Un interrogante que desde hace algunos meses nos planteamos en cuanto ciudadanos de un país que ha conocido severos conflictos y – también – avance y aciertos.
La reciente decisión parlamentaria en favor de la continuidad de un gobierno de coalición hasta inicios del 2021 hoy suscita juicios ambivalentes. De un lado optimismo: las ásperas distancias que separan a los dos líderes gubernamentales – Netanyahu y Ganz – parecen suavizarse, al menos públicamente; pero del otro profunda inquietud : la posibilidad de un cuarto y costoso torneo electoral no ha desaparecido, y la amarga rivalidad entre estos dos líderes parece irreparable.
Si tal perspectiva fuera la única que hoy inquieta a la ciudadanía israelí no se justificaría el pesimismo que hoy abruma al país. Sin duda, Israel ha acertado a superar crisis nacionales de superior envergadura. No obstante, en estos días- en paralelo a las tensiones en el interior de la coalición gubernamental- se presentan tres escenarios que deprimen el espíritu colectivo.
Uno de ellos es el irrefrenable ascenso de los afectados por el covid-19 que supera los mil casos por día, cifra importante considerando las dimensiones demográficas del país. A pesar de los reiterados llamados de las autoridades y de los medios algunos sectores de la ciudadanía no adoptan los elementales medios defensivos contra el virus y acentúan por esta vía la difusión de las agresiones del virus. Difícil situación que acaso obligará a un cierre total o selectivo en los días de Rosh Hashaná y Kipur.
El segundo escenario que se dilata con rapidez es el derrumbe en los mercados laborales. Hoy implica casi la cuarta parte de la población que era activa y empleada antes de la irrupción de corona. Se manifiesta no sólo en las demostraciones públicas – con ascendente violencia – en las principales ciudades y puentes del país. También en la multiplicación de actos delictivos tanto en comercios como en hogares particulares. Actos que abruman a los servicios policiales conduciéndolos a veces a conductas erróneas.
Y, en fin, cabe aludir a la conducta de los sectores judíos ortodoxos que residen principalmente en Jerusalén y en Bnei Brak. Se ven afectados en alto número por el covid debido a la aglomeración familiar y por la resistencia a adoptar medidas preventivas. De momento las autoridades han frenado el impulso a viajar a Omán- Ucrania – por parte de algunos grupos ortodoxos siguiendo la costumbre que practican desde hace años; sin embargo, no es seguro si tal negativa habrá de mantenerse considerando el ascendiente que tienen entre algunos políticos. Si éstos revelarán una hueca tolerancia no sólo el virus multiplicará sus efectos; también pondrán en tela de juicio la igualdad ciudadana.
Tres escenarios que en modo alguno restan importancia al positivo viraje militar y estratégico que hoy se despliega en el Medio Oriente. Ni implican que la sociedad israelí encara hoy situaciones insolubles. Pero creo que sólo tomando consciencia de difíciles escenarios es posible llegar a un fin feliz y merecer el unánime aplauso. Es la esperanza de los que aquí vivimos.
Sr Hodara: Tiene Ud. tendencia a “ver las cosas negro”.
A lo mejor se debe a cierta desilucion eleccionaria, que otorga esa vision.
La existencia de 2 grupos “rebeldes’ (Ortodoxos-Arabes) que constituyen un 35% de la poblacion, y asi como durante 70 años han hecho lo que se les da la gana, tambien ahora lo hacen, es una constante en Israel, que se vuelve acutica en tiempos de emergencia. Nada nuevo…y tambien estos dias pasaran a la Historia.
El numero de desocupados es mas un “enigma” que una realidad…cuando, segun el Bituaj Leumi un 20 % de esos desocupados trabajan y reciben dinero de 2 lugares distintos, aprovechando el “desorden’ que la pandemia ha ocasionado.
Por ultimo…hay Gobierno para rato…Gantz no tiene adonde ir…y Netaniahu (todo tiempo que el numero de casos afectados por la pandemia no baje…) tiene alrededor un ambiente de fracaso que no lo ayudaria frente a la derecha de Iemina, por lo que se quedara quieto….por ahora…