personas; también trastorna el juicio de las élites políticas. De momento sólo el alto mando militar revela sensatez y equilibrio. Un feliz hecho que apenas se conoce en otras partes del mundo.
Artículos Relacionados: